jueves, 28 de marzo de 2024
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La nueva evangelización necesita mártires, afirma nuevo Obispo de Búfalo, Estados Unidos.

Búfalo (Lunes, 13-08-2012, Gaudium Press) En una solemne Eucaristïa presidida por los Cardenales Edward Egan, Arzobispo emérito de Nueva York y Sean O’ Malley, Arzobispo de Boston, Mons. Richard Malone fue instalado como Obispo de Buffalo. Durante su homilía, el prelado destacó la necesidad del testimonio de los católicos, con la mismas características de aquél de los mártires, para poder llevar a cabo la Nueva Evangelización.

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Ceremonia de instalación de Mons. Richard Malone como Obispo de Búfalo, Estados Unidos.

«Es interesante, providencialmente desafiante, que las dos celebraciones litúrgicas de esta instalación coinciden con la fiesta de dos mártires», señaló el Obispo, recordando a Santa Teresa Benedicta de la Cruz, cuya memoria se celebraba en la víspera, y a San Lorenzo, fiesta recordada en esa Eucaristía. «Hay un mensaje acá, para mí y para todos nosotros», afirmó.

Tras agradecer al Santo Padre por la confianza expresada en su nombramiento y la presencia del Nuncio Apostólico Carlo María Vigano, además del Cardenal Timothy Dolan, Arzobispo de Nueva York, los Obispos, el clero y laicos presentes en la celebración, Mons. Malone se concentró en el significado y actualidad del martirio.

«Un mártir es, después de todo, un testigo en el sentido más literal», expresó el prelado. «Y un testigo es cualquiera quien su disciplina es tan auténtica, tan profunda, tan firme, tan creíble que está listo y dispuesto, con la gracia de Dios, a darlo todo, dejarlo todo, por Cristo y la Verdad que Él ha revelado… y hacerlo ante el miedo, el dolor, la burla, el rechazo, el sufrimiento, incluso la muerte. Es la entrega total de sí mismo en respuesta al amor de Cristo derramado por nosotros desde la Cruz».

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Mons. Richard Malone, durante la homilía, en la cual hizo un llamado a dar testimonio como lo hicieron los mártires.

El Obispo recordó que, para algunos, esto se cumple de una forma cruenta, como San Lorenzo, muerto entre las brasas ardientes, o Santa Teresa Benedicta de la Cruz, asesinada en un campo de concentración. Sin embargo, esta vocación es universal: «Para la mayoría de nosotros, nuestro testimonio es perseverar comprometidos a Cristo y el Evangelio, morir cada día a sí mismo, una y otra vez, en cosas grandes y pequeñas».

La entrega personal y sacrificada debe tener el mismo sentido y el mismo origen del testimonio del mártir, para lo cual debe hacerse con esperanza e, incluso, con alegría. Mons Malone recordó el pasaje evangélico del grano de trigo que debe caer en tierra y morir. «No morir es permanecer sin frutos, improductivo… verdaderamente muerto», explicó.

Este nivel de compromiso no es sólo necesario para la búsqueda personal de la santidad, sino que es condición indispensable para evangelizar. «Necesitamos la convicción de los mártires, su valor, tenacidad y desprendimiento – y esperanza – para ponernos de pie en medio de nuestra sociedad cada vez más relativista en defensa de estas verdades y valores tan amenazados en nuestro tiempo», exhortó el Obispo, recordando las amenazas actuales a los valores evangélicos, a la dignidad y sacralidad de la vida humana y a la familia como ejemplos de esta situación.

«Una Nueva Evangelización no es nuevo mensaje», describió Mons. Malone: «es un nuevo ímpetu, celo, urgencia y métodos nuevos, con un enfoque especial de llegar a los católicos inactivos». Volviendo su mirada a los mártires, el Obispo destacó la necesidad actual de su ejemplo. «El grano debe caer en tierra y morir si vamos a dar un testimonio creíble de Cristo, de la verdad. Y entonces la pregunta fuerte para cada nosotros es: ¿Qué debe morir en mí, en usted, para que crezcamos en santidad, y para que el trabajo de la nueva evangelización de buen fruto?»

Finalmente, invitó a los presentes a orar, expresando el deseo que tiene para su ministerio como Obispo de Búfalo: «Que tengamos la fe y el coraje de los mártires para arriesgarnos a hacer nuestras las palabras del beato Charles de Foucauld: Padre, me abandono en tus manos. Haz tú de mí lo que quieras. Sea lo que sea te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo con tal de que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Señor. Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de mi corazón. Porque te amo, y necesito darme a Ti, ponerme en tus manos, sin limitación, sin medida, porque Tú eres mi Padre. Amén».

 

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