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¿’Poaching’? ¿’Rustling’? No, no fue ‘poaching’. Fue un simple, un gran gesto de caridad

Redacción (Viernes, 23-10-2009, Gaudium Press) La inglesa ‘poaching’ no es una expresión de traducción directa, trasparente, al español. Requiere de un cierto trabajo. Poaching es el participio presente o gerundio de ‘poach’ que puede tener varios significados como invadir, o el menos conocido de escalfar, que según el diccionario de la Real Academia Española, es «descontar, mermar, quitar algo de lo justo».

Según el popular diccionario americano Webster’s, (y así nos vamos acercando más a nuestro asunto), «poach» es invadir -comúnmente una propiedad privada- para cazar o pescar. También significa «cazar o pescar ilegalmente».

Lo cierto es que para algunos medios de comunicación, como es el caso del tradicional London Times, lo que ocurrió con el anuncio de la Santa Sede, de mediante una Constitución Apostólica establecer una nueva estructura canónica para los anglicanos que deseen entrar en plena comunión con la Iglesia, es un «moved to poach» del Vaticano, una «caza furtiva» de fieles.

En la misma línea, el diario americano USA Today se refiere al hecho hablando de «rustling», término proveniente de «rustle», que en lenguaje coloquial (y una vez más según el Webster’s) significa hurtar, por ejemplo reses.

Si continuamos nuestro recorrido por algunos informativos anglos, seguiremos encontrando expresiones de ese tenor.

Presuponiendo la buena disposición de esos medios hacia la Iglesia, lo que sinceramente no nos es tan fácil en estas circunstancias concretas, tenemos que atribuir ese tipo de términos a un profundo desconocimiento de lo ocurrido con el anuncio de la Santa Sede.

Primero hemos de decir -lo que es por demás muy público- que la iniciativa de estos acontecimientos no partió de la Iglesia católica, sino de miembros del anglicanismo que no sintiéndose a gusto con algunas medidas tomadas en el seno de su Iglesia, como la ordenación sacerdotal y episcopal de mujeres, o la ordenación de obispos homosexuales, miraron hacia Roma como un bastión de lo que consideran en acuerdo con la verdadera tradición de la Fe cristiana.

Otro aspecto público y notorio también, es que la Iglesia católica no se apresuró a recoger estas nuevas ovejas para su rebaño, sino que el proceso de discernimiento sobre qué hacer para atender esos pedidos, lleva ya muchos, muchos años; no es fruto de la prisa, no es ‘furtivo’, sino por el contrario tiene el sello de esas ‘lentitudes sabias’ que caracterizan numerosas cosas en la Iglesia.

Incluso, es bien cierto que el propio arzobispo anglicano de Canterbury -con quien la Iglesia mantiene muy buenas relaciones y que visitará Roma en noviembre- tuvo un conocimiento general de los pasos que se estaban dando en el Vaticano.

Flexibilidad y firmeza

Entonces, ni ‘poaching’, ni ‘rustling’, ni ‘stealing’… Lo que hubo fue una admirable mezcla de firmeza, prudencia y flexibilidad, que bien puede resumirse en una palabra sublime: caridad.

Firmeza en la fidelidad a la tradición legada por Jesucristo, que fue lo que en definitiva sedujo. Prudencia, al manejar asunto tan delicado con las suavidades, el tacto y las no prisas que el mismo requería. Flexibilidad, al establecer una nueva estructura canónica, y permitir que el nuevo rito con que los nuevos católicos renovarán de forma incruenta el sacrificio del calvario, contenga elementos destacables de la tradición anglicana.

Pero por sobre todo caridad, amor cristiano, proveniente de Aquel que hace 2000 mil años en Palestina oró ante Creador del universo, para «que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti».

Por Saúl Castiblanco

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