Redacción (Jueves, 05-12-2013, Gaudium Press) Heroísmo. ¡Palabra que nos hace vibrar el alma! ¡Palabra, que hizo vibrar el alma de los bienaventurados que se encuentran en el Cielo! Con certeza, no es algo que se refiera a cosas palpables, mas sí, a algo mucho más sublime, elevado y sereno.
Nos dice Aristóteles que el hombre está compuesto de cuerpo y alma, y la Santa doctrina de la Iglesia sublima esto cuando posa su luz, a través de las Sagradas Escrituras, afirmando que el hombre es imagen y semejanza de Dios.
Siendo el ser humano dotado de inteligencia, voluntad y sensibilidad, él debe utilizar estas facultades que Dios le dio para atender a las necesidades del cuerpo y, sobre todo del alma, una vez que es esta la que nos asemeja más a Dios, por ser Él inmaterial.
Sucede que después del pecado original la integridad del hombre fue perdida y consecuentemente hubo un desordenamiento de sus deseos. La preocupación con lo material sobrepujó lo espiritual, basta ver que sentimos en nosotros constantemente inclinaciones al mal y tenemos que luchar para poder evitarlas.
Una vez que así ocurrió, el hombre pasa a tener en la tierra una lucha continua entre materia y espíritu, cuerpo y alma, de ahí las palabras de Job: militia est vita homini super terram; la vida del hombre es una lucha sobre la tierra. (Jn 5,16)
¿Ahora, qué es esta lucha? Conservar la imagen de Dios en la propia alma, sobre todo cuando después de la Redención recibimos gratuitamente la propia vida divina en nuestras almas, que es el estado de gracia. De ahí entendemos las palabras del Profesor Plinio Corrêa de Oliveira:
El verdadero ideal es aquel que se prende al Fin supremo, al Ideal supremo, el Ideal supremo es hacer la voluntad de Dios, porque Dios es que es santo, Dios es que es infinito. Dios es que es sabio, Dios es Quien sabe lo que conviene. El verdadero Ideal es hacer la voluntad de Dios.[1]
Y este es el significado del verdadero ideal, y con eso comprenderemos lo que es un héroe.
Para poder entender, y tener el concepto correcto de lo que es un héroe de verdad, es muy simple, basta saber las características del verdadero heroísmo: el heroísmo es la actitud por la cual el hombre enfrenta cualquier infortunio o un enorme sufrimiento.
Cuando se dice que alguien es un héroe, como que reluce con una «luminosidad» especial, algo sale de la palabra y toca el fondo del alma.
¿Qué es un héroe? ¡Héroe es aquel que, colocado delante de un alto deber, lo cumple hasta el fin! Las palabras héroe y heroísmo no son tan fáciles de definir.
En el fondo, ¿qué viene a ser un santo?
¡Es un héroe! Héroe de victorias ganadas sobre sí mismo. El santo es el ejemplo sublime y alentador de cuánto es capaz la voluntad humana. Es el sello puesto en nuestra Fe inamovible en el alto destino moral de la humanidad. Es el modelo vivificante de las grandes victorias íntimas y de las altas tendencias que inspiran las generaciones a través de los siglos. Santo es aquel que, con una perseverancia consecuente y heroica, fortifica en sí mismo la aspiración para las alturas que existe, en germen, en el alma de cada uno de nosotros. El santo, animado de una resolución osada, reproduce en su alma el retrato de Jesucristo.[2]
Pero, no podemos olvidarnos que, sin la oración, no conseguimos nada. Por eso el Espíritu Santo es quien nos torna héroes. Entretanto es preciso tener un ideal.
¿Qué es el heroísmo? El heroísmo no es apenas el acto de estar con armas en manos, o un acto por el cual se enfrenta el riesgo de perder la vida. Heroísmo es la disposición del alma de aguantar cualquier gran sufrimiento, por amor a Nuestra Señora.
Para que el heroísmo se realice son necesarios tres puntos: el primero, es el ideal. Ideal no es cualquier idea, sino una idea movida por el amor.
El segundo punto, es el sufrimiento, por el cual toda persona pasa en este valle de lágrimas, y que tendrá que superar, sin lloriqueo y fisionomía de que está pasando por tribulaciones, ni una gota de pena de sí; todo soportando con la mirada fija en el fin último, con la esperanza de la victoria, aguantando todo lo que dé y venga, para la mayor gloria de Nuestro Señor Jesucristo.
Cuánto más difícil es algo para hacer, tanto más el heroísmo consiste en tomar el hábito de hacerlo, de manera tal que, aunque difícil, se transforme en una segunda naturaleza. Ahí hubo una renuncia completa, hubo dedicación entera, hubo heroísmo que se firmó. Para esto, es preciso que el hábito sea tal que ni lo extrañe más y lo haga con toda la naturalidad. [3]
Y el tercero, es la sublimidad. Tiene que ser por algo sublime, que esté dirigido para cosas elevadas, que haga bien a las almas, llevándolas al Cielo.
Podemos entonces concluir que hay una relación muy próxima, casi una identidad entre amor a la cruz, o sea, santidad y heroísmo, lo que con otras palabras afirma el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira:
No hay cosa más adecuada para conferir nobleza al alma que el sufrimiento; y no puede haber nobleza para el alma sin sufrimientos.[4]
Y con otra formulación expresa también el mismo San Luís Grignion de Montfort:
Sin la cruz el alma se torna vaga, débil, cobarde y sin corazón. La cruz la torna fervorosa y llena de vigor. Cuando nada sufrimos, en la ignorancia permanecemos. Tenemos inteligencia cuando bien sufrimos.[5]
Por Gustavo Guedes
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[1] CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. A Cavalaria. São Paulo, Apostila XV. p.1.
[2]TOHT, Tihamér. Segredo de heroísmos. Trad. Joaquim Maria Lourenço. 3 ed. Portugal: Coimbra, 1967, p.72.
[3]CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Caleidoscópio do Heroísmo. Conferência. São Paulo, 11 novembro1989, p.2.
[4]CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. A alegria do sofrimento. Conferência. São Paulo, 23 maio 1964.
[5]MONTFORT DE, Luís Grignion. Cântico XlX, O triunfo da Cruz-18
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