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Sacerdote estadounidense recuerda que el celibato es la solución y no la causa de la crisis de abusos

Washington (Lunes, 25-02-2019, Gaudium Press) El P. Carter Griffin, sacerdote estadounidense y comentarista ocasional en la plataforma web The Catholic Thing, dedicó su más reciente artículo a defender la disciplina del celibato frente a las numerosas propuestas por parte de comentaristas seculares de abolirlo como una supuesta solución a la crisis de abusos registrada en la Iglesia Católica. El sacerdote aclaró que esto no podría ser otra cosa sino contraproducente: «El celibato es la solución, no el problema», afirmó.

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El celibato posibilita «una forma poderosa de amar con un propósito único y una apertura de corazón única» para el sacerdote.

La causa incorrecta

El sacerdote alertó que los ataques al celibato han causado inquietud en numerosos fieles católicos, quienes ahora se inclinan a pensar que la disciplina de la Iglesia es la causa de los abusos al interior de la Iglesia. Esta perspectiva es propia de la cultura afectada por la revolución sexual, que propone que los instintos humanos serían incontrolables y por tanto la castidad de los célibes sería un imposible. «El celibato no es el problema», afirmó el P. Griffin. «El abuso sexual clerical no está causado en mayor medida por el celibato que lo que el adulterio es causado por el matrimonio. Ambos son violaciones de promesas sagradas, promesas por las cuales el Señor garantiza su ayuda para vivirlas fielmente».

Además de contar con la ayuda divina para vivir el celibato, la evidencia comprueba que desafortunadamente la vida conyugal no previene los abusos, ya que la gran mayoría de estos delitos en el mundo es cometido al interior de las familias. «El problema no es el celibato, sino el celibato mal vivido. Esto es causado por sacerdotes que no están viviendo castamente», insistió el redactor. «La respuesta apropiada no es eliminar el celibato, sino exigir que los sacerdotes, como las personas casadas, vivan a la altura de su vocación».

«De hecho, el celibato en sí mismo es un regalo precioso e insustituible para la Iglesia», explicó el P. Griffin. «Por lo general, se define negativamente como ‘no casarse’. Pero es una opción positiva, una forma poderosa de amar con un propósito único y una apertura de corazón única. Permite a un sacerdote vivir su paternidad espiritual con particular fuerza y eficacia». Eliminar el celibato no sólo no significaría una protección para las víctimas, sino que representaría una pérdida de frutos espirituales para las siguientes generaciones.

Una auténtica solución

En su lugar, el sacerdote propuso un renovado esfuerzo en la aplicación exhaustiva de las normas de selección de candidatos al sacerdocio, y dar a quienes son admitidos a la formación las herramientas espirituales adecuadas para vivir la castidad plenamente. El redactor denunció que en las décadas de 1970 y 1980 se presentó un declive en la formación ascética en los Seminarios e incluso se llegó a ordenar sacerdotes que tenían la falsa impresión de que la Iglesia eliminaría el celibato próximamente. Los casos más graves demuestran una cultura contraria a la virtud en algunos centros de formación, unida a «la disidencia teológica y la experimentación litúrgica desenfrenadas». «La infidelidad intelectual engendra invariablemente la infidelidad moral», lamentó el presbítero.

Esta situación comenzó a mejorar globalmente con la publicación del documento Pastores Dabo Vobis de San Juan Pablo II, dedicado a la identidad sacerdotal y la formación en los Seminarios. «En los años siguientes, se implementó de manera desigual en todo el mundo, pero la tendencia ascendente en la calidad de la formación fue inconfundible», recordó el P. Griffin. » Los estándares de admisión en la mayoría de las diócesis han aumentado y la calidad de la formación en la mayoría de los seminarios ha mejorado dramáticamente. Aunque muchos de los nuestros no se dan cuenta, la reforma del clero comenzó hace más de dos décadas».

«Todavía hay trabajo que hacer. Dado que el celibato sacerdotal es una forma privilegiada de vivir la paternidad espiritual, debemos continuar mejorando nuestra selección y formación de futuros sacerdotes a la luz de esa paternidad», agregó el sacerdote. «Deben tener una identidad masculina segura y un deseo normal y saludable de matrimonio y paternidad, la capacidad madura de renunciar a estos grandes bienes para centrarse en la paternidad sobrenatural y poseer o mostrar aptitud para las cualidades y virtudes humanas de los mejores padres naturales. Una vez ordenados, los sacerdotes deben ser sometidos a los más altos estándares de castidad. Las violaciones deben abordarse de manera coherente, rápida y justa, con la seriedad que corresponde a una grave violación de la confianza en contra de la familia espiritual».

El sacerdote concluyó recordando la importancia de ofrecer los tratamientos adecuados para las enfermedades. «Los médicos medievales, con las mejores intenciones, a menudo trataban las enfermedades drenando la sangre de sus pacientes, privándolos sin darse cuenta de los nutrientes que necesitaban para recuperarse», concluyó. «Aquellos que buscan curar la enfermedad del abuso sexual en la Iglesia drenando la gracia del celibato harían poco por curar la enfermedad y, sin embargo, privarían al Cuerpo de Cristo de los nutrientes espirituales necesarios para recuperar la salud. Si deseamos abordar el problema del abuso sexual por parte del clero, debemos comenzar por esperar la misma fidelidad de nuestros sacerdotes que esperamos de todos los demás, y pedirles que acepten, a través del don del celibato, las bendiciones de paternidad sacerdotal que necesitamos. Hoy más que nunca».

Con información de The Catholic Thing.

 

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