domingo, 24 de noviembre de 2024
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P. Pedro María: "Santísima Trinidad, de mi parte deseo morir por Cristo y su fe"

Bogotá (Martes, 26-10-2010, Gaudium Press) No termine este mes de octubre, mes del Santo Rosario de Nuestra Señora, sin dejar de recordar que fue precisamente un 23 de octubre de 1.899 que nació en La Plata (Huila) el Padre Pedro María Ramírez Ramos, fecha en que se inició la que todos los colombianos conocemos como La Guerra de los Mil días.

Sin saberlo él ni su familia, 48 años después, el 10 de abril de 1.948, el buen Padre Ramírez caería despedazado a machetazo limpio, golpes de palos y varillas en la propia plaza principal del municipio de Armero del que él era su cura párroco. Los dramáticos acontecimientos de esos días lo hicieron presentir horas antes que sería martirizado inevitablemente, lo que lo llevó a redactar un breve pero conmovedor y muy sentido testamento: «Santísima Trinidad. De mi parte deseo morir por Cristo y su fe», encabezaba el texto en el que daba gracias a su Obispo, que lo había ordenado y hecho párroco en Armero. Mencionaba con grata recordación a su consejero el P. Dávila y a las religiosas de la comunidad de las Madres Eucarísticas prometiéndoles velar por ellas desde el Cielo. A su querida familia la invitaba a seguir el ejemplo de él, muriendo por Cristo.

Nunca antes realmente se había visto en la historia de nuestra querida patria Colombiana del siglo XX, un crimen tan horroroso y sanguinario. Asesinado a las 4 de la tarde, su cadáver permaneció toda la noche insepulto porque nadie se atrevía a rescatarlo para darle cristiana inhumación, ya que el puñado minoritario pero radical de asesinos había conseguido dominar con el amedrentamiento a toda la población.

El Padre Siervo de Dios, está hoy día en proceso de beatificación y cuenta con una breve novena para recitación privada, en búsqueda de favores que él nos pueda obtener del Cielo.

El excelentísimo Señor Obispo de la Diócesis de Ibagué de aquellos días, Mons. Pedro María Rodríguez, que lo conocía muy bien y le nombrara párroco en Armero, definió así la personalidad del Padre-Mártir: «…padre bueno y desvelado, solícito Pastor; sacerdote fervoroso; maestro incansable; benefactor y amigo generoso; ciudadano patriota y ejemplar».

Un mes antes del crimen el P. Ramírez tuvo una Semana Santa agotadora pues no pudo ir ningún otro sacerdote de la diócesis a ayudarlo. Todos los santos oficios le tocaron solo como solo le tocó atender confesiones. Testimonio de su abnegación y trabajo dedicado dieron algunas de las Madres Eucarísticas que cuentan incluso haberlo encontrado de rodillas lavando el piso.

Quiera este buen sacerdote colombiano por todos los costados, interceder por su compatriotas sobre todo en los momentos de dolor que nos toque sobrellevar para nuestra santificación personal. Ya constan muchos favores recibidos por su intercesión y esperamos confiadamente más. Consuélenos a los colombianos de buena fe la reconocida frase «Sangre de mártires, semilla de Cristianos», lema y divisa heráldica de quienes continúan cargando el estandarte de religión católica en nuestro país.

Por Antonio Borda

 

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