Beijing (Viernes, 07-09-2012, Gaudium Press) El notable crecimiento de la Iglesia en China y sus roces con las autoridades que buscan controlarla, los continuos reportes de conversiones e iniciativas de evangelización con una marcada participación de los laicos, son señales de un cambio que podría alterar la geopolítica global: China está dirigiéndose hacia Cristo. Los cristianos podrían representar un tercio de la población china en unos treinta años, según estimativos del analista norteamericano David Aikman, lo que la convertiría en uno de los países con mayor número de creyentes. ¿Cuál es la causa de esta transformación que soprende a Occidente?
Miles de fieles acuden al Santuario Mariano de Sheshan, pese a las restricciones de las autoridades. |
El largo proceso que condujo a este país a un momento decisivo de su historia espiritual fue descrito por el Profesor Liu Peng, académico de Estudios Sociales en Beijing y experto en temas religiosos. Su análisis permite comprender el enorme desafío de la Iglesia Católica en China y el interés que la Santa Sede ha manifestado por el respeto a la libertad religiosa y la independencia de la Iglesia en el país. Para el analista, China está definiendo su futuro en el punto más esencial.
«El factor clave que determina el futuro del desarrollo de China no está en el reino de lo material, sino de lo espiritual», afirmó el académico. «¿Qué es lo que más le hace falta a China en el siglo XXI? ¡Fe!» Según el experto, la nación tiene todas las condiciones para asumir el papel protagónico que ya podría ejercer en la economía y la política mundiales, pero debe resolver antes sus vacíos. Los recientes escándalos de corrupción y los problemas de moralidad «son, en esencia, asuntos de fe. En esta área, los chinos están experimentando un serio vacío y confusión», describió el profesor.
La singular historia religiosa de China
En un completo análisis publicado en una serie de artículos por la agencia Asia News, el prof. Peng describió la historia religiosa de China, desde su época feudal hasta la actualidad.
El experto expuso que la estabilidad milenaria del régimen feudal tenía un sustento espiritual en la filosofía confusionista, a la cual le dio un cierto carácter de religión e institucionalidad. Además, permitió la p?actica del budismo y el taoísmo en un segundo nivel de la sociedad, mientras que otras creencias eran espontáneamente vividas por la base de la población. La caída de la última dinastía feudal ocasionó un primer momento de crisis espiritual a inicios del siglo XX.
En el lapso de las primeras décadas desde 1911, China sufrió un impulso revolucionario de reemplazar la religión y el estado tradicionales por el cientificismo y la democracia, al tiempo que experimentó la llegada de nuevas creencias. Los enormes cambios de la época causaron una confusión en el ideal de la nación. En este ambiente enrarecido surgieron con fuerza las ideas del marxismo, alimentadas por la revolución de Rusia en 1917.
El comunismo como religión
El académico explicó que el éxito de Mao Zedong, el gran líder comunista, fue no sólo adaptar el modelo de Rusia a las condiciones rurales de China, sino hacer del ideal comunista una religión para sus adeptos: «Entendió que para distinguirse de los bandidos, la Armada Roja debía tener una misión especial que representara la santidad de la religión y que sirviera como una fe que llamara al trabajo personal y al sacrificio», explicó el Prof Peng.
La imagen de Mao Zedong, entronizada por la propaganda estatal comunista como una verdadera figura religiosa. |
«El marxismo no era una religión, pero debía tener la apariencia de ser una religión», continuó el experto. «Cada soldado de la Armada Roja tenía que creer absoluta e incondicionalmente en la perfección de la meta revolucionaria y estar listo para sacrificar su vida en cualquier momento». El ideal comunista se convirtió en algo «supremamente bello» y «supremamente magnífico», que podía valer la vida de millones de personas.
Esta «religión militar», como la describió el Prof Peng, fue la primera etapa de la divinización del régimen. La conquista del poder, lograda en 1949, llevó a que se identificara la causa revolucionaria con su intérprete más autorizado: el propio Mao. La segunda etapa de esta pseudo-religión estaría marcada por la entronización de la figura de Mao Zedong y la persecución de todos sus opositores hasta el auge de la censura y la dominación en la llamada «Gran Revolución Cultural Proletaria» de 1966.
«La fe en Mao y los pensamientos de Mao se convirtieron en una religión total», describió el académico, lo que significó para el mundo un inmenso poder que impresionó al mundo entero. Sin embargo, diez años después, Mao Zedong falleció y los estragos de su obra se hicieron patentes. «La ‘revolución’ fanática e irracional destruyó a la juventud, la vida y las familias de muchas personas (…). Fue sin duda una catástrofe en la historia de la nación china», afirmó el profesor Peng.
La mayor contradicción de esta falsa religión es que los grandes crímenes fueron ejecutados por adeptos sinceros y creyentes. Naturalmente, la decepción condujo a la pérdida de la fe.
La riqueza, un ideal sin espiritualidad
La llegada de Deng Xiaoping al poder en 1978 significó una gran transformación de China, deseada por cientos de millones de ciudadanos. La lucha de clases fue reemplazada por la consigna de «reforma y apertura» y el país inició su camino a una nueva era, que daría sus frutos a partir de 1992. La idea de reforma fue acogida y los ciudadanos pusieron su esperanza en el desarrollo económico. «Si se le preguntaba sobre su fe», describió Peng, «cualquiera le respondería que creían en ‘hacer una fortuna'».
El desarrollo económico de China no puede satisfacer las necesidades espirituales de sus habitantes. |
El ascenso económico de China, la modernización de su infraestructura crearon una nueva meta, pero ésta dejó a la causa política desprovista de la «santidad». «La devoción a «hacer una fortuna» no es un sacrificio», comentó el académico, y tampoco «ofrece sustento moral y espiritual». A su muerte, acaecida en 1997, Den Xiaoping no dejó un liderazgo claro en el poder, y el sistema nuevamente expuso sus fallas. Las diferencias entre ricos y pobres, los escándalos de corrupción estatal y los problemas morales que aquejan a la sociedad, manifiestan que la búsqueda de la riqueza no es la solución definitiva.
«La abundancia material no puede resolver el problema de la pobreza espiritual», explicó el prof. Peng. En esta nueva etapa de la sociedad china, cuando su economía la impulsa como la próxima gran potencia mundial, el problema de la fe aparece con renovada importancia. «La cuestión de la fe se presenta, calladamente, a todas las personas. Cada individuo debe considerar qué religión, o pensamiento, o teoría debería ser su pilar espiritual», describió el académico. «La nación debe considerar qué sistema de creencias tiene la abilidad de congregar la voluntad y confianza de 1.3 mil millones de personas al punto de hacerlas devotas y dispuestas a sacrificarse por él».
La desorientación espiritual de China, causada por su deseo de constituir el estado como una religión y el desarrollo como meta única, es para el Porf. Peng «el talón de Aquiles» del desarrollo del país. La nación se encuentra al final de un largo camino, tras la caída de la «suprema y magnífica causa del comunismo internacional que liberaría al mundo del sufrimiento» y la persecución de la riqueza como una «adoración del becerro de oro», descrita como «corrosiva en su naturaleza e insostenible como sistema de creencias».
Para el profesor Peng, China ve reaparecer la pregunta decisiva que definirá su futuro: «¿En qué creemos?». La Iglesia Católica podría dar la respuesta.
Con información de Asia News.
Gaudium Press – Miguel Farías.
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