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Redacción (Sábado, 04-01-2020, Gaudium Press) Somos hombres, no somos ángeles, y nuestro conocimiento comienza con la acción de los sentidos que se vuelcan sobre el universo material, pero que debe culminar en el Absoluto, para que alcance su fin debido. ¿Cómo se debe dar esto?
El primer presupuesto para la procura del Absoluto es que lo que existe en la tierra es un vestigio de Dios, y percibiendo bien las cosas de la tierra, en algo sentimos del cielo y de Dios, Absoluto Máximo.
Entonces, por ejemplo, delante de un colibrí: explicaba el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, que para poder apreciar bien el mensaje de Dios que aportaba la creación, era importante focalizar los sentidos sobre el objeto, y ahí mantenerlos, no queriendo tomar consciencia al principio de mis sentimientos interiores con relación al objeto, ni querer pasar rápidamente a otro objeto. Era dejar que ese objeto o tal ambiente (que es una suma de objetos) ‘entrasen’ en nosotros hasta el momento en que surgiese una especie de verbo interior. Sigamos con el colibrí, por ejemplo el de abajo.
¿Qué ideas suscita la contemplación de esta maravillosa avecilla?
A quien estas líneas escribe, las de agilidad, sutileza, rapidez, fragilidad, elegancia, entre otras. Entonces, hemos pasado de elementos meramente materiales -como son el color verdoso dorado del colibrí, la forma de su pico, alas, tamaño de su cuerpo- a ideas, que ya son inmateriales.
Pero resulta que esas ideas inmateriales encuentran su punto máximo en Dios, que es la Agilidad Absoluta, el Brillo Absoluto, la Sutileza Absoluta, la Elegancia Absoluta, etc. Entonces hemos dado unos pasos hacia Dios.
«Por tanto, esa primera procura del sentir las cosas con distancia y ordenación, sin disiparse, prestando oído a nuestro sentido común, es lo que debemos cultivar con especial empeño». (1)
Cuando en la contemplación del universo surge el verbo que lo expresa, nuestro espíritu debe pensar rápidamente que esa cualidad es solo una participación de la Cualidad Absoluta, presente en Dios. Y eso hará que nuestro espíritu se torne en ese sentido ‘religioso’ en la contemplación de todas las realidades, incluidas las cotidianas.
Y también el ejercicio puede ser realizado en sentido negativo: algo que nos choca también debe generar un verbo, como por ejemplo pesadez, fealdad, torpeza, que son carencias de cualidades, para concluir que Dios en lo opuesto a eso.
Y así, acostumbrándonos a caminar a partir de la realidad creada hasta el Absoluto, vamos teniendo en esta vida un profundo placer de espíritu, prefigura de la felicidad celestial, máxime cuando ese ejercicio es auxiliado por la gracia, y enriquecido por la búsqueda de los «posibles de Dios», de lo cuál trataremos en próximas líneas.
Por Saúl Castiblanco
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1 O senso comum e a procura do absoluto. Rev. Dr. Plinio Ano VII – Nº 71 Fevereiro de 2004. p. 30
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