viernes, 29 de noviembre de 2024
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La fiesta del Divino surgió de las lágrimas y súplicas de la Reina Santa Isabel de Portugal

Redacción (Jueves, 05-07-2018, Gaudium Press) El 4 de julio de 1336 fallecía en la ciudad portuguesa de Estremoz, la Reina Santa Isabel de Portugal.

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Elevada a la honra de los altares en 1652, sus heroicas virtudes son celebradas por la Santa Iglesia, y de modo especial por los descendientes de los bravos navegantes portugueses en las más diversas regiones del globo.

¿Por qué su recuerdo está ligado también a las populares festividades del Divino Espíritu Santo?

Reina Isabel, una dama de fe y coraje

En un momento de gran aflicción para su familia, la Reina Isabel recurrió al Cielo, implorando la especial protección del propio Dios, en la Persona del Divino Espíritu Santo, para suplicarle la fortaleza, la sabiduría, la piedad, para que así hiciese cesar el riesgo de un sanguinario conflicto entre su esposo y su hijo, con terribles consecuencias para todo el Reino.

Una criatura rezando a su Creador, una santa madre de familia que suplica por su desenfrenado marido para que abandone la vida de adulterio, que implora a Dios por la conversión del hijo rebelde, para que retorne al camino de la virtud. En seguida, habiendo sido plenamente atendida, la gratitud de la Reina al Espíritu Santo se expresó por una colecta pública de limosnas que dio origen al Cortejo del Divino (La Alborada).

Así comienza la historia de la Fiesta del Divino en las tierras de Portugal, que viene repitiéndose cada año a lo largo de siete siglos, por los descendientes de sus navegantes y colonos por el mundo afuera. Una bella historia con profundas lecciones para nuestra época, en que tantas familias se encuentran amenazadas de ser destrozadas por cónyuges que se encaminan en el adulterio, los pecados, el abandono de los Mandamientos y del propio hogar.

La Reina deshace guerra entre padre e hijo

Transcurría el año 1321. La Reina, que ya experimentara años de un verdadero calvario matrimonial, en razón de la desenfrenada práctica de adulterio por su esposo, el Rey de Diniz, recibió una puñalada más en su corazón materno. Don Sanches, uno de los hijos ilegítimos de Don Diniz – de aquellos que habían sido criados en el palacio real, juntamente con los hijos legítimos – fue arbitrariamente escogido por el Rey Don Diniz, para sucederle en el trono.

Don Diniz

Quiere decir, el príncipe Don Afonso, primogénito legítimo y, por tanto, sucesor del monarca según el derecho nobiliario, quedaba puesto fuera, privado de sus derechos. Rechazó él con firmeza a aceptar tal injusticia, y con apoyo de numerosos nobles, amenazó entrar en conflicto con el propio padre.

No demoró mucho para que tal conflicto estuviese listo a degenerar en una guerra de vida o muerte.

A cierta altura, cuando los partidarios de los dos contendores ya estaban alineados para una confrontación armada, en el lugar que quedó conocido como de la Peleja de Alvalade, se aproximó la Reina Isabel. Ella erguía un Crucifijo en una de las manos, y estaba sentada de lado en el dorso de un caballo, como lo hacían las damas de entonces.

La Batalla de Alvalade

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La Batalla de Alvalade estuvo lista para trabarse entre las tropas de Don Diniz y las de D. Afonso en 1323, pero la lucha entre padre e hijo fue impedida por la intervención de la Reina Santa Isabel.

Dirigiéndose maternalmente a su hijo Don Afonso, le dijo la santa Reina: «¿Cómo te atreves a proceder de este modo? ¿Te pesa tanto así la obediencia que debes a tu padre y señor? ¿Qué puedes tú esperar del pueblo en el día en que te toque gobernar el reino, si estás legitimando la traición con este mal ejemplo? ¡En fin… si de nada te sirven mis consejos y cariño de madre, teme al menos la ira de Dios, que justamente castiga los escándalos!»

Profundamente tocados por la escena, los soldados bajaron sus lanzas, y en el silencio general, todos pudieron oír su severa amonestación para la suspensión inmediata del combate y para la reconciliación de los contendores. Las palabras de la Reina tuvieron efecto inmediato. El hijo se aproximó al padre, para besarle la mano. El padre, a su vez, retrocedió en su injusto intento de perjudicar el derecho de su hijo legítimo.

Por tanto, las oraciones de la Reina fueron plenamente atendidas. Don Diniz abandonó su vida desarreglada, y finalmente el heredero legítimo subió al trono, con el nombre de Afonso IV.

Pedido de limosnas en honra al Divino Espíritu Santo

Para agradecer al Divino Espíritu Santo la pacificación obtenida e implorar por la continuidad de aquellas gracias sobre su familia y su Reino la Reina Isabel decidió hacer un tocante sacrificio: salir a las calles a recoger limosnas para ser después distribuidas a los mendigos de Lisboa. Conociendo los dolores que la Reina había padecido, todas las personas deseaban consolarla ofreciéndole generosamente la limosna que ella estaba para recoger.

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Era una pequeña procesión caritativa, en la cual la pequeña paloma y la bandera roja recordaban al Divino Espíritu Santo y las lenguas de fuego que descendieron sobre los Apóstoles en el Cenáculo. La Corona representaba el Reino de Portugal.
La procesión colectora de limosnas marcó a fondo el alma de todo el pueblo, y pasó a ser recordada cada año… hasta hoy.

En Mogi das Cruzes, Brasil, como en tantas otras ciudades, el cortejo evoca la familia Real con los jóvenes figurantes representando a los monarcas, portando la corona consagrada al Divino Espíritu Santo, con vistosas banderas rojas.

Milagros y cuerpo incorrupto

Numerosos milagros son registrados en las páginas de la biografía de Santa Isabel. Uno de los más conocidos es aquel ocurrido con las rosas.

El Rey, debido a la economía de guerra, había prohibido la amplia distribución de limosnas. Cuando Santa Isabel llevaba en el delantal dinero para socorrer a los pobres, se encontró con el marido, que le preguntó qué guardaba allí. Isabel le respondió que eran rosas.

Ahora, estaba en el invierno europeo, cuando toda la naturaleza parece muerta, y, por tanto, no se veían flores. El Rey quiso entonces ver qué ella realmente llevaba en el delantal. La reina lo abrió, y surgieron bellas y perfumadas rosas.

Después de la muerte de Don Diniz, en 1325, la Reina Isabel hizo una peregrinación al Santuario de Santiago de Compostela, en España, donde hizo ofrecimiento de su propia corona, y se retiró al convento de las Religiosas Clarisas de Coimbra, que ella había fundado.

Ella entregó su alma a Dios en 1336. En 1612, al ser iniciado su proceso de canonización, cuando se realizó la exhumación su cuerpo fue encontrado incorrupto.

Por el Padre José Luís de Zayas, EP
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Fuentes: http://www.arautos.org/secoes/artigos/especiais/santa-isabel-de-portugal-a-rainha-da-bondade-e-da-paz-143499 — https://viniciusdecarvalho.weebly.com/blog/santa-isabel-de-portugal-e-a-festa-do-divino

 

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