sábado, 23 de noviembre de 2024
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La parábola del león y del oso perezoso: cuando la Luz Primordial es obstaculizada por el Vicio Capital

Redacción (Miércoles, 08-01-2020, Gaudium Press) En nota anterior, esbozábamos el eje principal en torno al que -según el pensamiento del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira- se construye la personalidad, cual es la relación simbiótica entre Luz Primordial y Universo Creado.

Decíamos que Luz Primordial era algo a la manera de un sello particular de cada cual, que es el aspecto que esa persona está llamada a reflejar de la Infinitud Divina. Ese sello particular en contacto con los seres creados, sirve como prisma propio, que destaca algunos aspectos y rechaza otros, todo en consonancia con esa Luz. De tal manera que dos personas, viendo el mismo bello atardecer, resaltarán cosas distintas: mientras una percibe en ese ocaso la bondad de Dios, otra sentirá la finura y elegancia del Creador. Mientras que a uno lo toca especialmente el azul celeste del cielo, a otro lo conmueve particularmente el verde de un bosque de pinos, porque al primero le es dado reflejar -por ejemplo- la sutileza o el donaire de Dios, mientras que el otro está llamado a reflejar la placidez, la acogida, la paz de Dios.

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Sin embargo, hemos de decir que lamentablemente no es solo la Luz Primordial la que entra en contacto con la Creación, sino que el Pecado Original y sus malas inclinaciones pueden entorpecer esta relación.

Sí, el Pecado Original introduce «errores» -fundamentalmente dos- en ese proceso relacional entre Luz Primordial y Orden del Universo: el cerrarse al Universo, y la relación con el Universo a través de las malas inclinaciones y no de la Luz Primordial.

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La natural sed de infinito que hay en el hombre busca ser saciada, saciada de infinito, pero como no se accede natural y directamente al infinito, nuestra sed va a la búsqueda del infinito en los reflejos del Infinito, es decir en los seres de la Creación, que son vestigios de Dios.

Sin embargo, estos seres que no deberían ser sino un peldaño rumbo al Infinito-Absoluto, cuando el hombre no entiende que ellos son meros símbolos de Dios, terminan siendo instrumento para cerrarse a Dios reflejado en el Orden del Universo. Por ejemplo, imaginemos a alguien gusta que mucho de los cisnes (normalmente atraído por su Luz Primordial) pero del cisne observado no parte al cisne reflejo de Dios en cuanto elegancia de Dios, dominio de Dios, serenidad de Dios -es decir, el cisne como reflejo de la elegancia divina, señorío divino, etc.- ahí el cisne se convierte en mero objeto de fruición sensible material personal. La contemplación del cisne no va a Dios sino que se encierra en el hombre, para servir sólo de objeto de placer material del hombre, anulando el camino hacia Dios. Y cuando ese mecanismo errado está muy radicado, el hombre termina encerrado en sí mismo, en sus placeres y egoísmos. Este es el primer peligro, el cerrarse al Orden del Universo, porque no usó el Orden del Universo para trascender hasta Dios, para llegar hasta Dios.

El segundo peligro es el de introducir al alma elementos que no son acordes con la Luz Primordial sino con el Pecado Original, que comúnmente se manifiesta en el Vicio Capital, es decir, el prisma puro de la Luz Primordial puede ser oscurecido, deformado o reemplazado por el del Vicio Capital, que se constituye en un nuevo prisma, por medio del cuál la persona se relaciona erradamente con el Universo.

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Foto: Arleen Wiese en unplash

Entonces, imaginemos a alguien con tendencia a la pereza pero con Luz Primordial en la línea de la combatividad, que va a un zoológico y contempla primero a un león y luego a un oso perezoso. Ante el león, la Luz Primordial le hablará de la fuerza del felino, de su nobleza serena pero decidida y fiera cuando necesario, le mostrará el dominio del león sobre sus propiedades, etc., y le hará brillar el simbolismo que Dios puso en el león para que admirándolo se transforme él a su vez en un león. Pero luego va a la jaula del perezoso, y su vicio capital le susurrará al oído del alma las empalagosas delicias de la lentitud de los movimientos y de la vida, la despreocupación de quien no piensa en prever las contingencias del futuro, sino de quien se limita a gozar en modorra los primarios placeres sensibles que la cotidianidad le ofrece. El vicio capital ensalzará de forma sibilina los embotagantes placeres del dolce far niente, del ‘dulce placer de no hacer nada’.

¿Quien vencerá? ¿La voz de la Luz Primordial o la del Vicio Capital?

Normalmente vence el vicio capital, a no ser que… la persona recurra a la gracia de Dios, que se obtiene con los sacramentos, con la oración.

Estas dos notas sobre construcción de personalidad no podían concluir sin la afirmación de que para edificar una rica personalidad, y ser realmente aquello que Dios quiere que seamos, debemos recurrir a la gracia de Dios, sin la cual todo es bajo, simple, pero con la cual todo es rico, todo son gemas para brillar en el magnífico abanico del Orden del Universo de Dios.

Por Saúl Castiblanco

 

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