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Don Bosco y Domingo Savio, el evangelio de la alegría

Roma (Miércoles, 30-01-2013, Gaudium Press) La Agencia de Noticias Salesiana – ANS propuso, en colaboración con el Padre Pierluigi Cameroni, Postulador General de la Familia Salesiana para las Causas de los Santos, un Triduo de preparación para la fiesta de Don Bosco evidenciando algunos aspectos de las biografías de jóvenes, escritas por Don Bosco: Savio, Magone y Besucco.

1.jpgSegún la ANS, Don Bosco quería ofrecer a sus jóvenes, modelos positivos e imitables con que despertar en su corazón el relevo delante de la vida y vivirla con alegría y celo.

En este período en que nos preparamos para la Jornada Mundial de la Juventud – (JMJ Río-2013), juzgamos oportunas las consideraciones expuestas por la ANS y por eso transcribimos abajo esa meditación para el primer día del triduo preparatorio para la fiesta del Santo de la Juventud, en que se estudia la vida de Santo Domingo Savio.

«Si un colega mío, de mi edad, en el mismo lugar, expuesto a los mismos, si no mayores, peligros, tuvo tiempo y capacidad de mantenerse fiel seguidor de Jesucristo, ¿por qué no podré yo hacer la misma cosa? Recordaos bien que la verdadera religión no consiste solamente en palabras; es preciso pasar a las obras. Si, pues, encontrares algo digno de admiración, no os contentéis en decir: Bonito, me gustó. Sino: Quiero esforzarme en hacer lo que en la lectura me causa admiración».

En la historia de Domingo Sávio, esta vida virtuosa es típicamente eucarística y encuentra su momento de gracia en el día de la Primera Comunión, vista como una semilla que, si cultivada, es fuente de vida alegre y empeños decididos: «Ese día le quedó para siempre grabado en la memoria, y podemos decir que fue el inicio, o mejor, la continuación de una vida que podría ser apuntada como modelo de vida cristiana. Algunos años más tarde, al hablar de su primera comunión, se le transfiguraba el rostro de intensa alegría: – ¡Oh! ¡Aquel día fue para mí el mayor, el más bello día de mi vida! -. Escribió algunos recuerdos que conservaba cuidadosamente en un libro de devoción y la leía a menudo: 1. Me confesaré frecuentemente y haré la comunión todas las veces que el confesor me dé permiso. 2. Quiero santificar los días festivos. 3. Mis amigos serán Jesús y María. 4. Antes morir que pecar. – Tales recuerdos por él muchas veces repetidos, fueron como que la norma de sus acciones hasta el final de la vida».

El encuentro personal y cotidiano con Jesús en la Eucaristía lleva a Domingo a vivir el anhelo apostólico que Don Bosco difunde entre los jovencitos del oratorio y lo impulsa a crear la Compañía de la Inmaculada, vivero de la futura Congregación Salesiana. Retomando el ejemplo de Juancito Bosco, pequeño apóstol entre sus colegas en los Becchi, Domingo Savio repite el celo y la pasión por la formación de los pequeños en las verdades de la fe: «Apenas sea clérigo, decía, iré a Mondonio, reuniré a todos los niños en una tienda y he de enseñarles el catecismo, contarles muchos ejemplos y contribuir a su santificación. Cuántos no se desencaminan por no tener quién les enseñe la doctrina cristiana». Y lo que decía, lo confirmaba en seguida con hechos, pues se complacía, tanto cuanto permitían la edad y la instrucción, en dar lecciones de catecismo en la iglesia del oratorio y, si alguien necesitase de una clase particular de doctrina, la daba a cualquier hora del día y en cualquier día de la semana, con la única intención de poder hablar de cosas espirituales y de hacerle conocer la importancia de la salvación del alma».

Punto culminante de esta parábola es como Don Bosco comunica a Domingo su gran anhelo por la salvación de las almas, la solicitud por las personas que se encuentran en las tinieblas acerca de la verdad, que sufren por la ausencia de justicia y amor, y esto se torna la razón de su vida: «Cierto día un colega indiscreto intentó interrumpirlo cuando estaba en el recreo contando un hecho: ¿Pero qué tienes tú con eso? – le dijo el tal compañero. ¿Qué tengo yo con eso? – respondió -. Tengo mucho, porque el alma de mis colegas fue redimida por la sangre de Jesucristo; tengo mucho, porque somos todos hermanos y, como tales, debemos amarnos unos a otros; tengo mucho, porque Dios recomienda que nos ayudemos unos a otros; tengo mucho, porque si llego a salvar un alma, aseguro también la salvación de la mía». Don Bosco quedó de tal forma conmovido por el testimonio de Domingo que llegó a confesar: «Mi afecto por él era el de un padre por el más digno de sus hijos».

La invitación del Padre Cameroni es, en este primer día del Triduo, despertar la gracia de la devoción eucarística y la solicitud apostólica por el bien del prójimo.

Con informaciones ANS (http://www.infoans.org/1.asp?sez=1&doc=8793&Lingua=5)

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