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Mensaje del Arzobispo de Zaragoza por el día Mundial del Enfermo, día también de la Virgen de Lourdes

Redacción (Viernes, 07-02-2014, Gaudium Press) A continuación el Mensaje para su diócesis en la próxima Jornada Mundial del Arzobispo de Zaragoza, España, Mons. Manuel Urueña:

El próximo martes, día 11 de febrero, celebraremos en nuestra diócesis -junto con toda la Iglesia- la Jornada Mundial del Enfermo, instituida por el Beato Papa Juan Pablo II hace ya veintidós años. Nosotros lo haremos en la Basílica de Ntra. Sra. del Pilar celebrando la Eucaristía con los enfermos a las 17:30 h. El tema de este año, y objetivo de la Campaña diocesana de Pastoral de la Salud, es Fe y caridad: «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1Jn 3,16). Este objetivo se inserta en la llamada urgente que los Papas nos vienen haciendo a evangelizar de nuevo nuestra sociedad y en la «Parroquia evangelizadora» de nuestro Plan Diocesano de Pastoral.

1.jpgHemos vivido en 2013 el Año de la Fe, redescubriendo la alegría de creer y renovando el entusiasmo de comunicar la fe. En continuidad, el Papa Francisco nos dice en su Mensaje para esta Jornada de 2014 que «la fe en el Dios bueno se convierte en bondad y que la fe en Cristo Crucificado se convierte en fuerza para amar hasta el final. (…) En virtud del Bautismo y de la Confirmación estamos llamados a configurarnos con Cristo, el Buen Samaritano de todos los que sufren».Sanos o enfermos, si experimentamos el amor de Dios, ¿cómo no dejarnos amar cada vez más por Él con plena confianza? ¿Cómo no desear responder amándole, amando a los que Él ama y como Él los ama? Nosotros «hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1Jn 4,16). Esta es la prueba de la autenticidad de nuestra fe: si en íntima comunión con Cristo amamos a los hermanos. Pero ¿qué es amar? El amar es propio de Dios Trinidad, el cual nos lo revela y comunica en Cristo, el Verbo hecho carne. «En esto hemos conocido lo que es el amor: en que Él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16). Lo haremos con el amor de Dios que el Espíritu Santo pone en nuestros corazones (Rom 5,5).

Nuestro mundo necesita con urgencia que seamos testigos creíbles de la vida nueva en Cristo, la única vida verdadera para todos los hombres. El Santo Padre Francisco nos enseña en La alegría del evangelio que estamos llamados a tener el convencimiento, por experiencia personal, de que «no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo; que no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas; que no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra; que no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón» (EG 266). Ciertamente, no es lo mismo dejar a Cristo vivir contigo la enfermedad a no hacerlo; que esté en tus manos y en tu corazón para cuidar al enfermo o que no lo esté. Dios nos quiere conceder el don de ser testigos de esta vida nueva.

Cristo quiere acercarse a cada enfermo y a su familia, para vivir en él y con él. Lo quiere hacer a través nuestro. Si no nos acercamos a los enfermos para caminar con ellos, no dejamos que Cristo lo haga. Por eso, hoy quiero expresar mi enorme admiración y agradecimiento por los matrimonios cristianos que acogen a sus hijos como un don de Dios en medio de una sociedad que acepta el crimen del aborto; por las familias que cuidan de sus ancianos y enfermos, hoy con dificultades crecientes por la disminución de las ayudas. Hoy tengo la ocasión de agradecer la labor silenciosa e incansable que hacen los equipos parroquiales de Pastoral de la Salud con los enfermos de su comunidad parroquial, y los Servicios de Asistencia Religiosa Católica de los hospitales y clínicas de nuestra diócesis. Y la labor de los profesionales sanitarios y la de los religiosos y religiosas que viven ejemplarmente la caridad de Cristo con estos hermanos en necesidad.

«Parroquia evangelizadora» es parroquia que tiene a sus enfermos y ancianos como hijos preferidos y como miembros activos de la comunidad. Queridas familias, avisad cuando tengáis a un enfermo o anciano que no puede salir de casa o está hospitalizado. Permitid a Cristo entrar en vuestras casas. Queridos sacerdotes, junto con la oración y la liturgia, tened como misión prioritaria la atención a los enfermos y a los ancianos. Permitidme hoy concretar. Pedid por ellos en la oración de los fieles. Estad siempre dispuestos a acudir vosotros y vuestros equipos parroquiales junto a los enfermos y a sus familias. Procurad que se conozca el teléfono móvil al que llamar en caso de urgencia. La «parroquia evangelizadora» está siempre «de guardia», como los padres y las madres de las familias numerosas. Queridos hermanos, para que esto sea posible, ofreceos en vuestras parroquias para colaborar en esta preciosa labor. Os necesitamos. Cristo os necesita.

La Virgen María, queridos enfermos, sea vuestra salud y vuestro consuelo. Jesús, el Señor resucitado, nos la da como madre al pie de la Cruz.

† Manuel Ureña,

Arzobispo de Zaragoza

 

 

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