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Nuestra Señora y su glorioso título de Reina

Redacción (Viernes, 22-08-2019, Gaudium Press) La augusta prerrogativa de Nuestra Señora ser Reina nos es presentada con mayor profundidad por el santo Fundador de los Redentoristas, al iniciar él sus bellos y piadosos comentarios sobre el ‘Dios te Salve Reina’.

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Son palabras de San Alfonso María de Ligorio:

«Habiendo sido la Santísima Virgen elevada a la dignidad de Madre de Dios, con justa razón la Santa Iglesia la honra, y quiere que todos la honren con el título glorioso de Reina.

«Si el Hijo es Rey, dice el Pseudo-Atanásio, justamente la Madre debe considerarse y llamarse Reina.

«Desde el momento en que María aceptó ser Madre del Verbo Eterno, dice San Bernardino de Siena, mereció tornarse Reina del mundo y de todas las criaturas.

«Si la carne de María, concluye Arnoldo abad, no fue diversa de la de Jesús, ¿cómo, pues, la monarquía del Hijo puede ser separada la Madre?»

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La Realeza es común entre Madre e Hijo

La gloria del reino no solo es común entre la Madre y el Hijo, sino también que es la misma para ambos.

«Si Jesús es Rey del universo, del universo también es María Reina, escribe Roberto abad.

«De modo que, en la frase de San Bernardino de Siena, cuantas son las criaturas que sirven a Dios, tantas también deben servir a María.

«Por consiguiente, están sujetos a los dominios de María los Ángeles, los hombres y todas las cosas del Cielo y de la Tierra, porque todo está también sujeto al imperio de Dios. Por eso Guerrico abad le dirige estas palabras:

«Continuad, pues, dominando con toda la confianza; disponed vuestro arbitrio de los bienes de vuestro Hijo; pues, siendo Madre, y Esposa del Rey de los reyes, os pertenece como Reina el reino y el dominio sobre todas las criaturas».

María Reina: obra-prima de la misericordia de Dios

A la luz de las enseñanzas que acabamos de ver, oigamos al Prof. Plinio Correa de Oliveira tejiendo algunos comentarios sobre la realeza de la Santísima Virgen:

«Nuestra Señora Reina es un título que expresa el siguiente hecho:

«¡Siendo Ella Madre de la segunda Persona de la Santísima Trinidad y Esposa de la Tercera Persona, Dios, para honrarla, le dio el imperio sobre el universo: todos los Ángeles, todos los Santos, todos los hombres vivos, todas las almas del Purgatorio, todos los réprobos del Infierno y todos los demonios obedecen a la Santísima Virgen!

«De suerte que hay una mediación de poder, y no apenas de gracia, por la cual Dios ejecuta todas sus obras y realiza todas sus voluntades por intermedio de su Madre.

María no es apenas el canal por donde el imperio de Dios pasa, sino es también la Reina que decide por voluntad propia, consonante a los designios del Rey.

Nuestra Señora es una obra-prima de lo que podríamos llamar la habilidad de Dios para tener misericordia en relación a los hombres…

Reina de los corazones – Acción de la Gracia

Continúa el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira:

San Luis Grignion de Montfort hace referencia a esa linda invocación que es Nuestra Señora Reina de los Corazones. Como corazón se entiende, en el lenguaje de las Sagradas Escrituras, la mentalidad del hombre, sobre todo su voluntad y sus designios.

«Nuestra Señora es Reina de los corazones como teniendo un poder sobre la mente y la voluntad de los hombres.

«Este imperio, María lo ejerce, no por una imposición tiránica, sino por la acción de la gracia, en virtud de la cual Ella puede liberar a los hombres de sus defectos y atraerlos, con soberano agrado y particular dulzura, para el bien que Ella les desea.

«Ese poder de Nuestra Señora sobre las almas nos revela cuán admirable es su omnipotencia suplicante, que todo obtiene de la misericordia divina.

«¡Tan augusto es este dominio sobre todos los corazones, que él representa incomparablemente más que ser Soberana de todos los mares, de todas las vías terrestres, de todos los astros del cielo, tal es el valor de un alma, aunque sea la del último de los hombres!»

Unión con el Corazón de María: medio para escapar de los males modernos

Cabe notar, sin embargo, que la voluntad (esto es, el corazón) del hombre moderno, con alabables excepciones, es dominada por la revolución.

Aquellos, por tanto, que quieren escapar de ese yugo, deben unirse al Corazón por excelencia contra-revolucionario, al Corazón de mera criatura en el cual, abajo del Sagrado Corazón de Jesús, reside la Contra-Revolución; al Sapiencial e Inmaculado Corazón de María.

Hagamos, entonces, a Nuestra Señora este pedido:

«Mi Madre, sois Reina de todas las almas, incluso de las más duras y empedernidas que quieran abrirse a Vos. Os suplico, pues: sed Soberana de mi alma; quebrad las rocas interiores de mi espíritu y las resistencias abyectas del fondo de mi corazón.

«Disolved, por un acto de vuestro imperio, mis pasiones desordenadas, mis voliciones pésimas, y el residuo de mis pecados pasados que en mí puedan haber quedado. Limpiadme, oh mi Madre, a fin de que yo sea enteramente vuestro». (ARM)

(Comentarios inspirados en el Pequeno Ofício da Imaculada Conceição Comentado» – Monseñor João Clá Dias, EP; Artpress – São Paulo, 1997, p. 43 a 46 e 283-284)

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