viernes, 11 de abril de 2025
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Nuevo estudio sobre la Sábana Santa: no es la imagen de una persona muerta, sino de alguien vivo que se está levantando

Pamplona (Miércoles, 12-02-2020, Gaudium Press) El Dr. Bernardo Hontanilla Calatayud, Catedrático de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora de la Clínica Universidad de Navarra en Pamplona, España, publicó en la más reciente edición de la revista Scientia et Fides un inspirador artículo que aborda la misteriosa figura registrada de modo desconocido en la Sábana de Turín en una forma no estudiada anteriormente. La tesis del experto es que la figura no corresponde a una persona inerte (como se ha pensado tradicionalmente al coincidir de manera admirable con las características de Cristo después de la Pasión y la tradición sobre el origen de la tela en la sepultura del Mesías) sino al de una persona viva que se está levantando.

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Imagen en negativo de la Sábana Santa.

«En este artículo se exponen varios signos de vida que presenta la Síndone de Turín. En base al desarrollo de la rigidez cadavérica, se analiza la postura del cuerpo impreso en la Síndone», relata la presentación del texto. «La presencia de surcos faciales indica que la persona está viva. Por tanto, la Sábana de Turín muestra a la vez signos de muerte como
de vida de una persona que dejó su imagen impresa en un momento en el que estaba viva». La paradoja de esta afirmación encaja de modo notable con la doctrina sobre la Resurrección de Cristo y las proposiciones de otros expertos sobre el momento en el cual la imagen habría quedado marcada en la tela, como si correspondiera a una radiación desconocida emitida por el cuerpo que cubría.

La tesis de que se trata de la imagen de una persona viva contradice las conclusiones de estudios previos que ratificaron la coincidencia de las características de la Sábana de Turín tanto con las tradiciones del pueblo judío en las sepulturas como con los relatos de los Evangelios. En teoría, la misteriosa reliquia no probaría la Resurrección al haber registrado la imagen de un hombre muerto. «A lo largo de este artículo vamos a analizar una serie de signos impresos en la Síndone de Turín que podrían justificar que esa persona envuelta en la Sábana estaba viva en el momento de imprimir su imagen», propuso por su parte el Dr. Hontanilla.

La rigidez y la postura de la figura

La primera característica estudiada en el análisis es la presencia o no de «rigidez cadavérica o rigor mortis», la cual está presente en los difuntos «inicialmente en la mandíbula y la musculatura ocular, después afectará a la cara y pasará al cuello. Posteriormente se extenderá sucesivamente al tórax, a los brazos, al tronco y por último a las piernas», expuso el catedrático. Este efecto llega a su máxima expresión a las 24 horas de la muerte y comienza a desaparecer paulatinamente y en orden inverso a las 36 horas, tomando 12 horas en dejar de apreciarse. La gravedad de los traumas padecidos por el «Hombre de la Síndone» y su pérdida de sangre habrían provocado una rigidez precoz, desde los 25 minutos tras la muerte, y que llegaría a su máxima expresión entre tres y seis horas. «Sin embargo, los aparentes signos de rigidez que aparecen en la imagen podrían no corresponderse con los signos de rigidez post mortem como clásicamente se han atribuido».

El experto registró «semiflexión del cuello y semiflexión asimétrica de las articulaciones de la cadera, las rodillas y los tobillos». Las características de la posición registrada en la Síndone no concuerdan con la rigidez que debió tener al ser descendido de la Cruz , lo cual comprueba que el cuerpo fue manipulado en su sepultura para vencer la rigidez, pero tampoco concuerda con la posición corregida que hubiera sido fácilmente lograda por quienes realizaron esa labor.

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Postura de un varón al levantarse desde una posición similar a la del «Hombre de la Síndone». Foto: Scientia et Fides.

Posición de levantarse

«Cabe la posibilidad de que esa postura fijada en la Síndone, descrita como de rigidez post mortem, no sea realmente así y se trate de una postura de intento de levantamiento del propio sujeto postmortem». El análisis incluyó pruebas con «varones de entre 30 y 40 años con fenotipo atlético de entre 1.70 y 1.80 m de altura», a quienes se les pidió levantarse partiendo de una posición similar al del «Hombre de la Síndone». Los sujetos mostraron «un desplazamiento de éstas (las manos) a los genitales al flexionar el tronco, una elevación y semiflexión de la cabeza y un apoyo de una planta del pie con menos flexión de la pierna contralateral y cierto grado de rotación interna como la observada en la Síndone».

Un análisis más detallado de la posición evidencia que en la imagen no habría rigidez cadavérica en los miembros superiores, lo que resulta contradictorio, ya que los músculos de los brazos soportaron mayor ejercicio durante la crucifixión. «Una postura rígida de un crucificado implicaría unos antebrazos y unas articulaciones carpianas en semiflexión típica como se observa en muchos cadáveres», recordó Hontanilla, quien también detalló cómo la posición de los dedos no concuerda con lo esperado de un cadáver. «Es razonable pensar que también la ausencia de los pulgares en la Síndone puede atribuirse a signos de vida en vez de sólo a la parálisis de un cadáver rígido».

El rostro vivo

Una mayor evidencia de vitalidad en la imagen sería identificable en el rostro: la «presencia de surcos nasogenianos y nasolabiales en la cara», las líneas de expresión causadas por la acción de los músculos y que desaparecen en pacientes con parálisis facial o tras la muerte, cuando se relajan los músculos definitivamente. «En un cadáver reciente la musculatura facial se relaja y desaparecen los surcos y se abre la boca. Este es el momento inicial de flacidez post mortem», expuso el experto. «No existen cadáveres que durante el período de rigidez post mortem marquen más acentuadamente los surcos nasogenianos».

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Líneas de expresión facial en la Sábana de Turín. Foto: Scientia et Fides.

«Así, la postura de semiflexión asimétrica que se observa en las piernas, la semiflexión de la cabeza, y sobre todo la presencia de los surcos nasogenianos marcados a nivel facial y la colocación de las manos sobre los genitales, podría indicar que estamos delante de una persona que está iniciando un movimiento de levantamiento y por tanto de acortamiento muscular voluntario», concluye el Dr. Hontanilla en su artículo. «Esta imagen dinámica, si no tenemos en cuenta los textos históricos descritos en los Evangelios, pudo haberse producido en cualquier momento entre las 18-30 horas siguientes a la muerte, pero estando vivo».

Un análisis de los textos evangélicos sumados a las evidencias de la Síndone ubicarían el momento del registro de la imagen » entre la primera vigilia del domingo (19-21 horas del sábado) y segunda vigilia (21-24 horas) o, como mucho, el inicio de la tercera vigilia del domingo (24 horas-3 am) del tercer día después de su muerte». Si la imagen corresponde al milagro de la Resurrección, el experto propone la tesis de que «ese primer e incipiente signo de levantamiento pudo ocurrir en décimas o segundos para después desvanecerse el cuerpo y atravesar el lienzo».

La autenticidad de la Síndone

Los signos de vida presentes en la Síndone llevarían a pensar, como una teoría, que la tela hubiera envuelto a una persona viva que hubiera sufrido los tormentos de la crucifixión, o que se tratara de un fraude artístico. Esta posibilidad contradice los rastros de sangre «premortem y postmortem que impregnan la Sábana» y las notables evidencias de veracidad de la Síndone que hubieran requerido «de una verdadera obra de arte realizada por alguien con conocimientos médicos, conocimientos forenses del proceso cronotanatobiológico postmortem y de procesamiento de imágenes en tejidos antiguos, entre otros conocimientos», que además hubiera sido capaz de realizar la tarea de un modo aún no descifrado con técnicas del siglo XIV.

«Una segunda opción es, si tenemos en cuenta el relato evangélico, que se trata de un lienzo que perteneció a un rabino judío (la coleta presente en la cara posterior de la imagen lo identifica como rabino) que fue enterrado según la tradición judía después de haber sido crucificado y flagelado según la costumbre romana y de forma coherente a como se describe en los evangelios», propuso el Dr. Hontanilla. «Y nosotros podemos añadir, a diferencia de Schwortz y otros autores, que la imagen se produjo cuando estaba vivo y no cuando era cadáver ya que contiene los signos estáticos propios de una persona muerta (flagelación, sangrados premortem y postmortem) y que a la vez presenta signos dinámicos de vida (surcos nasogenianos marcados, la posición de las manos sobre los genitales, están intencionadamente cubiertos, y los signos de levantamiento) en contradicción con la secuencia natural de la aparición de los signos de rigidez cadavérica».

El experto reconoce en estos signos la aparente voluntad de Cristo de registrar el milagro. «Si la Síndone cubrió el cuerpo de Jesús es razonable pensar que a Él le interesaría no sólo mostrarnos los signos de muerte sino también de resurrección en el mismo objeto», propuso el autor. «Así, analizando los tiempos transcurridos desde la muerte a la resurrección, y siguiendo el relato evangélico, parece que Jesucristo quiso morir a esa hora, coincidiendo con el sacrificio de los corderos en el pueblo judío, calculando el tiempo suficiente del tercer día sin que su cadáver soportara la corrupción. Insistimos en el verbo «quiso» ya que hasta el propio Pilatos se sorprendió de que hubiera muerto tan pronto».

Con información de Scientia et Fides.

 

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