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Lo Temporal y lo Espiritual en la Sociedad

Redacción (Martes, 22-12-2009, Gaudium Press) En un error pensar que la esfera temporal y la espiritual se confunden en una sola. Son diferentes los dominios que cubren el Estado y la Religión, conforme afirmó el Papa Benedicto XVI, en su viaje a Francia:
Parece evidente que hoy la laicidad por sí misma no está en contradicción con la fe. Es más, diría que es un fruto de la fe, porque la fe cristiana desde el inicio era una religión universal, por lo tanto, no identificable con un Estado, una religión presente en todos los Estados y diferente de los Estados. Para los cristianos fue siempre claro que la religión y la fe no están en la esfera política, sino que se colocan en otra esfera de la vida humana. La política, el Estado no es una religión sino una realidad profana con una misión específica.[1]

Varias veces el Sumo Pontífice se refirió a la sana laicidad, ya sea en la visita hecha a los EE.UU. ya sea en la visita a Francia. El Pontífice llegó hasta a advertir, que «cuando la política quiere ser redención, ella promete demasiado. Cuando pretende hacer la obra de Dios, no se torna divina, sino demoníaca».[2] No quiere decir esto que el Estado no tenga un papel en la sacralización de la sociedad y que este papel pertenezca exclusivamente a la Iglesia. «Ambas realidades deben estar abiertas una a otra».[3]

Afirma Ferrater-Mora, en su conocido diccionario filosófico:

«Aristóteles fue el primero en afirmar que la sociedad organizada en un Estado, tiene que proporcionar a cada uno de los miembros lo necesario para su bienestar y felicidad como ciudadanos. […] Fue, con todo, S. Tomás que lo aclaró ampliamente, al afirmar que la sociedad humana como tal tiene fines propios que son «fines naturales», que hay que atender y realizar. Los fines espirituales y el bien supremo no son incompatibles con el bien común de la sociedad como tal; pertenecen a otro orden. Hay que establecer cómo se relacionan las dos órdenes pero sin destruir una de ellas.»[4]

Cabe pues al Estado la asistencia de los fines naturales de la sociedad humana, mientras los fines sobrenaturales parecen pertenecer a otra esfera. Sin embargo, ellas se relacionan, no se repelen, pues poseen ambos un fin sagrado, conforme esbozó Corrêa de Oliveira:

«La finalidad de la sociedad y del Estado es la vida virtuosa en común. Aunque, las virtudes que el hombre es llamado a practicar son las virtudes cristianas, y de éstas la primera es el amor a Dios. La sociedad y el Estado tienen, pues, un fin sagrado. Por cierto es a la Iglesia que pertenecen los medios propios para promover la salvación de las almas. Pero la sociedad y el Estado tienen medios instrumentales para el mismo fin, esto es, medios que, movidos por un agente más alto, producen efecto superior a sí mismos».[5]

La Iglesia, reconoce todas las instituciones que de alguna forma la auxilian y se ordenan con el mismo fin, busca la armonía y acepta de brazos extendidos la cooperación, para el bien de las almas, conforme dice Juan Pablo II:

Al desempeñar la propia misión, de orden espiritual, y siempre deseosa de mantener el mayor respeto por las necesarias y legítimas instituciones de orden temporal, la Iglesia nunca deja de apreciar y alegrarse con todo aquello que favorece a la vivencia de la verdad integral del hombre; no puede no alegrarse con los esfuerzos que se hacen para tutelar y defender los derechos y libertades fundamentales de cada persona humana; se alegra y agradece al Señor por la vida y la historia, cuando planificaciones y programas -de carácter político, económico, social y cultural- son inspirados en el respeto y el amor a la dignidad del hombre, en demanda de la «civilización del amor».[6]

Y si este entendimiento a veces no existió, no fue por desdén de la Santa Sede de trabajar por soluciones conjuntas, sino porque estarían envueltas en cuestiones que costarían al Catolicismo una transigencia que jamás podría aceptar, por ser contrarias a su misión sobrenatural o a sus principios más básicos.

Por José Manuel de Andrade

[1] Entrevista concedida por el Santo Padre a los periodistas durante su vuelo a Francia, 12 de Septiembre de 2008. Presente en http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/september/documents/ hf_ben-xvi_spe_20080912_francia-interview_po.html. Último acceso el 23/02/2009
[2] Ratzinger, Joseph. Fe, Verdad, Tolerancia. Traducciones UCEDITORA: Lisboa, 2007. P. 105-106
[3] Ídem.
[4] FERRATER MORA, José. Diccionario de Filosofía. Traducción de António José MASSANO; Manuel PALMEIRIM. Lisboa: Publicaciones D. Quijote, 1978. p. 30-31.
[5] RCR, op. cit. 2. C
[6] Discurso del Papa Juan Pablo II a los Miembros del Gobierno Portugués. 12 de Mayo 1982

 

 

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