sábado, 04 de mayo de 2024
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"Si no cambia el corazón, no cambia nada", dijo monseñor Ezzati durante celebración de Miércoles de Ceniza, en Santiago de Chile

ceniza3.jpgSantiago (Jueves, 10-03-2011, Gaudium Press) Ayer al mediodía, el Arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati, encabezó la misa de Miércoles de Ceniza; tradicional celebración con que la Iglesia da inicio al tiempo litúrgico de Cuaresma. La eucaristía se efectuó en la Catedral Metropolitana y fue concelebrada por el Vicario de la Zona Oeste, monseñor Héctor Gallarado y por el Deán de la Catedral, monseñor Juan Suárez, entre otros sacerdotes.

En su homilía, el prelado señaló que durante estos cuarenta días la Iglesia invita a todos los fieles a perseverar en la oración, practicar el ayuno y profundizar la conversión en Cristo; especialmente a través de la solidaridad con los más necesitados.

En relación al signo de la ceniza, el Pastor de Santiago dijo que representa «un llamado a la comunidad cristiana, una invitación a acoger la acción misericordiosa de Dios para volver a Él». Y añadió que recibir la ceniza «permite reconocernos pecadores y penitentes, que, sin embargo, se reconocen pecadores perdonados por Dios (…) reconciliados por la pasión, muerte y resurrección del Señor».

Asimismo expresó que «hablar de sobriedad, austeridad, ayuno, parecería evocar palabras anacrónicas, especialmente en una sociedad como la nuestra que busca el bienestar y la saciedad y el consumo». Pese a esto -continuó- «es justamente la saciedad y la falta de austeridad que embotan la mirada de la inteligencia y del corazón hasta hacernos insensibles a los llamados de Dios y de los hermanos».

Al finalizar sus palabras, monseñor Ezzati, aclaró que «el ayuno no es una conquista ascética, ni un a farisaica ostentación de justicia, sino el signo de una disponibilidad total a Dios y a los hermanos». Y agregó que esta práctica «debe expresarse en la conversión del corazón. Negarse a sí mismo no es por lo tanto un acto de autoflagelación, sino dejar de considerarse como el centro y el valor supremo (…) si no cambia el corazón, no cambia nada».

 

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