sábado, 27 de abril de 2024
Gaudium news > Perennidad y actualidad en la Doctrina del Doctor Angélico

Perennidad y actualidad en la Doctrina del Doctor Angélico

Redacción (Viernes, 16-09-2011, Gaudium Press) Santo Tomás de Aquino marcó los acontecimientos de la Iglesia. Por un rico soplo del Espíritu Santo, supo él conjugar las verdades filosóficas y teológicas como procedentes de la Verdad Creadora e Inteligencia Suprema. Él es el autor de la verdad natural, como también de la revelada, por lo tanto, hay un necesario y perfecto entrelazamiento entre razón y fe. En su mente encontramos un encaramado resumen de toda la ciencia de la Edad Media, hasta la del mundo antiguo, purificada y santificada; allí estaban la Filosofía y la Teología conducidas a una perfecta unión. Por eso no debemos considerar sus obras como simples ensayos de Teología o de Filosofía, sino un verdadero monumento-síntesis de enorme envergadura y profundidad. De ahí se torna comprensible aún hoy el motivo por el cual se debe buscar en Santo Tomás una de las más bellas aplicaciones del método, o mejor todavía diciendo, la lógica en toda la fuerza de su claridad y penetración y nunca con los obstáculos que la envolvieron en los siglos posteriores.

3655_M_6b651008.jpgYa sea en el alma de los santos o en la voz del Magisterio de la Iglesia, siempre hubo un reconocimiento del genio divino con el cual el Doctor Angélico elaboró su Suma Teológica, discerniendo y desarrollando todos los ramos del conocimiento humano, agrupándolos, entrelazándolos y entregándolos al servicio de la fe. Es en esa perspectiva que encontramos a San Alberto Magno abismado delante de la Suma Teológica producida por su ex-alumno, cuando con mucho esfuerzo intentaba él avanzar la suya, que hace cierto tiempo comenzara.

Cuando Alberto leyó la Suma de su antiguo alumno, exclamó maravillado: «¡Esto es perfecto y definitivo!» Y se abstuvo de continuar la suya. El Concilio de Trento confirmó su parecer: sobre la mesa de la sala, colocó a lado de la Biblia la Suma de Santo Tomás, como Testamento de la Edad Media.

El brillo de la fulgurante aura de Santo Tomás no quedó circunscrito a la Edad Media; aún hoy sus luces nos asisten con sus rayos.

En la carta Lumen Ecclesiae, del Siervo de Dios Pablo VI, dirigida al Superior General de los Dominicos por ocasión del VII centenario de la muerte del gran doctor de la Iglesia, encontramos este importante elogio:

También el Concilio Vaticano II recomendó, dos veces, Santo Tomás a las escuelas católicas. Con efecto, al tratar de la formación sacerdotal, afirmó: «Para explicar de la forma más completa posible los misterios de la salvación, aprendan los alumnos a profundizarse en ellos y a descubrir su conexión, por medio de la especulación, bajo el magisterio de Santo Tomás». El mismo Concilio Ecuménico, en la Declaración sobre la Educación Cristiana, exhorta a las escuelas de nivel superior a buscar que, «estudiando con esmero las nuevas investigaciones de progreso contemporáneo, se perciba más profundamente cómo la fe y la razón tienen la misma verdad»; y enseguida afirma que para ese fin es necesario seguir los pasos de los doctores de la Iglesia, sobretodo de Santo Tomás. Es la primera vez que un Concilio Ecuménico recomienda un teólogo, y éste es Santo Tomás. Cuanto a nosotros, basta, entre otras cosas, repetir las palabras que pronunciamos en otra ocasión: «Aquellos que tienen la misión de enseñar […] escuchen con reverencia la voz de los doctores de la Iglesia, entre los cuales ocupa lugar eminente Santo Tomás. […] Su doctrina es un eficacísimo instrumento, no solo para establecer bien los fundamentos de la fe, sino también para retirar de ella, de modo útil y seguro, frutos de un sano progreso».

En el nuevo Código de Derecho Canónico -una de las obras de gran envergadura del pontificado del Siervo de Dios Juan Pablo II-, la doctrina teológica de Tomás de Aquino se torna, por decir así, en «ley» de la Iglesia. Al tratar de la formación de los clérigos, el Código recomienda:

Cân. 252 § 3. – Haya clases de Teología dogmática, fundamentada siempre en la palabra de Dios escrita, junto con la sagrada Tradición, por las cuales los alumnos aprendan a penetrar de manera más profunda los misterios de la salvación, teniendo por maestro principalmente a Santo Tomás.

tomas_aquino.JPGEs particularmente significativo el empeño de Juan Pablo II en resaltar la actualidad de la doctrina tomista. Materia en la cual ese Papa de feliz memoria tiene una especial autoridad, no solo en el transcurso de su formación en el «Angelicum» de Roma, como también por haber vivido intensamente los problemas y las contradicciones del siglo XX, ejerciendo su actividad docente y ministerial en un país en que se confrontaban de forma aguda las ideologías que llevaran el racionalismo al extremo del ateísmo, a pesar de que allí se perpetuó una comunidad eclesial pujante y de sólida fe.

El 13 de setiembre de 1980, al recibir a los participantes del VIII Congreso Tomista Internacional, con ocasión del centenario de la encíclica Aeterni Patris, de su predecesor León XIII, el Papa Juan Pablo II afirmaba:

Gracias a las directrices de la Aeterni Patris, de León XIII, que con tal documento -que tenía como subtítulo «De philosophia christiana… ad mentem sancti Thomae… in scholis catholicis instaurandis»- manifestaba la consciencia de haber llegado a una crisis, una ruptura y un conflicto o, por lo menos, un ofuscamiento acerca de la relación entre la razón y la fe. En el interior de la cultura del siglo XIX se podrían, de hecho, reconocer dos actitudes extremas: el racionalismo (la razón sin fe) y el fideísmo (la fe sin razón). La cultura cristiana se movía entre esos dos extremos, tendiendo hacia una parte o hacia otra. El Concilio Vaticano I había dicho su palabra al respecto. Era ahora tiempo de imprimir nuevo curso a los estudios en el interior de la Iglesia. León XIII se aplicó, con clarividencia, a esa tarea, representando -y este, sentido de instaurar- el pensamiento perenne de la Iglesia, en la límpida y profunda metodología del Doctor Angélico.

Resaltó también el Siervo de Dios Juan Pablo II, en esa ocasión, el papel de destacadísimo que ocupa el Doctor Angélico por la «Fidelidad a la voz de las cosas creadas, para construir el edificio de la Filosofía» y por la «fidelidad a la voz de la Iglesia, para construir el edificio de la Teología». Esta fidelidad a la verdad hace de Aquinate «la motivación de la preferencia dada por la Iglesia al método y a la doctrina del Doctor Angélico. Lejos de preferencia exclusiva, se trata de referencia ejemplar». 6

Justo equilibrio entre fe y razón

Es, sin embargo, en la encíclica Fides et Ratio, que el Papa torna más candente la actualidad del tomismo, proponiéndolo como justo equilibrio entre la fe y la razón, «las dos alas del espíritu humano»:

Aunque subrayando el carácter sobrenatural de la fe, el Doctor Angélico no olvidó el valor de la racionabilidad de la misma; antes, consiguió penetrar profundamente y especificar el sentido de tal racionabilidad. […] Precisamente por ese motivo es que Santo Tomás fue siempre propuesto por la Iglesia como maestro de pensamiento y modelo en cuanto al modo recto de hacer Teología. […]
El punto central y como la esencia de la solución que él dio al problema nuevamente puesto de la contraposición entre razón y fe, con la genialidad de su intuito profético, fue el de la conciliación entre la secularidad del mundo y la radicalidad del Evangelio, evitando, por un lado, aquella tendencia antinatural que niega el mundo y sus valores, pero, por otro, sin faltar a las exigencias supremas ( ) de la orden sobrenatural».

Benedicto XVI resalta nuevamente su actualidad

Nos cabe además, recordar un reciente discurso de Su Santidad Benedicto XVI, felizmente reinante, sobre el Doctor Angélico, resaltando su actualidad como solución para el inconsistente conflicto entre fe y razón:

Con su carisma de filósofo y teólogo, él [Santo Tomás] ofrece un válido modelo de armonía entre razón y fe, dimensiones del espíritu humano, que se realizan plenamente en el encuentro y en el diálogo recíproco. […] La relación entre fe y razón constituye un desafío serio para la cultura actualmente dominante en el mundo occidental y, precisamente por eso, el amado Juan Pablo II quiso dedicarle una Encíclica, titulada Fides et ratio, «Fe y razón». […]

Cuando es auténtica, la fe cristiana no mortifica la libertad y la razón humana; […] La fe supone la razón y la perfecciona y la razón, iluminada por la fe, encuentra la fuerza para elevarse al conocimiento de Dios y de las realidades espirituales.

Otros elogios de Papas y catedráticos

Todavía sobre la consagración histórica y universal de Santo Tomás en cuanto filósofo y teólogo, valdría la pena recordar el hecho de que el Papa Juan XXII haya afirmado que se aprende más durante un año de estudios dedicado a sus obras, en comparación a décadas consagradas a la profundización en los escritos de otros autores.

Es indispensable, además, reconocer los méritos del Papa León XIII de resaltar los valores científicos de las explicitaciones de Santo Tomás. Fue por una acción directa suya -en el siglo XIX, por lo tanto- que surgieron centros de estudios tomistas en las universidades católicas, propiciando, de esa forma, la influencia del Doctor Angélico en los descubrimientos e investigaciones de la ciencia. La Biología, la Química y la propia Psicología experimental en sus nuevas conquistas se enriquecieron, así, con la sabia doctrinaria antigua. Importantes universidades modernas del continente europeo, como también del americano, pasaron a abrevar en los grandes principios tomistas; por ejemplo, Harvard, Oxford, Sorbone y Louvain. No fue sin razón que Etiènne Gilson, conceptuado catedrático de Sorbone, confirió a Santo Tomás el título de Padre de la Filosofía Moderna.

Por Mons. João Scognamiglio Clá Dias E.P.

Deje su Comentario

Noticias Relacionadas