domingo, 19 de mayo de 2024
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Cuatro mil jinetes acompañaron a Jesús Sacramentado en el tradicional “Cuasimodo” en Chile

Santiago (Martes, 17-04-2012, Gaudium Press) El pasado domingo 15 de abril se llevó a cabo en la comuna de Colina, en Santiago de Chile, una multitudinaria procesión a caballo para llevar la Eucaristía a los enfermos del lugar. La comitiva fue presidida por monseñor Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago, quien llevaba el Santísimo Sacramento en una carroza clásica. La tradicional cabalgada es llamada «Cuasimodo» por los católicos chilenos, quienes tomaron el nombre de las primeras palabras en latín de la antífona de entrada de la liturgia del segundo día de Pascua: «Quasi modo geniti infanti…» (Como niños recién nacidos…). Procesiones similares tienen lugar en todo el país suramericano, siendo la de Colina la más grande de todas.

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Fotos: Conferencia Episcopal de Chile

«La fe de ustedes es un ejemplo para todos los cristianos de Santiago y de Chile», expresó Mons. Ezzati a los más de cuatro mil jinetes y a la multitud que salió al encuentro de la procesión. «La fe y el amor de ustedes a Jesucristo en la Eucaristía es un signo hermoso del vigor de nuestra fe, de la fe de nuestro pueblo, que, a pesar de todas las dificultades y de todas oposiciones que podemos encontrar en el camino, atestiguan que Jesucristo, su Evangelio, está profundamente arraigado en la cultura de nuestro pueblo».

El Cuasimodo es una fiesta de gran colorido y tradición, para la cual los jinetes se visten de forma especial y portan grandes banderas que sirven de calle de honor para la Eucaristía. La procesión sugió espontáneamente, cuando los sacerdotes enfrentaban graves peligros para cumplir el mandato del Concilio de Trento de llevar la Eucaristía a los enfermos en el segundo domingo de Pascua. Ante los ataques que sufrían por parte de bandoleros que robaban incluso el copón con las hostias consagradas, grupos de hombres a caballo comenzaron a escoltar al Santísimo Sacramento.

Para Mons. Ezzati, el Cuasimodo «es un tesoro inapreciable» y sus participantes cumplen una función vital, pues «con su presencia masiva, de fe, están aquí para decirle al mundo y a Chile que el futuro de nuestro país no se puede construir sin fe, y si se construye sin fe no será el futuro de esperanza que todos anhelamos». El prelado también destacó como ejemplo la recta costumbre popular de arrodillarse al paso de la Eucaristía, que «significa desechar los ídolos, que muchas veces engañan con sus apariencias nuestra vida». Estas expresiones públicas de fe tienen para el Arzobispo una importancia especial: «estamos presentes en la construcción de este mundo aportándole lo que es lo esencial, su alma», concluyó.

Con información de Fides y Conferencia Episcopal de Chile

 

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