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La enfermera que dijo : "No estoy muerta del todo. ¡Viva Cristo Rey!", y ahí la remataron

Madrid (Miércoles, 28-08-2019, Gaudium Press) De cómo era un ambiente de profunda fe, en el que las jóvenes con un especial deseo de servicio se hacían enfermeras voluntarias. Pero cómo esa inclinación natural era reforzada por su pertenencia a asociaciones pías de la Iglesia.

Hablamos de Pilar Gullón Yturriaga, Octavia Iglesias Blanco de la Cela y Olga Pérez-Monteserín Nuñez, martirizadas en España en la guerra del 36, y que pertenecían a las Hijas de María, la Conferencia de San Vicente de Paúl y la Acción Católica.

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De izq. a der: Olga Pérez-Monteserín, Pilar Gullón y Octavia Iglesias

Olga, de apenas 19 años, Pilar de 21 y Octavia de 41, habían hecho el curso acelerado de enfermería y prestaban sus servicios de forma voluntaria en un puesto que atendía los heridos del ejército sublevado en Somiedo, cerca de su ciudad natal Astorga. Cuando un día fueron apresadas por milicianos del Frente Popular, que tras juicio sumario -que no era para nada justicia, fueron ejecutadas, después de ser humilladas y estupradas. Francisco firmó el decreto de martirio de estas tres columnas de fortaleza, piedad y generosidad el pasado 11 de junio, y ahora Alfa y Omega ha entrevistado a Manuel Gullón, presidente de la Fundación Mártires de Astorga, y sobrino de la enfermera Pilar Gullón.

Generosidad en el servicio, amor primordial por la Eucaristía

«Pilar fue la primera en ofrecerse. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera por los demás. Tenía un gran espíritu de sacrificio y de entrega» expresa Manuel. Resalta también su amor gigantesco por la eucaristía: «Asistían a Misa todos los días. En una carta, Pilar decía que estaba cuidando a los heridos, que le daba pena, pero que estaban tocando las campanas y tenía que dejarles un rato para ir a Misa».

La fundación que preside Manuel Gullón está integrada por él, sus cinco hermanos y los sucesivos obispos de Astorga. Y es un reconocimiento a su padre, que tenía un afecto infinito por su hermana mártir y que constantemente les hablaba de ella: «El verdadero promotor fue nuestro padre [hermano menor de Pilar]. Toda nuestra vida nos habló muchísimo de ella, de lo alegre y extrovertida que era, de su profunda espiritualidad».

Tras la firma del decreto de martirio el pasado 11 de junio, Manuel sintió una «alegría inmensa»: «La Iglesia reconocía oficialmente todo lo que nuestro padre nos había contado de su hermana».

Una hermana, que en el momento auge de su vida, cuando la entregaba por amor a sus hermanos, quiso también que quedara patente que la entregaba por amor a Jesucristo: «Mi tía no murió al instante, se incorporó y dijo: ‘No estoy muerta del todo. ¡Viva Cristo Rey!’ y una miliciana se acercó y la remató», cuenta Manuel Gullón.

El próximo 15 de septiembre se celebrará una Misa en la Catedral de Astorga donde están enterradas las tres enfermeras. De la beatificación, de la cual aún no hay fecha, Manuel espera que «sirva de ejemplo principalmente a los jóvenes. Ellas eran tres enfermeras jóvenes que son modelo de esfuerzo, de sacrificio y de amor por los demás».

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