domingo, 19 de mayo de 2024
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Cuatro profundas reflexiones sobre la Encarnación de Jesús: Catequesis de Benedicto XVI

Ciudad del Vaticano (Jueves, 10-01-2013, Gaudium Press) El Santo Padre Benedicto XVI expuso, en su Catequesis de la Audiencia del pasado miércoles 09 de enero, cuatro grandes reflexiones sobre la Encarnación del Señor, profundizando aún en el tema de la Navidad. Sobre este, el más grande de los milagros obrados por Dios, el Papa destacó varios aspectos que son desatendidos por los fieles en medio de las características exteriores de la época navideña.

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Recuperar el asombro

El primero de los puntos tratados por el Santo Padre fue el asombro que la grandeza del misterio de la Encarnación debería suscitar de forma constante en todos los creyentes. Su Santidad llamó a meditar sobre el «corazón de la gran novedad cristiana que celebramos: algo absolutamente impensable, que sólo Dios podía hacer y que solo se puede entrar con la fe». El misterio de la Encarnación, el anuncio de que «La Palabra se hizo carne» tiene un enorme significado.

«La palabra «carne», en el lenguaje hebreo», explicó el Santo Padre, «indica a la persona como un todo, el hombre entero, pero solo desde el aspecto de su transitoriedad y temporalidad, de su pobreza y contingencia». De esta forma, Dios abraza la limitación humana «para sanarla de todo lo que la separa de Él» y eleva la condición humana a la de hijos de Dios.

«Es importante, entonces, recuperar el asombro ante este misterio, dejarnos envolver por la magnitud de este acontecimiento», exhortó Benedicto XVI: «Dios, el verdadero Dios, el Creador de todo, ha recorrido como un hombre nuestras calles, entrando en el tiempo del hombre para comunicarnos su propia vida. Y no lo hizo con el esplendor de un soberano, que somete con su poder el mundo, sino con la humildad de un niño».

Dios se dona plenamente

El Papa comparó a continuación la costumbre de intercambiar obsequios con motivo de la Navidad con el ejemplo de Dios mismo en su tomar la forma humana. El intercambio de dones encuentra su sentido más espiritual en el ofertorio de la Eucaristía, cuando la humanidad ofrece a Dios los bienes de la tierra. «La idea del regalo, entonces, está en el centro de la liturgia y nos hace conscientes del regalo original de la Navidad: en esa noche santa Dios, haciéndose carne, ha querido convertirse en un regalo para los hombres, se entregó por nosotros», explicó Su Santidad.

Pero el regalo de Dios es muy distinto de los regalos de los hombres. «De hecho, (durante la Navidad) a veces se intenta reemplazar el corazón y el compromiso de donarse, a través del dinero, con cosas que son materiales», expresó el Santo Padre. En su lugar, Dios manifestó en su Encarnación un obrar distinto: «no ha donado cualquier cosa, sino que se entregó a sí mismo en su Hijo Unigénito», explicó. «Aquí encontramos el modelo de nuestro dar, porque nuestras relaciones, sobre todo las más importantes, son impulsadas ??por el don gratuito del amor».

Ir más allá de las palabras

La tercera reflexión de Benedicto XVI es motivada por «el realismo sin precedentes del amor divino». La acción de Dios no se queda en palabras, en la exposición de su doctrina, «sino que se sumerge en nuestra historia y asume sobre sí la fatiga y el peso de la vida humana», comentó. La intervención de Dios se traduce en una experiencia de vida en todos los aspectos de nuestra humanidad, en la familia, la amistad, el anuncio del Evangelio y, finalmente, la muerte en la cruz.

«Este modo de actuar de Dios es un poderoso estímulo para cuestionarnos sobre el realismo de nuestra fe», exhortó el Santo Padre. Esta fe «no debe limitarse a la esfera de los sentimientos, de las emociones, sino que debe entrar en la realidad, en lo concreto de nuestra existencia». El Papa instó a los fieles hacer que la fe se traduzca en la vida, en cada uno de sus aspectos, como tradicionalmente lo ha enseñado la Iglesia de forma sencilla y profunda.

Jesús, rostro de Dios y del hombre

La última reflexión del Papa Benedicto XVI está referida al carácter renovador de Cristo, por quien fueron hechas todas las cosas y en quien fueron restauradas a través de su Encarnación. Recordando las palabras del Catecismo, el Santo Padre expuso que «la primera creación encuentra su sentido y su cumbre en la nueva creación en Cristo, cuyo esplendor sobrepasa el de la primera».

Por este motivo, Jesucristo no es solo la imagen perfecta de Dios, sino que responde de manera plena la pregunta fundamental sobre la identidad y la naturaleza humanas. «Sólo en Jesús se revela plenamente el proyecto de Dios sobre el ser humano: Él es el hombre definitivo según Dios», explicó. «En ese niño, el Hijo de Dios contemplado en Navidad, podemos reconocer el verdadero rostro, no sólo de Dios, sino el verdadero rostro del ser humano; y solo abriéndonos a la acción de su gracia y tratando todos los días de seguirle, realizamos el plan de Dios en nosotros, en cada uno de nosotros».

El Santo Padre concluyó su catequesis motivando a los católicos a reflexionar sobre la grandeza del misterio de la Encarnación, para que, de esta forma, «el Señor nos ilumine y nos transforme cada vez más a imagen de su Hijo hecho hombre por nosotros».

Con información de Zenit.

 

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