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"Debo seguir, me lo ha dicho Juan Pablo II"

Ciudad de México (Miércoles, 27-04-2011, Gaudium Press) Anna Zarnecki tiene varios hechos de dolor para contar de su vida:

«En Siberia estaba yo muriendo de hambre pues teníamos que trabajar arduamente y vender nuestra propia ropa para sobrevivir, allá viví un momento en donde sentí que se acabó todo y perdí el conocimiento. Recuerdo que iba con mi hermana cargando leña para calentar la comida y me caí inconsciente. Mi hermana me llevó a casa muy espantada. Por la noche llegó un paquete de la Cruz Roja Internacional. ¿A poco no es grande Dios? Siempre me ha cuidado, qué más quisiera yo», así relata Anna un hecho solo de su dura experiencia de exilio en la Siberia soviética, durante la Segunda Guerra Mundial.

De los aproximadamente un millón 700 polacos que Stalin deportó a Siberia, 1.500 llegaron a Santa Rosa, en León Guanajuato, México, como refugiados. Allí, en 1979, un también polaco, solo que Sumo Pontífice de la Iglesia católica, se encontraría con ellos. A continuación el reportaje realizado por el Servicio de Información de la Arquidiócesis de México (SIAME) a Anna Zarnecki:

Llena de bendiciones

«Nos emocionamos mucho -cuenta Anna, decíamos que venía a México a vernos a nosotros antes que a muchos, la comunidad polaca en México estaba vuelta loca. El señor Scorina (q.e.p.d) organizó todo, en entrevistas con el Nuncio Apostólico; nos consiguió un espacio en el aeropuerto, luego un encuentro con Juan Pablo II».

Zarnecki pintó por vez primera al Papa polaco y, en el encuentro con la comunidad polaca en México, ella le regaló al cuadro al Santo Padre: «Me agarró mi mano, me la apretó, me dio una fuerza que de veras admiro, que no entiendo qué cosa fue, el Papa hizo un milagro en mi alma. Me bendijo y me dio vida. Digo que yo estaba medio muerta, después de tanto sufrir, queda uno bajo de ánimo.

-¿Qué le dijo el Santo Padre?

-Me preguntó primero cuándo llegué a México, le contesté que había llegado con todos los refugiados que veníamos de Siberia, éramos mil 500, de esos 450 eran niños y huérfanos. Él entonces dijo: «El mismo camino de dolor recorrimos pero hay que seguir, hay que seguir». ¿Creerá que después, ya al despedirse, el Santo Padre me insistió: ¡hay que seguir! Y, bueno, yo sigo.

«La segunda vez cuando vino, le obsequié otro cuadro, más grande de un abrazo del Papa con el cardenal Stefan Wyszynsk. Me dio la bendición; le obsequié mi libro Polonia, viento y tinieblas que habla de cuando estuvimos en Siberia… me volvió a dar otra bendición. Por bendiciones no paro. Soy muy feliz de que el Papa me haya hecho el favor de bendecirme».

Ahora, después de muchos años, Zarneki ha pintado más de 450 cuadros y ha servido con tesón y caridad en la Cruz Roja hasta lograr la máxima condecoración de su patria y del voluntariado, dice sentirse cansada: «pero recuerdo sus palabras ‘hay que seguir’; así que sigo todavía luchando».

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