viernes, 26 de abril de 2024
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El sacerdocio es el regalo más generoso de Dios a la humanidad, dice Cardenal Sarah

Ciudad del Vaticano (Jueves, 03-10-2019, Gaudium Press) El pasado sábado 28 de septiembre, el Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, presidió una Misa en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, en acción de gracias por los 50 años de su ordenación sacerdotal y 40 años de su ordenación episcopal.

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En su homilía, el purpurado recordó la responsabilidad del sacerdote durante la Eucaristía. «Sobre el altar yo no presido nada.

Indignamente, Jesús está verdaderamente en mí, yo soy Cristo: ¡Qué afirmación aterradora! ¡Qué temible responsabilidad! Eso me paraliza de terror, pero es verdad: estoy en el altar en su nombre y en su lugar. Es Cristo en persona que consagra el pan y el vino después de haberle dado mi voz, mi cuerpo, mi pobre corazón, profanado tantas veces por mis muchos pecados y que pido para purificar».

El Cardenal afirmó además que «el sacerdote es la obra más grandiosa, el regalo más generoso hecho por Dios a la humanidad, es el tesoro más precioso e inaudito que existe sobre la tierra». Entretanto, «eso sucede apenas si nosotros, sacerdotes, aceptamos ser crucificados con Cristo, si cada uno de nosotros esté preparado para decir, como San Pablo, en el momento concreto de nuestra propia existencia: ‘Yo no vivo, sino Cristo quien vive en mí».

El purpurado resaltó que la alegría del sacerdocio está en la Santa Misa, ella «es la razón de ser de su existencia, aquello que da sentido a su vida. Durante la Misa, en la patena y el cáliz, el sacerdote permanece próximo a la Hostia, y está verdaderamente delante y junto a Nuestro Señor Jesucristo: Jesús mira para él y él mira para Jesús».

Concluyendo, el Cardenal Sarah cuestionó a los presentes si ellos tenían consciencia plena de lo que significa la presencia real del propio Cristo delante de nuestros ojos, bajo las especies eucarísticas. «Durante la Misa de cada día, el sacerdote se encuentra cara a cara con Jesucristo y, en ese mismo instante, es identificado con Cristo convirtiéndose no solamente en un ‘Alter Christus’, otro Cristo, sino es verdaderamente ‘Ipse Christus’, el propio Cristo». (EPC)

 

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