Ciudad del Vaticano (Miércoles, 10-04-2013, Gaudium Press) Este miércoles, la Plaza S. Pedro estaba repleta de fieles, turistas y peregrinos para participar de la Audiencia General.
Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press |
Antes de iniciar la catequesis, el Papa Francisco recorrió en el papamóvil un trecho de las alas que delimitan la Plaza. En el trayecto, el Papa saludó a los fieles y besó varios niños.
El tema escogido para la enseñanza pontificia fue «La Resurrección de Cristo»: «Este es el mayor don que recibimos del Misterio pascual de Jesús», dijo el Pontífice.
El Santo Padre recordó que la resurrección de Jesús es tan importante, que, recordando a San Pablo, «si Cristo no resucitó, es vana nuestra fe». Una casa, dijo él, está totalmente apoyada en sus pilares y eso es de tal modo necesario que si ellos ceden la casa viene abajo. Así también, explicó el Papa, es nuestra Fe, ella se apoya, tiene como pilar, la muerte y Resurrección de Cristo. En la cruz, con su muerte, Jesús se ofreció a Sí mismo, tomando sobre Sí nuestros pecados, murió por nosotros.
En la Resurrección, somos liberados de la esclavitud del pecado y nos tornamos hijos de Dios. Fuimos generados para una vida nueva en el Bautismo. Y el Papa muestra que nuestra vida será nueva si nos comportamos como verdaderos hijos, dejando que Cristo tome posesión de nuestra vida y la transforme.
Según el Santo Padre, «Dios nos trata como hijos, nos comprende, nos perdona, nos abraza, nos ama, incluso cuando nos equivocamos. Jamás debemos olvidarnos que Dios es fiel, ¡siempre! Ser cristianos no se reduce a seguir mandamientos, sino quiere decir estar en Cristo, pensar como Él, actuar como Él, amar como Él. Cristo resucitado es nuestra esperanza. Dios es nuestra fuerza».
Pero, la tentación que nos asalta es de dejar a Dios de lado y colocarnos en el centro de todo, advirtió el Papa, afirmando todavía que debemos tener el coraje de la fe, no dejándonos llevar por la mentalidad que afirma: «Dios no es solución, no tiene nada de importante para nosotros».
«¡La verdad es precisamente lo contrario! Solamente comportándonos como hijos de Dios, sin desanimarnos por nuestras caídas, sintiéndose amados por Él, nuestra vida será nueva, animada por la serenidad y la alegría», concluyó el Santo Padre. (JS)
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