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¿Y si la "Z" se rebelara?

Redaccion (Miércoles, 17-11-2010, Gaudium Press) ¿La desigualdad es un bien o un mal? ¿Cuál es la raíz de la desigualdad? ¿Cómo sería una sociedad donde todos los hombres fuesen iguales? Cierto día, estas y otras preguntas en forma de avalancha comenzaron a asaltar y a ocupar mi pensamiento.

A pesar de que, en los más diversos lugares hubiese escuchado grandes elogios a la igualdad, la voz de la razón parecía levantarse dentro de mí clamando contra este tan idolatrado concepto. De muchos modos intentaba calmar tal impulso.

Entretanto, todos mis argumentos a su favor no bastaban para sustentar mi creencia en el «dogma» de la igualdad.

Intentaba pensar en otra cosa, pero luego me venían a la mente las preguntas: ¿usted no percibe que no existe un hombre igual al otro? ¿No ve que todas las cosas son desiguales? ¿Si Dios las creó de este modo puede la desigualdad ser un mal? ¿Dios al crear todas las cosas no vio que todas ellas eran buenas?

Resolví entonces leer algo, con la esperanza de distraerme un poco. Por desgracia, en vano…

Y, por acaso, me deparé con la noticia de que el gobierno español estaba estudiando una alteración de la ley que da al apellido paterno la precedencia en relación al materno, en el registro de los hijos.

Según el vicepresidente del Gobierno Alfredo Pérez Rubalcaba el modo actual donde la precedencia es dada al nombre paterno «no es justa» ni «igualitaria». Sin embargo, todavía no encontró la mejor forma y dice que la alfabética, la cual es prevista por el proyecto de ley para Registro Civil no parece la ideal.

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Y si la ‘Z’ se rebelara…

Foto: Eyþór Björnsson

Ya no entendía más nada. Pues, de hecho si era «injusta» y «desigual» la forma actual de dar el nombre a los hijos, también el vicepresidente del gobierno tenía razón en no creer que sea buena la forma alfabética, la cual también es desigual y por tanto «injusta». Pues, ¿quién se cree la «A» para querer ser la primera? Y la «Z» pobrecita, despre»Z»iada y puesta en el último lugar… ¿qué sucedería si ella resolviese rebelarse y exigir la igualdad? ¿Cómo acabar con esta «injusticia» de modo a hacer un alfabeto igualitario? ¡Ya sé! Es necesario hacer un alfabeto con letras iguales… por tanto, con una sola letra. ¡Imposible!

Después de esto, parecía que estaba perdiendo el juicio, tenía la impresión de que todo un edificio de raciocinio parecía haber quedado sin fundamento y listo para derrumbarse. Ya decepcionado, decidí estudiar el asunto para después poder compartir mis reflexiones con algunos lectores. Quién sabe, de pronto la igualdad todavía podía ser salvada…

Resolví entonces aplicar la experiencia del alfabeto a otras realidades. Comenzando por los minerales. ¿Por qué algunas piedras son preciosas y otras no pasan de simples rocas, algunas son grandes y otras pequeñas? ¡Es preciso establecer la igualdad! Resultado, todo sería reducido a una única piedra. Intenté entonces con las plantas. Algunas daban flores otras daban frutos, a algunas «les gusta» el sol otras «preferían» la sombra, ¡era preciso acabar con tanta desigualdad! Conclusión, solo sobró una plantita solitaria. Lo mismo ocurrió con los animales y los hombres. Hasta que todo se resumió en un solo ser.

Que sería Dios, pues la unidad cabe a Él más que a cualquier criatura y la igualdad verdadera solo se aplica a Él . Por tanto buscar atribuir la igualdad a las criaturas es pretender convertirlas en Dios. Es lo que desde la creación del mundo el demonio ha prometido a los hombres sin haberlo cumplido nunca.

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No hay una flor igual a otra

Foto: Claudio Mufarrege

Concluí que era imposible que hubiese la multiplicidad de criaturas que encontramos en el universo si no existiese desigualdad entre ellas. Pero, si hay desigualdad es necesario que haya jerarquía, así como en el alfabeto la «A» es la primera letra, la «B» segunda y de ahí para delante. Así también, para que hubiese orden entre las criaturas Dios tenía que establecer una jerarquía.
Lo mismo se debe aplicar en relación al tema de los apellidos, para que se tenga orden es preciso establecer una jerarquía. O sea, uno precisa ser primero y otro, último. ¿Será esto más grave que el hecho de que la letra «A» sea la primera del alfabeto y la «Z» la última?

Siempre oí decir: «Primero las damas, después los caballeros». Por otro lado, en un cortejo formado por clérigos el más importante siempre viene al final. ¿Esta regla no se puede aplicar también a los padres, los cuales de cierta forma tienen un papel sagrado en la familia?

Son tantos y tan diversos los posibles principios a ser adoptados a fin de definir la precedencia de los apellidos, que en cada país la costumbre es diferente.

Pero, si de hecho alguien insiste en tener la precedencia considere lo siguiente: Cierto día «Los apóstoles estaban discutiendo entre sí cuál de ellos debería ser el mayor. Sentándose, Jesús los llamó y les dijo: Si alguien quiere ser el primero, sea el último y el siervo de todos» .

¡Ahí está el método! Fue por haberlo practicado perfecta y plenamente que María Santísima mereció ser llamada Reina de los hombres. Si queremos ser los primeros imitémosla.

Por Renan Souza Freitas

1 Cf (Gn 1,31)
2 Cf. S.Thq.11, a.4
3 Cf. S.Th q.47, a. 2
4 Cf (Gn 3, 5
5 Cf (Mc 9,35)

 

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