Redacción (Martes, 13-08-2019, Gaudium Press) Marx, profeta oscuro de la Revolución gnóstica, igualitaria y anticristiana -y con las cartas marcadas- predijo el triunfo mundial del proletariado.
Con el triunfo del proletariado triunfaría (no consta que también esto lo haya previsto) lo que Fidel Castro en alguna ocasión dijo en uno de sus sofocantes discursos de los años ochenta: La mentalidad del pauperismo, pues para este marxista la vida social tenía que ser «austera» y Cuba debía ser un modelo de ello. Por eso implementó los racionamientos alimenticios que en algunas casos llegó ser solamente un bloque de concentrado por familia supuestamente con todas la vitaminas, carbohidratos, proteínas y grasas fabricado en al URSS; limitó la fabricación de ropas de varios colores y diseños, porque era moda capitalista; destruyó miles de hectáreas de paisajes para dedicarlas a la producción agropecuaria y con ello arrasó flora y fauna, entre esta la curiosa polymita, que si algunas sobrevivieron no fue porque los comunistas la protegieran sino porque el pueblo la cuidó a ocultas para venderlas a los turistas.
En fin, el triunfo del proletariado será al parecer el triunfo de vivir paupérrimamente como cuando Mao vistió a todos los chinos de gris ratón y Pol-Pot a los Camboyanos de overol negro, consecuentes con la ideología marxista de un capitalismo de Estado.
Y lo peor es que el capitalismo privado ya adquirió esa mentalidad con los jeanes rotos, desteñidos, arrugados y hasta de apariencia sucia, falta que los vendan con malos olores. Basta pasar un verano en Estados Unidos o Europa para verificar el estado de pauperismo costoso y con ropas de marca que se impuso no solo entre los jóvenes y niños sino incluso entre los adultos mayores. Con la desaparición del bien vestir desparecerán las buenas maneras en los restaurantes, el trato distinguido y cordial, el gusto por agradables lociones y buena comida, el uso de bonitas corbatas de seda y coloridas bufandas finas, joyas y relojes de categoría, zapatos elegantes y otras tantas cosas más que fueron producto de la Civilización Cristiana en Europa y que se extendió por el mundo entero. Hoy todo es cacofónico, hediondo, sórdido, de mala calidad… y en tennis.
Pero lo que algunos optimistas empedernidos no calcularon fue que el país símbolo del capitalismo privado y la gran producción económica se convirtiera poco a poco e imperceptiblemente en un áspero país socialista sofocado de normas, prohibiciones, amenazas de multas, limitaciones exageradas a la libertad, modas paupérrimas.
Sin embargo los países pobres quieren invadir a los países ricos decadentes en busca de un sueño que cada día se evapora más: es la gran lucha de clases a nivel mundial. La revolución proletaria universal que destruirá todo lo que hemos alcanzado incluso la tecnología porque el mundo de los ricos amenaza ser llevado al tribalismo indígena por ecologistas, ambientalistas, nudistas, populistas y supuestos amantes de la naturaleza. Como si esto no fuera suficiente, los tatuajes, los piercings y el bam-bam de la música primitiva se imponen por todas partes.
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No sabemos qué rumbo tomaría la humanidad después de una guerra atómica y de eso que llaman el invierno nuclear. Pero la antesala será una guerra a muerte entre países pobres y países ricos en decadencia moral con un agravante: la pérdida de la fe. En 1984 Mons. Cosme de Amaral obispo de Fátima, refiriéndose a ciertas misteriosas palabras de la Virgen a Lucía (1), dijo que perder la fe sería peor que la aniquilación total de una nación por con un holocausto nuclear. Sin fe, esperanza y caridad probablemente desapareceremos en la autofagia como los Mayas, como los primitivos de la isla de Pascua o los de San Agustín en Colombia.
Pero pueden irse los países capitalistas al socialismo, al comunismo o al pauperismo. Pueden China o Rusia desestabilizar la economía mundial, pueden venir los extraterrestres, puede la humanidad entera pasar por una terrible noche oscura, pero al final del horrendo túnel: ¡Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará! y el Reino de María se instaurará. Nuestra Señora en Fátima dio la certeza de la victoria. ¡No tengamos miedo!
La Reina de los ángeles sabrá resguardar con sus milicias celestiales a quienes mantengan la fe! La fe será el poderoso imán que atraerá bendiciones, protección y portentosos milagros nunca antes vistos por la humanidad, que dejarán pequeños el paso del mar rojo y otras maravillas de los tiempos de Moisés, porque habrá un nuevo Éxodo a una Era nueva de inocencia y amor de Dios después de estos horripilantes años de esclavitud materialista sombría y envilecedora.
Por Antonio Borda
(1)»En Portugal se mantendrá la fe», Hermana Lucía, Cuarta Memoria,c.II,n.5, p.176-177. (Aparición del 13/VII/1917).
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