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Los nombres del Sacramento

Redacción (Martes,04-04-2019, Gaudium Press) El Sacramento Eucarístico tiene diversos nombres, los cuales están referidos en el Catecismo de la Iglesia Católica, esa maravillosa síntesis de la Fe, la doctrina y la moral de la Iglesia Católica a la luz de la Sagrada Escritura, de la Tradición Apostólica y del Magisterio Eclesiástico. Dicho catecismo fue publicado en 1992 durante el pontificado de San Juan Pablo II. Para los lectores ávidos de crecimiento espiritual y de formación, pienso que es oportuno transcribir ‘ipsis litteris’ los numerales que se refieren al tema:

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«1328. La riqueza inagotable de este sacramento se expresa en los diferentes nombres que le son dados. Cada uno de estos nombres evoca algunos de sus aspectos. Se llama:

Eucaristía, porque es acción de gracias a Dios. Las palabras «eucharistein» (Lc 22, 19; 1 Cor 11, 24) y «eulogein» (Mt 26, 26; Mc 14, 22) recuerdan las bendiciones judaicas que proclaman – sobre todo durante la refección – las obras de Dios: la creación, la redención y la santificación.

1329. Cena del Señor (cf. 1 Cor 11, 20), porque se trata de la cena que el Señor celebró con los discípulos en la víspera de su pasión y de la anticipación del banquete nupcial del Cordero (cf. Ap 19, 9.) en la Jerusalén celeste.

Fracción del Pan, porque este rito, propio de la refección de los judíos, fue utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como jefe de familia (cf. Mt 14, 19; 15, 36; Mc 8, 6.19), sobre todo en la última cena (cf. Mt 26, 26: 1 Cor 11, 24). En este gesto que los discípulos lo reconocerán después de su resurrección (Lc 24, 13-35) y es con esta expresión que los primeros cristianos designarán sus asambleas eucarísticas (cf At 2, 42.46: 20, 7.11). Quieren con eso significar que todos los que comen del único pan partido, Cristo, entran en comunión con Él y forman un solo cuerpo en Él (1 Cor 10, 16-17).

Asamblea eucarística («sýnaxis»), porque la Eucaristía es celebrada en asamblea de fieles, expresión visible de la Iglesia (1 Cor 11, 17-34).

1330. Memorial de la pasión y resurrección del Señor.

Santo Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador e incluye la ofrenda de la Iglesia; o todavía santo Sacrificio de la Misa, «Sacrificio de alabanza» (Hb 13, 15) (Sl 116, 13.17), Sacrificio espiritual (1 Pe 2, 5) Sacrificio puro (Ml 1, 11) y santo, pues completa y sobrepasa todos los sacrificios de la Antigua Alianza.

Santa y divina Liturgia, porque toda la liturgia de la Iglesia encuentra su centro y su expresión más densa en la celebración de este sacramento; en el mismo sentido se le llama también celebración de los Santos Misterios. Se habla igualmente del Santísimo Sacramento, porque es el sacramento de los sacramentos. Y, con este nombre, se designan las especies eucarísticas guardadas en el sagrario.

1331. Comunión, pues es por este sacramento que nos unimos a Cristo, el cual nos torna participantes de su cuerpo y su sangre, para formar un solo cuerpo (1 Cor 10, 16-17); se llama también a las cosas santas («tà hágia»; «sancta») (Constitutiones apostolicae 8, 13, 12; Didaké 9,5; 10,6) – es el sentido primario de la «comunión de los santos» de que habla el Símbolo de los Apóstoles -, pan de los ángeles, pan del cielo, remedio de la inmortalidad (163), viático…

1332. Santa Misa, porque la liturgia en que se realiza el misterio de la salvación termina con el envío de los fieles («missio»), para que vayan a cumplir la voluntad de Dios en su vida cotidiana.

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«La sagrada Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, quiere decir, Cristo mismo, nuestra Pascua» (Presbyterorum Ordinis, Pablo VI). ¿Qué más se puede decir para exaltar este divino misterio?

Si todo esto es la Eucaristía… ¿cómo ignorarla? ¡Hay tantísimos católicos que de ella no participan porque no les importa! Su semana pasa sin el encuentro obligatorio del Día del Señor que transcurre como un día más, ofrecido de forma tácita «al mundo, al demonio y a la carne», los clásicos enemigos del alma.

Otra pregunta, y está impregnada de preocupación: ¿Cómo se disminuye el valor de la Eucaristía? Con efecto, ¡cuántos reducen y hasta descomponen las normas litúrgicas propias para la digna celebración, como si estas fuesen patrimonio del celebrante o de los fieles, conquistando un rito vacío de ortodoxia y de piedad!

Por último, una interrogación dolorida e indignada. ¿Hasta cuándo tendremos que soportar esa ola de profanaciones contra el Santísimo Sacramento del Altar que se constata por todos lados, en tantos países? Digamos que en un país pagano o arreligioso, se explicaría -aunque nunca se puede justificar. ¿Pero en países de tradición católica, esa irreverencia y ese sacrilegio? ¡Cuán lamentable es!

Pero felizmente la ignorancia, la desfiguración y el odio no tendrán la última palabra. A los fieles adoradores nos resta empeñarnos en aumentar nuestro fervor reparador, meditando -por ejemplo y por qué no- aquella escena que los Evangelios de Jesús cuentan dando el merecido a los vendedores y profanadores del templo (Mc 11, 15-18; Jo 2, 13-16, Mt 21, 12-13 e Lc 19, 45-48).

Por Padre Rafael Ibarguren EP – Asistente Eclesiástico de las Obras Eucarísticas de la Iglesia.

 

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