viernes, 29 de marzo de 2024
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Gran pandemia en la aldea global

Redacción (Martes, 18-02-2020, Gaudium Press) Posiblemente no contaban con esto algunos de los menos informados partidarios de acabar con todas las culturas nacionales y de dejar en cada país apenas un folclórico reducto para el turismo. La idea de ir «estandarizando» los valores regionales de cada pueblo ha sido el sueño simplón de los totalitarismos y las hegemonías en distintos momentos de la historia, especialmente desde Napoleón, pasando por Hitler, Stalin y las izquierdas de todas las latitudes.
Pero estos fenómenos tienen que servirnos para algo, especialmente para reflexionar seriamente acerca de los rumbos que lleva la humanidad, rumbos al parecer dirigidos y planeados consciente y deliberadamente por quienes financian los medios de comunicación, al menos los más poderosos.

Dr. Plinio Corrêa de Oliveira -convencido Tomista y continuador fiel de la escolástica- defendía el principio de la «unidad en la variedad», fundamento legítimo de la universalidad. Inolvidables conferencias, charlas informales y artículos de prensa donde explicaba con admiración y amor de Dios la belleza y sabiduría de lo que fue por ejemplo el Sacro Imperio Romano Germánico, del que la legendaria Austria y su capital Viena era el epicentro, y en el centro de esta, la familia Habsburgo depositaria de una bendición celestial que José II (1741-1790) pateó con desprecio y soberbia, y que fue el comienzo definitivo de la decadencia de aquel imperio católico.

Se trataba de un conjunto muy variado de naciones grandes, medianas y pequeñas conviviendo a la sombra fresca y benigna de una paternal casa noble, y que el odio sectario destruyó en medio de abominables traiciones, crímenes y atentados antes de la Primera Guerra Mundial. Era un proyecto que fue desviado y tergiversado, un impulso vital que llevaba a la sociedad Occidental a un progreso de acuerdo con la voluntad de Dios.

En cierta ocasión Dr. Plinio ponderó con respeto y admiración la idea del Imperio de la luz celestial o imperio chino, que aunque pagano, conservaba todavía algo del derecho natural seguramente preparado para un encuentro con Occidente cristiano.

Universalidad o universidad, quiere decir unidad en la variedad. Y el liberalismo con sus raíces en el Renacimiento, se apropió de la idea para elaborar un amasijo innoble del bien con el mal, lo feo con lo bello, lo verdadero con lo falso, y pretender con ello crear la nueva universalidad laica, ecuménica e igualitaria que es precisamente lo que se está pretendiendo con la tal república universal o aldea global que anhela crear a rajatabla y a contra-pelo de la opinión pública mundial.

Oriente y Occidente pueden intercambiar juiciosamente costumbres y todo cuanto haya de típico, autóctono, comerciable, elevado y recto entre sus culturas: «Si Oriente y Occidente se unen fuera de la Iglesia, solamente producirán monstruos» (1) pandemias, conflictos e incomprensiones, inesperados o deliberados, pero siempre bajo la amenaza de la pérdida del control, porque el timón de los acontecimientos de la historia no lo tenemos los hombres.

La velocidad y la comunicación no son en sí mismas un mal, pero el afán de comunicarnos y transportar rápidamente pasajeros y cargas de un hemisferio al otro, sin principios morales y honestidad, y solamente con el afán de ganancias para gozar más la vida terrena, está haciendo cada día más vulnerable el mundo de hoy donde se cumplen las leyes por temor pero sin amor de Dios.

Hay que recordar de paso que la peste negra, la bubónica y la gripa mal llamada española, llegaron precisamente a Europa en barcos que venían de Oriente, y que siempre se atribuyó a las malas condiciones higiénicas de las llamadas épocas oscurantistas o muy atrasadas. Entonces ¿Qué pensar ahora en la era de los poderosos antibióticos, los sofisticados tratamientos y los trasplantes de órganos?

Lo novedoso de esta pandemia de ahora esperada o inesperada, va a ser seguramente el lucro político y económico que algunos ya están pensando obtener, comenzando por las fábricas de cubrebocas (2) y medicamentos para atenuar los efectos pero no para curar, porque el que cura es Dios. También una super-poderosa productora de cine y documentales, ha lanzado un film con unas veladas propuestas un tanto misteriosas para dejar tal vez en el subconsciente colectivo la apetencia de soluciones que involucrarían mediadas a tomar especialmente con los niños. ¿Qué se está preparando ante el silencio de quienes deberían pedir investigar más lo que está sucediendo realmente? En esta situación es urgente recordar el Salmo 122 y confiar más en la Divina Providencia porque algunas soluciones humanas a veces son amañadas.

Por Antonio Borda

(1)»Ambientes Costumbres Civilizaciones», Plinio Correa de Oliveira, CATOLICISMO Nos. 31,106,128.
(2) NYT El Times, 18/II/2012.

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