sábado, 23 de noviembre de 2024
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Dos pesos y dos medidas

Bogotá (Viernes, 30-04-2010, Gaudium Press) Muy interesante es la nota publicada en el New York Times el 27 pasado, de autoría de Jim Dwyer. Sí, muy interesante. Y sí, en el New York Times.

¿Qué ocurriría -casi que diríamos en cualquier nación- si algún ilustrado propusiera anular la prescripción existente a los delitos de pederastia cometidos por miembros del clero? Sin temor a equivocarnos diríamos que la propuesta sería acogida con amplio beneplácito por el «país mediático», pues ‘por fin se haría justicia’, porque ‘semejante atropello no puede prescribir’ u otras razones de ese tenor. En la patria de quien estas líneas escribe, una propuesta en ese sentido fue elevada por un magistrado auxiliar de una alta corporación de la justicia meses atrás, recibiendo el resplandor de los focos de la gran publicidad.

Pues resulta que eso mismo se les ocurrió a legisladores del ayuntamiento de Nueva York, en los EE.UU. Entretanto algo ocurrió en el camino, que cambió el curso y el panorama de un proyecto de ley. Cedemos la palabra al articulista del Times:

«Lo que comenzó como un esfuerzo de los legisladores para ampliar la responsabilidad judicial por abuso sexual cometido por el clero católico ha crecido hasta cubrir a gente en todos los ámbitos de la vida. Un proyecto de ley suspendería temporalmente las prescripciones, y permitiría a las personas que dicen haber sido abusados cuando niños a presentar demandas judiciales hasta la edad de 58 – es decir, 40 años después de cumplir los 18 años.» El proyecto al inicio contemplaba a miembros del clero, pero en un acto de coherencia fue enmendado para ahora cobijar también a entidades gubernamentales y sus empleados. Por tanto maestros de escuelas públicas, médicos, asistentes en hospitales, agentes de policía, trabajadores de bienestar social, etc. Y fue en ese momento cuando se empezaron a considerar razones, que hasta ese momento no habían surgido.

«De repente, los cabilderos y los defensores de los consejos escolares, condados y ciudades pequeñas se expresaron», dice Dwyer.

» ‘Las prescripciones existen por una razón’, dijo Bob Lowry, director adjunto del Consejo de Superintendentes de escuelas del Estado de Nueva York -continúa el articulista del Times. ‘¿Cómo puede alguien volver atrás 40 años y saber qué ha pasado? Los testigos, las autoridades responsables, incluso el propio perpetrador o perpetradora, pueden haber fallecido’.»

Y seguimos cediendo la palabra a las esclarecedoras líneas de Jim Dwyer: «La Asociación Estatal de Condados intervino, diciendo en un memorándum de oposición [al proyecto de ley] que ‘un investigador tendría que tomar una determinación basada en significativamente vieja y nubosa’ evidencia.

Las consideraciones económicas subyacen en los alegatos: «La Asociación de Juntas Escolares del Estado de Nueva York dijo que los costos de las viejas fechorías, correrían por cuenta de gente que no tenía nada que ver con ellos, y «no proporcionan protección correspondiente» a los niños. (…) ‘La ciudad [de Nueva York] no ha tomado ninguna posición oficial sobre los proyectos de ley, pero tenemos preocupaciones reales acerca de su impacto potencial sobre los contribuyentes’, dijo Francis Barry, portavoz del alcalde Michael R. Bloomberg.»

Razones, todas las anteriores, dignas de consideración, pero que no estaban en el panorama cuando el objeto de la ley eran solo miembros del clero.

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By Darren Hester

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La trasparencia con la que la Iglesia ha asumido la consideración de los sórdidos crímenes de pederastia al interior del clero, ha motivado a que la Santa Sede reflexione sobre la modificación de la legislación canónica con relación a la prescripción de este tipo de delitos. El propio Dwyer declara que «desde 2004, las diócesis católicas han pagado entre todas unos 1.400 millones de dólares para resolver demandas por abusos de menores, en muchos casos de los años 70 o aún antes.» Entretanto todo lo expuesto torna patente, que, con relación a la Iglesia, se usa en muchos ambientes -y en menoscabo de ella- medidas harto diferentes a las utilizadas con otras instituciones.

Dos pesos y dos medidas. Algo muy injusto.

Por Saúl Castiblanco

 

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