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"Nuestro camino de fe está indisolublemente unido a María", dijo el Papa

Ciudad del Vaticano (Jueves, 02-01-2013, Gaudium Press) Durante la homilía proferida ayer, en la celebración de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios, en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco comenzó haciendo el elogio de la Bendición especial que la Iglesia da a los fieles al inicio del Año, «palabras de bendición que Dios sugirió a Moisés para que las enseñara a Aarón y a sus hijos: ‘Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26)».

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Foto: Radio Vaticano

La esperanza que porta tal bendición, no es una «esperanza ilusoria, basada en frágiles promesas humanas; ni tampoco una esperanza ingenua, que imagina un futuro mejor sólo porque es futuro. Esta esperanza tiene su razón de ser precisamente en la bendición de Dios, una bendición que contiene el mejor de los deseos, el deseo de la Iglesia para todos nosotros, impregnado de la protección amorosa del Señor, de su ayuda providente», afirmó el Papa.

Ésta bendición dio su fruto más elevado en la Virgen, destinada a ser la Madre de Dios, «el título principal y esencial de la Virgen María».

Tras recordar la fe que el pueblo fiel manifestó durante el Concilio de Éfeso, cuando se proclamó el dogma de la maternidad divina, el Pontífice afirmó que «nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: ‘He ahí a tu madre’ (Jn 19,27). Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás».

«La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría».

Finalmente, a la Virgen el Papa encomendó «nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia, de paz y de Dios; y la invocamos todos juntos, imitando a nuestros hermanos de Éfeso. Digamos juntos por tres veces: ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios! Amén».

Con información de Radio Vaticano

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