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"El pecado es el estado de la mediocridad", afirma obispo de Uruguaiana, Brasil

Uruguaiana (Jueves, 30-01-2014, Gaudium Press) El obispo de la diócesis gaucha de Uruguaiana, en Brasil, Mons. Aloísio A. Dilli, escribió un artículo, con el título «Peregrinos y extranjeros en este mundo», donde él afirma que en este período de vacaciones muchas personas tienen la posibilidad de pensar sobre temas que, en otras épocas, pasan desapercibidos, aunque sean esenciales en nuestra vida. En el texto, el prelado hace un análisis sobre la condición de peregrino que vive el ser humano.

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Nuestra patria, nuestra casa es el cielo

De acuerdo con el obispo, en las clases de filosofía aprendemos que el ser humano es un ser en devenir (venir a ser), un ser en formación y transformación constante, pues nunca está listo. Él recuerda que en sus tiempos de juventud, fase de la vida en que es bien perceptible la transitoriedad, él soñaba en fundar un grupo de misioneros con la denominación de «Peregrinos del Infinito» o «Gitanos de Cristo», para indicar que estamos siempre en camino, que no hay lugar definitivo de llegada.

«En sentido teológico, esta saudade y sed del infinito o este modo peregrino de ser nos remite a lo que San Agustín expresa, en su profunda experiencia de conversión: ‘El corazón humano estará inquieto, hasta que descanse en Dios’. Nuestra referencia máxima, enunciada por Jesús en el Sermón de la Montaña, es el propio Dios: ‘Sed, por tanto, perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto’ (Mt 5, 48). Solamente en Él alcanzaremos la finalidad para la cual fuimos creados. Él es nuestra casa, morada perfecta en el amor», evalúa.

Según Mons. Aloísio, mientras estamos en camino, como santos y pecadores, nosotros tenemos como meta estar en Dios y Él en nosotros, siendo casa uno para el otro. El prelado recuerda que las cartas apostólicas seguidamente saludan a los cristianos como «migrantes y forasteros» en este mundo (1Ped 2, 11), pues su morada está en los cielos (Fl 3, 20): «no tenemos aquí ciudad permanente, pero estamos en la búsqueda de la que está para venir» (Hbr 13, 14).

El pecado, una parálisis interior que nos inmoviliza, un estado de mediocridad

«Lo que nos atrasa o impide en este caminar para Dios es el pecado. Él es como una parálisis interior que nos inmoviliza o que nos aleja del blanco; es el estado de la mediocridad que acomoda el caminar en la dirección desviada del foco o de la meta de Dios».

Para el obispo, por lo que ya fue reflexionado arriba, nosotros cristianos nos damos cuenta que somos seres en camino. Conforme él, no estamos definitivamente en casa, donde estamos, sino de cierta forma nos sentimos extraños en todo lugar, pues nuestra verdadera patria es otra. Actualmente, agrega el prelado, vivimos en una sociedad de consumo, donde todo parece ser transitorio, pasajero, descartable, influenciando decididamente en las relaciones con las personas, con las cosas y hasta en las opciones religiosas.

«En este contexto, lo que vale es el presente, las necesidades del aquí y ahora; mientras lo definitivo, lo permanente, parecen excluidos del vocabulario de las personas. La gran frustración que aparece en esta constante transitoriedad es que ella solo apunta a sí misma, no ofreciendo valores definitivos, perennes. Y así la persona humana vive un estado de insaciabilidad. Aunque tenga posibilidad de buscar constantemente novedades, ella se frustra, pues nada parece conducir a lo eterno, delante de la fragilidad humana que indica hacia el límite, hacia el fin, hacia la muerte», resalta.

Reconducir al sentido de la verdadera vida

Para concluir, Mons. Aloísio resalta que en este tiempo de vacaciones tenemos oportunidad de descansar, de encontrar amigos, familiares, de viajar, de leer, de meditar. Él desea que este momento también permita reflexionar sobre la vida, su sentido, sus relaciones, su meta, y que el espíritu del Señor y su santo modo de operar nos acompañen y nos conduzcan al encuentro del verdadero sentido de la vida.

«El Dios de la misericordia tenga compasión de nosotros y, delante de nuestra firme disposición de recomenzar siempre el camino, que a Él conduce, nos perdone los desvíos de ruta y nos reconduzca al sentido de la verdadera vida, la cual tiene destino eterno, junto con Él y los Hermanos», finaliza. (FB)

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