lunes, 06 de mayo de 2024
Gaudium news > Presidente Comisión Vida y Familia de episcopado brasileño habla con Gaudium Press sobre el Encuentro de las Familias en Milán

Presidente Comisión Vida y Familia de episcopado brasileño habla con Gaudium Press sobre el Encuentro de las Familias en Milán

Milán (Jueves, 31-05-2012, Gaudium Press) La familia brasileña puede dar un bello y particular testimonio al mundo occidental. Fue esa una de las aseveraciones de Mons. João Carlos Petrini, obispo de Camaçari (BA) y presidente de la Comisión Vida y Familia de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil (CNBB), quien habló con Gaudium Press sobre la realidad de la familia brasileña, y a diversos aspectos del concluido Encuentro Mundial de las Familias en Milán:

Gaudium Press – ¿Cuáles son sus primeras impresiones sobre el Encuentro Mundial de las Familias?

view.jpg
Para Mons. Petrini la familia brasileña «es una familia muy alegre»

Mons. João Carlos Petrini – Lo que más impresiona son las personas que llegan de diversos países. Son 135 países representados. Hay una facilidad de diálogo. Entonces, impresiona mucho como en el fondo esta realidad católica une personas tan diferentes. Historia, cultura, circunstancias de vida. Prevalece este sentimiento de unidad que deja siempre a las personas llenas de admiración y está también el efecto de un gran consuelo. No estamos solos, hay mucha gente también en otras partes del mundo que está haciendo este camino de fe, pero también de batalla para no perder la vida de la familia en circunstancias a veces muy hostiles.

GP – ¿De dónde y cuáles son las familias provenientes de Brasil?

Mons. Petrini – Hay familias un poco de todo Brasil, principalmente del sur, donde grandes movimientos familiares son tal vez más organizados. Las zonas de Brasil donde hay más recursos que tornan más fácil realizar un viaje largo.

GP – ¿Las familias más ricas ayudaron a las más pobres a participar?

Mons. Petrini – Ciertamente siempre sucede esto. Un núcleo, un grupo que se organiza, hay siempre alguien que dice ‘yo no puedo. Actualmente estoy sin recursos porque no trabajo hace tres meses’, etc. En grupo, generalmente hay esta facilidad de recoger de cada uno un poco para que tengan posibilidad de participar. Es una costumbre bellísima de la Iglesia católica que se renueva en circunstancias.

GP – Milán por pocos días se tornó una capital de las familias. ¿La familia brasileña cómo puede contribuir para la familia ambrosiana y no solamente ella?

Mons. Petrini – La característica de la familia brasileña es que es una familia muy alegre. El brasileño en general es el tipo humano lleno de esperanza, de iniciativa, de creatividad, que no se detiene ante una dificultad. Esto en la familia se torna muy importante, porque la familia está hecha de tantas expectativas, de tantas esperanzas, de tantas alegrías de lo cotidiano, también de pequeños dramas. Es importante en el día de hoy, tener esta mirada positiva también frente a las dificultades y los dramas. Porque creo que la cultura en la cual vivimos no es capaz de convivir con los dramas, tiende a no mirarlos, a ignorarlos, a substituirlos de un modo más banal. De vivir viendo pasar el tiempo, sin pensar en las dificultades. Tengo la impresión que también en Brasil esta realidad mundial tiene su importancia, sin embargo hay esta característica del espíritu brasileño que es muy diferente.

Yo noto que en Europa hay una tendencia a lamentarse. A lamentarse por todo, por las circunstancias, la vida, la familia, el clima, todo. Como una enfermedad de fondo, como si la mirada se concentrase solamente en aspectos menos positivos, menos bellos que las realidades. La familia brasileña puede contribuir en el sentido de la positividad casi espontánea. Después, cuando encuentra a Jesucristo, da una verdadera explosión de vida, de cultura, de atención hacia el otro. La esperanza que es capaz de atravesar también las dificultades.

GP – ¿Qué desea ver como fruto de este encuentro?

Mons. Petrini – Mi esperanza es que el tema de la relación entre el trabajo y la familia sea de fundamental importancia. Es muy poco sentido. Comienza a ser más sentido por toda la sociedad y también por la comunidad cristiana. A veces, por ingenuidad pierde cosas importantes. Una persona debe trabajar y está fuera de casa quince horas por día y después de un tiempo no se da cuenta que es un extraño para su hijo. Qué quiere decir: Si no se piensa un poco en estas situaciones acaba creando problemas previstos, sin buscar una respuesta adecuada. Ciertamente la relación entre trabajo y familia es de excepcional importancia. Que el trabajo se vuelve una idolatría.

Es verdad que es preciso trabajar, porque es preciso ganar dinero. Es necesario para mantener la familia. Es también verdad que a veces se exagera mucho. Porque muchas veces no hay una mirada equilibrada sobre ciertas necesidades. Quién sabe, uno de los dos podría trabajar menos, dedicarse más a los niños que están creciendo. Creo que una gran contribución de este VII Congreso Mundial de las Familias es que sea una ayuda para pensar en esta realidad del trabajo y en la relación de la familia, la procreación de los hijos, la convivencia de la pareja que no son perjudicados como aparece en el cotidiano de la familia.

El tema de la fiesta también es muy importante porque los miembros de la familia son capaces de alegrarse juntos como en el afecto que vive, en la reciprocidad de la dedicación. Un motivo para hacer fiesta ciertamente es una familia más alegre que tendrá una historia más larga. Porque se hace siempre fiesta. Cuando los campesinos terminaban la cosecha, se hacía fiesta de agradecimiento. Había el trabajo de quien había plantado, sembrado. Había también la lluvia y el sol que vinieron gratuitamente. Entonces había un sentido de gratitud, por una parte se miraba el trabajo hecho, pero por otro, la gracia de Dios que generó tantos bienes.

Entonces la idea de fiesta es asociada a una gratitud por alguna cosa de bello y grande que sucedió. En la vida de familia puede ocurrir algo parecido. Está el empeño del hombre para ser fiel a su mujer, para ocuparse de sus hijos, pero la experiencia de felicidad que se puede vivir en la familia es tan grande que no es el fruto del propio empeño, esto es más, es la gracia de Dios. Hacer fiesta, agradecer al Señor, ir juntos a la misa en clima de oración es ciertamente un hecho importante porque esto es lo que hace aparecer a los ojos de todos como algo grande que vale la pena ser vivido. (…) La grandeza de la familia tiene su medida.

GP – ¿La mirada brasileña sobre la relación familia-trabajo-fiesta?

Mons. Petrini – Yo diría que el brasileño es muy propenso para la fiesta. Tal vez más para la fiesta que para el trabajo por circunstancias históricas que no vale la pena recordar. Ciertamente la fiesta caracteriza un poco al alma brasileña. El peligro es que la fiesta acabe siendo fuera de la familia. Si el espíritu brasileño es que ama la fiesta, entonces que la fiesta sea amada en la familia. La fiesta del afecto, de la gratuidad, de la estima recíproca. La vida que se desarrolla en el vientre materno y se torna un verdadero milagro. Es preciso tener ojos para ver las razones de la fiesta en la familia.

GP – ¿En cuáles proyectos está trabajando la Comisión para la Vida y la Familia que usted dirige en la Conferencia Episcopal Brasileña? ¿Cómo se prepara para el Año de la Fe?

Mons. Petrini – Nosotros tenemos tres grandes proyectos. En primer lugar la formación. Porque en la realidad cultural se corre siempre el riesgo de estar muchos pasos atrás. La vida de la familia está muy ligada a aquella de nuestros abuelos, padres. El punto de encuentro de la familia como sacramento y la realidad actual con todas las complejidades y dificultades del mundo de hoy. Por eso ofrecemos muchos momentos de estudio. También otras iniciativas que van en esta dirección. Ayudar principalmente a las jóvenes generaciones a entender mejor lo que es la familia cristiana, cuáles son las características y valores específicos del Sacramento y los varios aspectos de la vida de la familia. Otro compromiso que tenemos es el de hacer diversas familias cristianas de vida fraterna. No que una familia sea aislada en los diversos desafíos de este tiempo. Sino que cultive sistemáticamente un poco la amistad con las familias con las cuales comparte el camino de la fe de rezar, de leer el Evangelio, pero también de compartir las preocupaciones, las esperanzas, el amor de modo tal que la familia se sienta acompañada por otras familias y por tanto tenga menos ocasiones de desánimo, de malestar.

Nuestro tercer compromiso es construir asociaciones de familias que puedan representar a la familia no como la Iglesia que habla, no como la pastoral de dialogar con los poderes públicos, sino que se reúnen para defender los propios intereses. Que puedan reunir estas asociaciones de familias a las personas que tienen en el corazón la familia, pero no están interesadas en estar en la pastoral de la familia. Entonces, que haya instrumentos civiles para poder dialogar. Es necesario preparar una realidad que tenga, desde el punto de vista civil, su dignidad y existencia con las personas jurídicas.

Nosotros vemos el Año de la Fe como un retomar del Concilio Vaticano II, no por acaso él inicia en el día del 50º aniversario del Concilio, y también los 20 años del Catecismo de la Iglesia Católica. Entonces, la mirada de la fe sobre todos estos 50 años, incluyendo también a veces con los conflictos, puntos de vista exagerados. Sin embargo, la mirada de la fe sobre lo que pueda ser importante y sobre el Espíritu Santo que guía la Iglesia. Que está también en el origen del Concilio. Por tanto, podemos intentar entender el recorrido que el espíritu cristiano requiere en este tiempo. La fe es siempre la misma, pero los desafíos cambian a cada instante. Entonces, es preciso buscar la verdad para ser portadores de la tradición de la Iglesia. No como personas que viven fuera del mundo, el tiempo y el espacio, sino realmente atentos a los desafíos de hoy.

Gaudium Press / Anna Artymiak

 

 

Deje su Comentario

Noticias Relacionadas