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El Alma Separada del Cuerpo – II Parte

Redacción (Viernes, 23-09-2011, Gaudium Press)

Basado en Santo Tomás, el articulista describe en un lenguaje asequible la propiedades y características de la operación del alma humana, cuando esta se encuentra separada del cuerpo después de la muerte:

¿Pueden las almas separadas del cuerpo conocer lo que pasa en la Tierra?

Santo Tomás comienza, en principio, negando esta hipótesis. Cita San Gregorio: «Los muertos no saben cómo está organizada la vida de aquellos que, después de ellos, viven en la carne; la vida del espíritu es muy diferente de la vida de la carne. Así como las cosas corpóreas y las incorpóreas difieren en género, también se distinguen por el conocimiento».

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De acuerdo a Santo Tomás «parece más probable que las almas de los santos, que ven a Dios, conozcan» lo que sucede en la tierra

En lo que se refiere a los bienaventurados, entretanto, San Gregorio realza que «no se debe pensar la misma cosa respecto al alma de los santos. Para aquellas, con efecto, que ven por dentro la claridad de Dios todopoderoso, no se debe absolutamente creer que reste fuera alguna cosa que ignoren».

Opinión también contestada por San Agustín [«Mi madre, que tanto hizo por mí en la tierra, después no me apareció nunca más»], reproducida por Santo Tomás.

Santo Tomás, sin embargo, acaba concluyendo que «parece más probable que las almas de los santos, que ven a Dios, conozcan todo lo que aquí sucede». Y enuncia tres observaciones que enriquecen el tema:

1ª – Los muertos pueden preocuparse por las cosas del mundo, aunque las ignoren concretamente. De la misma manera que cuando rezamos por el alma de un fallecido, sin saber si está efectivamente en el purgatorio o no.

2ª – Pueden tomar conocimiento de las cosas de este mundo por informaciones que les lleguen, sea por los ángeles, sea por los demonios o también por divina revelación, sobre todo por algún hecho que les diga más especialmente respecto (conocidos, familiares).

3ª – Por especial permiso divino, pueden obtener conocimiento por otras almas, directamente o por medio de ángeles.
Royo Marín aclara ser necesario -para abarcar mejor el tema del conocimiento de las almas separadas de sus cuerpos- distinguir las almas que saldrán de este mundo en estado de gracia y las que saldrán en estado de pecado mortal, y también las que quedaron solamente con el pecado original.

Para los bienaventurados, dice, no hay la menor sombra de duda que son aclaradas por lo que hay de más central e importante en la vida sobrenatural: la vida íntima de Dios.

Para las almas del purgatorio, no consta que reciban, después de separadas del cuerpo, nuevas iluminaciones sobrenaturales, pues éstas serían un premio para ellas, lo que no les es más dado en aquel estado.

En cuanto a los condenados al infierno, no conservan ningún conocimiento sobrenatural, pues éste es una virtud sobrenatural y al morir pierden todo y cualquier resquicio de fe. Conservan tan solamente los conocimientos de la antigua fe, pero como conocimientos estrictamente materiales (memoria).

Tipos de relacionamiento de las almas separadas

Con Dios se da el relacionamiento más íntimo y perfecto a través de la visión beatífica.

Las almas del purgatorio poseen una contemplación infusa, por la influencia de los dones del Espíritu Santo. Nada impide que reciban iluminaciones preternaturales (esto es, por encima de su naturaleza propia), aunque no se pueda afirmarlo con seguridad.

Los condenados, a su vez, solo tienen un conocimiento natural de Dios y como restos de conocimiento tenidos en la vida terrestre. Lo odian irreductiblemente.

4001_M_f064d7b8.jpgLa comunicación con los ángeles se da por locución intelectual a la manera propia de ellos, por una especie de irradiación o transmisión directa del pensamiento, por intuición. El ángel, siendo de una naturaleza intelectual superior a la del alma separada, concibe pensamientos de una inteligibilidad superior al alma separada, que ésta no puede alcanzar en vista de su debilidad. Así, aparentemente se podría pensar que no puede haber comunicación entre los ángeles y las almas separadas. Entretanto, sucede que el lenguaje exterior, que comunicamos por medio de la voz, solamente nos es necesario en vista de nuestro cuerpo. Es la razón por la cual no conviene ni a los ángeles, ni a las almas separadas, que solo conocen el lenguaje interior. Ahora, este lenguaje no consiste solamente en hablar consigo mismo a través de la formación de conceptos, sino también en ordenar – por medio de la voluntad para los ángeles y de la sensibilidad para los hombres – este concepto en vista de poder transmitirlo a otros. O sea, es solamente por metáfora que se usa el término de lenguaje de los puros espíritus para significar el poder que tienen de manifestar su pensamiento.

Con las demás almas separadas es que ocurre el modo de comunicación más natural de las almas en este estado. Es hecho a la manera del relacionamiento con los ángeles, pero de manera más connatural y perfecta: «por semejanzas impresas por Dios, que no llegan a representar perfectamente a los ángeles, porque la naturaleza del alma es inferior a la del ángel».

Con los hombres, ordinaria y normalmente, por su estado natural de entonces, no pueden comunicarse las almas separadas. Entretanto, por especial disposición de Dios, puede darse este relacionamiento.

Conviene resaltar que el alma humana separada de su cuerpo no puede (por sí misma) aparecer a los hombres, por lo menos por sus propias potencias naturales en aquel estado. Según Dumouch (1992, pp. 244-248, artigos 6-8), la razón de esta incapacidad está ligada al hecho de que, entre las naturalezas espirituales existentes, ella es la menos perfecta de ellas. Cuanto más una naturaleza espiritual es perfecta, más el conocimiento que ella tiene de las realidades es universal y simple. Y constituye un principio en toda la creación que la capacidad de actuar es consecuencia de la universalidad del conocimiento. Así, Dios, que es la esencia de la perfección, conoce todas las cosas por medio de un solo concepto, que es su propia esencia. El poder de su acción es proporcionado a la perfección de su espíritu: así, Dios puede hacer todo aquello que es factible.

Cómo se aparecen los ángeles a los hombres

1206_M_fbe5a36a2.jpgLos ángeles, que son seres intermediarios entre Dios y los hombres, conocen por medio de diversas especies inteligibles. Cuanto más estuvieren próximos de Dios por su esencia, más su conocimiento natural es simple y concomitantemente profundo. Por el simple poder intelectual, y sin necesidad de la facultad de conocimientos sensibles, son aptos a conocer todos los singulares materiales. Son así capaces, por naturaleza, de mover todos los cuerpos materiales por el simple poder de su espíritu. Así es que pueden aparecer a los hombres plasmando «cuerpos» modelados por ellos. El caso narrado en el libro de Tobías es bien ilustrativo de esta hipótesis. Con efecto, dijo el ángel que le apareció: «Os parecía que yo comía y bebía con vosotros, pero mi alimento es un manjar invisible, y mi bebida no puede ser vista por los hombres». De la misma forma pueden los ángeles influenciar a los hombres, sea actuando sobre su imaginación, sea moviendo afuera su facultad motora, lo que puede ser comprobado, con los ángeles decaídos, por ejemplo, en los casos de posesión demoníaca.

Finalmente, el hombre – el más débil de los espíritus – solo conoce las realidades de modo progresivo, por medio de las sensaciones a través de las cuales abstrae lo inteligible. Su conocimiento parte, pues, de aquello que es singular. También, por su naturaleza, solo es llevado a mover un único cuerpo, que es el suyo. Le es imposible, por su propia voluntad, imprimir auto-movimiento a otra cosa sino su propio cuerpo.

Conclusión

Para finalizar, no se puede dejar de reconocer que imposible sería que Dios no permitiese a las almas separadas de sus cuerpos continuar conociendo, pues, aunque la muerte sea fruto del pecado original, el destino eterno de cada uno no puede pasar por un proceso – aún provisorio – como que de «amnesia» o inconsciencia, tesis condenadas, como ya afirmamos, por la Iglesia. Dios no sería la propia Bondad si nos sometiese a igual condición, que más bien sería un rebajamiento en el orden ontológico. Aún porque, todas las almas en la eternidad ya fueron juzgadas y parte de ellas favorablemente, con derecho al pleno conocimiento de la Causa de las causas. No tendría sentido privar almas justas – que ya dieron pruebas, por tanto, de su amor para con el Creador – del conocimiento de Él, mientras no resucitasen sus cuerpos.

Quedan así dadas estas consideraciones sobre un asunto poco focalizado hoy en día en lo que se refiere a nuestra vida post-terrenal, por lo menos en el período que antecede a la resurrección. Pretendíamos llevarlas al conocimiento de los estudiosos en el asunto – o simplemente cautivados por la temática – especialmente para servir de auxilio para proporcionar una vida espiritual más intensa, que revierta en una dedicación vigorosa y dinámica para la Nueva Evangelización y, ipso facto, a los intereses de la Iglesia en general.

Por Guy de Ridder

 

 

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