Ciudad del Vaticano (Martes, 16-10-2012, Gaudium Press) No solo con los documentos y pensamientos, sino también en peregrinación. Así iniciará los trabajos y el Año de la Fe la Comisión Teológica Internacional.
«El día 6 de diciembre de 2012, por ocasión de su sesión plenaria y bajo la guía de su Presidente, S.E. Mons. Gerhard L. Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la Comisión Teológica Internacional hará una peregrinación a la Basílica Papal de Santa María Mayor para confiar sus trabajos, y el de todos los teólogos católicos, a la Virgen fiel, proclamada «bienaventurada porque creyó» (Lc 1, 45), modelo de los creyentes y baluarte de la verdadera fe», se lee en Mensaje de la Comisión.
En el documento fueron citados también elementos del reciente documento sobre «Teología hoy: perspectivas, principios y criterios». «El teólogo trabaja para «inculturar» en la inteligencia humana, bajo las formas de una auténtica ciencia, los contenidos inteligibles de la «fe, que fue transmitida a los creyentes una vez por todas» (Carta de Judas, v. 3). Pero él dirige una atención toda particular también al propio acto de creer».
O sea, «el teólogo elabora la consonancia antropológica de alto perfil -la «conveniencia» (cf. Juan Pablo II, Fides et ratio, nn. 31-33) ; se interroga por eso sobre el modo en el cual la gracia proveniente de Dios suscita, en el propio corazón de la libertad del hombre, el «sí» de la fe ; y muestra cómo la fe constituye el «fundamento de todo el edificio espiritual (fundamentum totius spiritualis aedificii)» (Tomás de Aquino, In III Sent., d. 23, q. 2, q. 1, a. 1, ad 1; cf. Summa theologiae, IIa-IIae, q. 4, a. 7), en el sentido que da forma a todas las dimensiones de la vida cristiana, personal, familiar y comunitaria».
En el Mensaje es resaltado el carácter de «servidor de la alegría cristiana» del teólogo. «Dios puede ser considerado el objeto, el testigo y el fin de la fe: pero si el objeto o testigo de la fe puede ser también una criatura, el fin último de la fe no puede ser sino Dios solo, porque nuestro espíritu no puede ser dirigido a otro sino a Dios como al propio fin» (Tomás de Aquino, In Ioannem, c. 6, lectio 3). Creer en Dios (credere in Deum), por tanto, es el carácter constitutivo esencial del dinamismo de la fe». Por eso, «la fe – y la misma teología, como scientia fidei y sabiduría – trae a todos los «apasionados de la belleza espiritual» (Agustín, Regula ad servos Dei, 8, 1) un real anticipo de la alegría eterna».
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