miércoles, 08 de mayo de 2024
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La solución es tal vez la papa… o unas buenas vacaciones

Bogotá (Martes, 22-11-2011, Gaudium Press) La hipertensión. Mal de nuestro tiempo. Según la OMS la elevada tensión arterial es causa de un 50% de las enfermedades cardiovasculares en todo el mundo. «Se estima que unos nueve millones de fallecimientos y más de 75 millones de años de vida sana perdidos anualmente se deben a niveles peligrosos de tensión arterial o colesterol», dice un informe de ese organismo. Existen la nada pequeña cifra de 600 millones de personas en el mundo que sufren de presión arterial elevada.

Pero tranquilos, la solución ya está anunciada… ni pastillas perennes con efectos secundarios, ni arduos controles de alimentación, la solución parece estar en la papa.

Sí, la papa, pues como tiene un factor K muy alto, mucho potasio (cfr. «La Solución para la Hipertensión: Prevención y Cura Natural con el Factor K» de Richard D. Moore), y poca grasa (sí, ¡quién diría!), es el arma ideal para el combate contra tan terrible mal. Estudios recientes siguen comprobando esta verdad.

Entretanto, tiene que ser papa no freída en aceite común, o sin esa salsa grasosa -de esas deliciosas-, o sin esa exquisita mantequilla con la que a veces se le acompaña, porque si no, se sube el colesterol, y bueno, ahí sí es peor el remedio que la enfermedad… Por lo menos hasta que hallemos la papa deliciosa combinada con una rica mantequilla «zero-trans», o frita en un super-aceite genéticamente modificado hasta el «zero-trans».

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«Buscad el Reino de Dios y su justicia, y lo demás os será dado por acréscimo»

Sin embargo, parece que aunque comamos mucha papa-K -incluso sin sus ricos y grasosos aditamentos- si no cuidamos los malos hábitos, ni la papa nos salva del amenazante y terrible «asesino silencioso». Parece -según no pocos estudios- que lo más determinante en los altos grados de hipertensión es el estilo de vida, particularmente agitado, de nuestros días. Un ritmo de vida que lleva a ingerir comidas poco saludables y de mala manera; además, de las preocupaciones en exceso, constantes y angustiantes, todo lo que hoy se llama ‘stress’, que afecta y pone a funcionar en demasía el sistema nervioso simpático, causando que todo el organismo se «revolucione» en exceso, ocasionando hipertensión esencial.

El problema entonces, para la cura de la hipertensión, las úlceras, de muchas cefaleas, es como manejamos el ‘stress’.

«Una buenas vacaciones», dirá un iluminado, «donde cómodos, guindados porqué no en una hamaca, no hagamos nada por unos buenos días, mientras contemplamos el azul del mar». Sí, es claro: sí se ha vivido a «mil por hora» durante largo tiempo, es forzoso que antes que el ‘motor se quiebre’ nos demos un placentero y reparador periodo de descanso. Entretanto, ¡cuidado!: vacaciones o inactividad permanente o demasiado prolongadas también afectan la salud, pues nuestro cuerpo necesita un cierto grado de estrés para mantenerse sano, un estrés que mantenga actuante todo nuestro dinamismo vital. La cosa, pues, parece un tanto complicada.

Ahora, tal vez la solución para el estrés e hipertensión y muchos otros males está de pronto en las manillas-pulseras ‘energéticas’, o las ‘holográficas’, o las «ionizadas con turmalina», de moda por estos días. Sus anunciantes prometen que ellas desarrollan «el equilibrio, la flexibilidad, la fortaleza y bienestar general»… o a lo mejor sea más beneficioso, para las damas, «un brazalete de jade gemoterapéutico»…

Tras la anterior y un tanto irónica revisión, es imposible no sentir que muchos de nuestros contemporáneos no tienen claro el rumbo a seguir, y agobiados por sus problemas están abiertos al mensaje de cualquier encantador de Hamelin, que con buenas técnicas publicitarias promocione curas más o menos milagrosas, falaces normalmente o poco menos.

Y entretanto la solución de fondo a los problemas que nos aquejan sí está en Aquel que dijo «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida»; en ese Dios-Hombre que no promete evitarnos todos los sufrimientos, pero que nos indica que su «yugo es suave» y que su «carga es ligera».

El problema de fondo es que el hombre está ‘hecho’ con un ansia insaciable para buscar lo infinito, y cuando no lo encuentra en ‘x’ o ‘y’ camino u objeto, continúa su carrera -muchas veces por caminos locos- tras el absoluto-infinito no hallado.

Solo Dios infinito, hecho Hombre en las entrañas de una Virgen, con sus reglas, con sus normas, con su gracia, con su presencia en nuestras vidas, con su Iglesia, sólo Él es capaz de llenar de equilibrio al hombre, de darle esa felicidad ansiada, de colmar su sediente vacío existencial.

Con Él todo toma sentido: la seguridad de estar protegidos por Él, de ser sus hijos, nos dará una estabilidad imperturbable. El saber que el Universo no es sino un reflejo de él, permitirá que las vacaciones en el mar no nos hastíen sino que sea una prodigiosa escalera para subir a su encuentro. La moderación que impone la disciplina y ascéticas cristianas, serán la mejor salvaguarda de la salud, que incluso nos permitirá no huir de una deliciosas papas en salsa, incluso aunque tengan un poquito de colesterol…

No es rechazar de plano los recursos ofrecidos por la actual medicina o psicología o dietética o etc.: es saber que lo más importante es buscar el Reino de Dios y su justicia y que lo demás nos será dado por añadidura.

Por Saúl Castiblanco

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