San Pablo (Viernes, 11-06-2010, Gaudium Press) En época de santos y fiestas ‘juninas’ (del mes de junio), Gaudium Press ofrece un artículo sobre el origen de las tradicionales fiestas populares del mes de Junio realizadas en Brasil, de autoría del Prof. Guy de Ridder:
La Iglesia ‘cristianizó’ algunas fiestas paganas |
Con la llegada del invierno, el mes de junio nos es muy grato por el recuerdo de la fiesta de tres santos, entre los más conocidos en Brasil: San Antonio el día 12, San Juan día 24 y San Pedro el 29 del mes. Cada uno de ellos es festejado con mucha participación popular, demostrando una devoción ardiente por parte de los fieles.
Esta conmemoración proviene también de la antigüedad pagana, donde se señalaba, en Europa, el inicio del verano y el consecuente tiempo de inicio de la preparación de la tierra para el cultivo.
Con la oficialización del cristianismo en Occidente, en el siglo IV, la Iglesia fue sabiamente incorporando algunas tantas celebraciones paganas substituyéndolas por la conmemoración de fiestas católicas. Por ejemplo, la Navidad superó la fiesta romana de las saturnales (saturnalia en latín), que indicaban el inicio de las siembras, con el solsticio de invierno; o la fiesta de Todos los Santos, conmemorada entre los Galos y Celtas, significando el final del verano y el inicio de un año nuevo.
Así también con las fiestas juninas. Especial popularidad tuvo y continúa manteniendo la fiesta de San Juan Bautista, el precursor de Nuestro Señor.
Cuando los jesuitas llegaron al Brasil, difundieron, junto con la predicación del Evangelio, varias fiestas religiosas, ya que rápidamente las celebraciones se mostraban muy eficaces para atraer la atención de los indígenas – poco afectos a predicaciones doctrinarias abstractas – para con el mensaje catequizador de los sacerdotes. Especialmente las fiestas juninas, que eran realizadas con fogatas, oraciones y mucha convivencia y que coincidían con el período en que los indios, otrora realizaban sus rituales de fertilidad.
Esta tradición se mantuvo hasta hoy en varias ciudades brasileñas. En las fiestas juninas se acostumbra agradecer la abundancia de las cosechas del año anterior, reforzar los lazos familiares y rezar para que los malos espíritus, los demonios, no impidan la próxima cosecha.
Encontramos varios aportes de otros países en las conmemoraciones juninas en Brasil. De Francia, por ejemplo, vinieron los pasos y algunas marcaciones inspiradas en las danzas de la antigua nobleza europea. De parte de los chinos vinieron los bien conocidos fuegos de artificio. A su vez la ‘dança-de-fitas’ (danza de cintas), bastante común en el sur de Brasil, es originaria de Portugal y España.
Para los católicos, la fogata (hoguera) -prácticamente el mayor símbolo de las conmemoraciones juninas- tiene sus raíces en un trato hecho entre la Santísima Virgen y su prima Santa Isabel: para avisar a Nuestra Señora el nacimiento de San Juan Bautista y así tener su auxilio después del parto, Santa Isabel encendió una fogata sobre un monte, para que pudiese ser visto de lejos, situado cerca de su residencia.
San Juan Bautista, uno de los más conmemorados |
Además de la fogata, también los globos poseen vestigios de carácter religioso, pues les era atribuido, alguna vez, una función mensajera: llevar las oraciones y los pedidos de los fieles a los santos.
Es cierto que las fiestas juninas, traídas a nosotros por los portugueses, ya existían en la región sur del Brasil, con particularidades culturales propias, desde que esa región comenzó a ser poblada, a inicios del siglo XVIII.
En el Nordeste de Brasil, existe una tradición que manda que los fiesteros visiten, en grupos, todas las casas donde sean bienvenidos. Los dueños de las casas, en contrapartida, mantienen una mesa llena de bebidas y comidas típicas para servir a los grupos. Los festejantes creen que la manutención del hábito sea una manera de integrar a las personas de la ciudad.
Las fiestas juninas tienen el poder de reavivar viejas tradiciones, reforzar lazos de origen y recrear en el presente el itinerario hecho por nuestros antepasados.
Por Guy de Ridder
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