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El Anuncio de la Belleza de Dios en la Era Digital

Bogotá (Lunes, 26-09-2011, Gaudium Press) Que los ambientes digitales son cada vez más un escenario privilegiado para las relaciones humanas, es algo ya incontestable.

En este momento, hay más de 800 millones de usuarios de Facebook, cada uno de ellos con un promedio de 130 amigos en esa red, y con más de 900 millones de objetos -tales como páginas, grupos, eventos y ‘community pages’- con los que interactúan (cfr. http://www.facebook.com/press/info.php?statistics).

«Hace cinco años esta semana, un pequeño equipo de personas comenzó a trabajar en un prototipo de servicio que hoy conocemos como Twitter. El 21 de marzo de 2006, Jack Dorsey (@jack) envió el primer Tweet». Así inicia su exposición un blog de estadísticas del conocido servicio de comunicación por internet (cfr. http://blog.twitter.com/2011/03/numbers.html). Ese mismo blog aporta datos que hablan por sí mismos de la magnitud de las comunicaciones cibernéticas actuales: En marzo de este año se enviaban un promedio de 140 millones de tweets por día. También en marzo-2011, en promedio, se crearon 460.000 nuevas cuentas de Twitter cada día.

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«La Belleza de una liturgia celebrada con… belleza«

Desde la construcción de Twitter, se tardó 3 años, 2 meses y 1 día en que se completarán los 1.000 millones de tweets enviados. En marzo de este año, esos 1.000 millones de tweets se enviaban en una semana.

Y así podríamos seguir, en estadísticas que más o menos todos conocemos o intuimos.

Es claro que esos datos no pueden llevar a una euforia sin sentido, creyendo que la simple difusión de los recursos tecnológicos de este tipo constituye un bien para la humanidad. No es esa, por lo demás, la mente de la Iglesia cuando analiza la expansión de las comunicaciones digitales y las cosas que allí se comunican.

En febrero de este año, una investigación de la firma BitDefender, realizada en España, Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania, reveló el escabroso dato de que los niños comienzan a interesarse por las búsquedas de contenidos para adultos en internet a los 11 años en promedio y que el 95% de los padres reportó que ha encontrado a sus hijos accediendo a sitios inapropiados. Los chicos seguían en buena parte la estela dejada por sus progenitores: la investigación reveló que el 62% de los padres había buscado y accedido a sitios con esta clase de contenido (cfr. http://www.enter.co/internet/ninos-consultan-pornografia-en-internet-desde-los-11-anos-de-edad/). Ya en el 2006, las estadísticas mostraban que, en los EE.UU., el porcentaje de usuarios de internet que veía pornografía era del 42%; el 34% de los usuarios recibía exposición no solicitada de material con contenido sexual, el 47% de los cristianos decía que la pornografía era el principal problema en su casa, y uno de cada tres usuarios de internet que accedían a pornografía eran mujeres (cfr. http://www.familysafemedia.com/pornography_statistics.html).

Entretanto, el análisis de la comunicación por internet -fenómeno éste «característico de nuestro tiempo», como lo calificó Benedicto XVI- no puede ser negligenciado por parte de los agentes pastorales, pues este tipo de comunicación está ocasionando tal vez la más abrupta trasformación cultural de toda la historia de la humanidad: «Se extiende cada vez más la opinión de que, así como la revolución industrial produjo un cambio profundo en la sociedad, por las novedades introducidas en el ciclo productivo y en la vida de los trabajadores, la amplia transformación en el campo de las comunicaciones dirige las grandes mutaciones culturales y sociales de hoy. Las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de comunicar, sino la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos ante una vasta transformación cultural. Junto a ese modo de difundir información y conocimientos, nace un nuevo modo de aprender y de pensar, así como nuevas oportunidades para establecer relaciones y construir lazos de comunión.» (Benedicto XVI – Mensaje con ocasión de la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales)

Es decir, que la necesaria y adecuada ‘inculturación’ para la trasmisión del Evangelio, es cada vez menos la requerida para una u otra zona geográfica, cuanto la necesaria para el conocimiento de la cultura ‘universal’ de la cada vez más real ‘aldea global’; una aldea que conserva muchas diferencias propias en cada uno de sus ambientes, pero en la que también cada vez más se expanden los patrones homogéneos. Un chico de Singapur es hoy muchísimo más parecido a su equivalente americano o sudafricano de lo que era hace muy pocos años.

Una inculturación que implica pues, según las condiciones señaladas arriba por el Papa, el profundizar en el conocimiento de los nuevos modos de aprender y de pensar de los habitantes de la aldea global, en cómo ellos se relacionan, emprenden, viven. En fin, una inculturación que requiere una profundización cada vez más acuciosa y detallada del perfil psicológico y espiritual del ‘habitante digital’.

En ese sentido, constatamos, junto con el Papa, que el hombre y característicamente el joven de nuestros tiempos, aun es sensible al salvífico y necesario mensaje de la Belleza Cristiana.

Atraído y tal vez ya subyugado por las engañosas mieles de una falsa belleza, de la falsa felicidad del placer desmedido, el hombre moderno se parece cada vez más al Hijo Pródigo hastiado ya de pelear la comida con los cerdos.

El Hijo Pródigo de la Escritura recordó las bondades de la casa de su juventud y pidió a su Padre ser allí readmitido, aunque fuese solo como sirviente. Es el caso de muchas personas que después de una vida descarriada, buscan nuevamente refugio en la Iglesia que habían abandonado. Entretanto, hay hoy muchos hijos pródigos que ni siquiera conocieron la morada paterna, pero que tienen el ansia de hallarla, pues al final todos queremos vivir en Dios, que es el sublime Refugio al que nuestras almas tienden con sus más profundas fuerzas. ¿Cómo hablar a estas personas, sedientas de Dios muchas veces sin saberlo?

El Sumo Pontífice acaba de concluir su peregrinaje en Alemania. El sábado anterior al viaje, el Papa se había dirigido a sus coterráneos a través de la televisión pública y expresó que buscaría ayudarles a aumentar su «percepción de Dios». De múltiples formas; también instruyéndolos en la Via Pulchritudinis, la vía de la Belleza para llegar a Dios.

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«La belleza de una catedral construida con… belleza»    – Catedral de Chartes

«Podemos intuir algo de la grandeza de Dios en la grandeza del cosmos – explicó el Pontífice en esa ocasión. (…) En la gran racionalidad del mundo podemos intuir el espíritu del Creador del cual proviene, y en la belleza de la creación podemos intuir algo de la belleza, de la grandeza y también de la bondad de Dios». Es claro, esta belleza de Dios manifiesta en el universo también está presente en las Sagradas Escrituras, en las múltiples realidades de la Iglesia, en las vidas de los santos y de «tantas personas sencillas de las que nadie habla. Sin embargo, cuando nos encontramos con ellos, de ellas emana algo de bondad, sinceridad, alegría y sabemos que ahí está Dios y que Él nos toca también a nosotros».

Este contacto con Dios a través de la belleza verdadera, haría -según el Papa- que los hombres vuelvan «a ser personas por las que entre en el mundo una luz de la esperanza, que es luz que viene de Dios y que nos ayuda a vivir».

El Hombre moderno, y el joven moderno, teniendo incluso corazón de piedra para muchos salvíficos llamados, no es aún insensible a la Belleza que salva.

«Quizás os ha pasado alguna vez frente a una escultura, un cuadro, algunos versos de una poesía, o una pieza musical, de sentir en vuestro interior una íntima emoción, una sensación de alegría, de percibir claramente que frente a vosotros no había solamente materia, un pedazo de mármol o de bronce, un lienzo pintado, un conjunto de letras o un cúmulo de sonidos, sino algo más grande, algo que ‘habla’, capaz de tocar el corazón, de comunicar un mensaje, de elevar el ánimo», había señalado Benedicto XVI en la audiencia general del 31 de agosto pasado.

El Papa hablaba de algo ‘más allá’ del deleite estético, de «una puerta abierta hacia el infinito, hacia una belleza y una verdad que trascienden lo cotidiano».

Es claro que la belleza que ayuda a trascender hacia la Belleza Absoluta está presente también en el relato de la vida de un santo, narrado o escrito con… belleza. En una bella liturgia realizada con… belleza y pulcritud. En una bella catedral o iglesia construidas con… belleza. Etc. La belleza y el cultivo de la belleza no pueden ser descuidados por el apóstol, pues tienen hoy una enorme función social.

Esta verdadera belleza conserva intacto en nuestros días su poder de atracción, e incluso va aumentando su resplandor y con ello su encanto, pues cuando las luces se apagan, las que restan brillan más.

Difundir la Verdad de la Iglesia, que es Nuestro Señor Jesucristo, mostrar su infinita Bondad proveniente de su Corazón Divino, haciendo entretanto un énfasis especial en su Belleza, que se trasparenta en la verdad, en la bondad y en la belleza de la Iglesia: todo un programa que puede ser cumplido, y con suma eficacia creemos, en la era digital y a través de los medios digitales.

Por Saúl Castiblanco

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