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Ciudad del Vaticano (Viernes, 15-04-2020, Gaudium Press) El prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Cardenal Robert Sarah, recordó en días pasados que nadie puede negar a los enfermos y moribundos la asistencia espiritual de un sacerdote, incluso en tiempos de pandemia, pues ese «es un derecho absoluto e inalienable».
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El purpurado aclaró, en entrevista a la revista francesa ‘Valeurs Actuelles’, que «los sacerdotes deben hacer todo lo posible para permanecer cerca de los fieles» y «hacer todo lo que esté a su alcance para ayudar a los moribundos, sin complicar la tarea de los cuidadores y autoridades civiles».
Vocación a la oración
De acuerdo con el religioso, muchos sacerdotes están redescubriendo su vocación a la oración en medio a la pandemia de COVID-19, una vez que «no pueden tomar físicamente la mano de cada persona moribunda como ellos gustarían, descubren que, en adoración, pueden interceder por cada uno».
Oración en familia
El Cardenal exhortó a los fieles a aprovechar ese momento en el cual están confinados en sus casas, para redescubrir la oración en familia. «Este es un buen momento para que los padres aprendan a bendecir sus hijos. Los cristianos, privados de la Eucaristía, perciben cuánto la comunión era una gracia para ellos. Animo a ustedes a practicar la adoración en casa, porque no hay vida cristiana sin vida sacramental», resaltó.
En la oración está la unidad y la verdad
Expresando su deseo de que la vida de la Curia Romana sea todavía más marcada por una vida común de oración y adoración, el purpurado afirmó que «gustaría que la vida de toda la Iglesia fuese principalmente una vida de oración común. Estoy convencido de que la oración es nuestro primer deber como sacerdotes. De la oración vendrá la unidad. De la oración viene la verdad».
El centro de la Iglesia está en el sagrario
Concluyendo, el Cardenal Sarah explicó que la crisis en la Iglesia es «una crisis de fe y una profunda crisis del sacerdocio» y que «el centro de la Iglesia está en el corazón de todo hombre que cree en Jesucristo, que reza y adora. El centro de la Iglesia está en el corazón de los monasterios. El centro de la Iglesia está, sobre todo, en cada sagrario, porque Jesús está presente allá. La Iglesia está allá para dar testimonio de la verdad. Los cristianos siempre serán indignos de esa misión, pero la Iglesia siempre estará allá para dar testimonio de Cristo». (EPC)
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