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Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile dio a conocer mensaje conclusivo de la 100º Asamblea Plenaria de Obispos

Santiago (Jueves, 25-11-2010, Gaudium Press) La mañana del lunes 22, en las dependencias de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh), el Presidente de la entidad y Arzobispo de Concepción, monseñor Ricardo Ezzati, hizo público el mensaje conclusivo de la 100º Asamblea Plenaria de Obispos, que se llevó a cabo entre los días 15 y 19 en la casa de retiros Punta de Tralca.

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Mons. Ricardo Ezzati, presidente de la CECh

El documento titulado «Esperamos con constancia»(Rom 8,25), recoge las reflexiones y anhelos de los Obispos a la luz de los recientes acontecimientos que ha vivido el país durante este año. «Nos hemos reunido para reavivar nuestra esperanza y para leer los signos de vida que Dios suscita en medio de nuestro pueblo y de nuestra Iglesia, atentos a la realidad y deseos de nuestra Patria», dijo monseñor Ezzati al dar a conocer el mensaje en rueda de prensa.

Junto con esto, los pastores expresaron en su mensaje un profundo agradecimiento a todos los obispos eméritos, presbíteros, laicos y laicas, consagrados y consagradas y diáconos permanentes; quienes «nos han acompañado, aportando el don de su propia vocación y experiencia eclesial. Juntos hemos buscado leer en los signos de los tiempos la presencia salvadora de Cristo Jesús, fuente de vida abundante y meta de nuestra historia (…) Damos gracias a Dios por lo que compartimos en espíritu de comunión y participación».

«Signos de esperanza que alientan nuestro caminar eclesial y nacional»

La primera parte del mensaje está centrada en el llamado de los Obispos a reconocer y valorar aquellos signos de esperanza que se han manifestado durante el último tiempo en la realidad eclesial y nacional, particularmente los hermosos gestos de solidaridad que nacieron tras el terremoto, la alegría de poder celebrar el Bicentenario de la patria, la fe y generosidad de los 33 mineros de Atacama y «los deseos de participación justa y de integración» del Pueblo Mapuche.

Estos acontecimientos -agregaron- no deben pasar inadvertidos y deben servir como una muestra nítida de la manifestación de Dios en nuestra realidad cotidiana, en su presencia dada a conocer en el actuar de los fieles y hombres de buena voluntad. «Gracias a Dios no faltan grandes y pequeños signos de esperanza que nos alientan en el caminar de todos los días», manifestaron los Obispos.

Como discípulos misioneros de Jesucristo, aportar a la construcción del país desde la gracia de la esperanza

Junto con reconocer estos signos de esperanza, los Pastores destacaron que esta gracia es fruto de un trabajo concreto y que, pese a que es un regalo de Dios al hombre, esto no exime al cristiano del deber y la responsabilidad de cultivarla diariamente, de perseverar en ella, y darla a conocer a los demás con su ejemplo de vida.

«No hay esperanza sin compromiso con la verdad y con la honestidad de la escucha y el diálogo entre personas diversas. Cada chileno y chilena tiene algo que enseñar y algo que aprender. Sólo aprendiendo hay futuro. Sin búsqueda de la verdad no hay esperanza, sino victoria de unos sobre otros; sólo quedan vencedores y vencidos. Sin escucha y diálogo, es imposible un proyecto compartido y corresponsable que proyecte al futuro anhelado», destacaron.

Así como no hay esperanza sin verdad, tampoco la hay sin justicia. Desde esta primicia los Obispos reiteraron una vez más su compromiso para con los más desposeídos y necesitados, y llamaron a no escatimar esfuerzos en la superación de la pobreza y en el desafío de alcanzar una mayor justicia social.

«No hay esperanza sin intentar entender lo que le pasa al otro, en particular a aquellos que reciben la peor parte de la vida en nuestra tierra, los peores sueldos, los peores ejemplos, las esperas más largas en los consultorios, los peores niveles de educación, las mayores soledades y las mayores dificultades para hallar trabajo, techo y pan sobre la mesa. La esperanza hunde su consistencia en la justicia y en la búsqueda del bien de todos», dijeron.

Frente a esto -continuaron los Pastores- «nuestro gran deseo es convertirnos en testigos de la esperanza. Queremos contagiar esperanza a quienes nos gobiernan, a los transformadores sociales, a los educadores, a los trabajadores, a los pobres, a los jóvenes y los ancianos. Una esperanza que nos haga emprendedores de vida y de solidaridad y nos permita superar el desaliento y la frustración; una esperanza que es también virtud probada y que lleva a esperar contra toda esperanza (Rom 4,18)».

Esperanza: punto de partida de nuestro presente y futuro

El llamado final de los Obispos es a renovar nuestro presente y futuro teniendo a Jesucristo como protagonista, única fuente de verdadera y permanente esperanza para el hombre; y asimismo, agradecer la esperanza derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo, lo que implica «pedir perdón por la desesperanza vivida y sembrada; agradecer la esperanza que nos mueve a hacer más y mejor, a suplicar aumento de gracia y de consuelo, y a experimentar la alegría de otear el horizonte con los ojos de Jesús»

«A eso estamos invitados en el Adviento que se acerca. La liturgia de este tiempo llevará a descubrir que la esperanza pone en nuestras vidas, felicidad, fidelidad y fecundidad, y a pedir al Padre Dios fortaleza en la fe, constancia en el amor y seguridad en la esperanza», conlcuyeron los Obispos.

 

 

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