domingo, 19 de mayo de 2024
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Penitenciaria Apostólica del Vaticano organiza Curso sobre "Fuero Interno"

Ciudad del Vaticano (Martes, 25-03-2014, Gaudium Press) La Penitenciaria Apostólica del Vaticano, localizada en el Palacio de los Tribunales, en la Plaza de la Cancillería, organiza desde el lunes 24 hasta el viernes 28, el Curso sobre «Fuero Interno», con la presencia de más de 500 sacerdotes y seminaristas próximos a la ordenación, que participan de días de profundización sobre el Sacramento de la Reconciliación.

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Cardenal Piacenza

Organizado desde hace más de 25 años, el Curso sobre Foro Íntimo es dirigido a los presbíteros nuevos o incluso recién ordenados y seminaristas próximos de la ordenación sacerdotal.

El día 28, a las 12:00 horas locales, el Papa Francisco preside el tema titulado «don de la audiencia», direccionado a los penitenciarios ordinarios y extraordinarios pertenecientes a las cuatro basílicas papales, siendo la audiencia extendida a los participantes del curso.

Más tarde, a las 16:30 horas, en la Basílica de San Pedro, habrá una celebración penitencial presidida por el Santo Padre.
En la ocasión, el Papa oirá la confesión de algunos fieles que estuvieren presentes en la iglesia.

Entrevistado por la Radio Vaticana, el Penitenciario Mayor, Cardenal Mauro Piacenza, afirmó que, en la Cuaresma, la Iglesia no solamente anuncia la conversión y el perdón, sino al mismo tiempo, es señal de reconciliación con Dios y con los hermanos, siendo señal de paz eficaz en el mundo.

«La celebración del Sacramento de la Reconciliación se inserta en el contexto de toda la vida eclesial, sobre todo en relación al misterio pascual celebrado en la Eucaristía y -yo diría- haciendo referencia al Bautismo vivido, a la Confirmación y a las exigencias del mandamiento de la caridad, del amor. Es siempre una celebración alegre del amor de Dios que se dona a sí mismo, destruyendo nuestro pecado cuando estamos dispuestos a reconocerlo con humildad», explicó.

Según Mons. Piacenza, la reconciliación plena según la lógica del ‘Padre Nuestro’, las Bienaventuranzas y el mandamiento del amor son «un camino de purificación de los pecados y también un itinerario para la identificación con Cristo», pues «este camino penitencial es hoy, como siempre, de extrema importancia, como fundamento para construir una sociedad que viva la comunión».

Para él, «cuando se entra en la dinámica evangélica del perdón, se vuelve fácil comprender la importancia de confesar también los pecados leves y las imperfecciones», y así, pasando a existir «una decisión de progresar en la imitación de Cristo, en recorrer la vía del Espíritu y con el deseo de transformar verdaderamente la propia vida en expresiones de la misericordia divina para con los otros».

De este modo, continuó, entramos en sintonía con los sentimientos de Cristo, «que solito, expió por nuestros pecados». «Por tanto, correcto, los pecados graves deben ser confesados; las imperfecciones y todo el resto, es bueno confesarlos», aclaró.

¿Y cómo debe ser la confesión? Mons. Piacenza resaltó que debe ser de la manera más clara y simple, «íntegra de los propios pecados», pues la «conversión», como retorno al proyecto del Padre, implica el arrepentimiento sincero, y por tanto, la acusación clara y la disposición de reparar la propia conducta.

Cuando preguntado sobre la afirmación del Papa Francisco, que exhortó a los sacerdotes a ser misericordiosos, el Penitenciario Mayor destacó que es importante que el confesor sepa acoger al penitente. «Y la primera acogida es anterior y está constituida por la oración y la penitencia que el sacerdote debe hacer por aquellos que se aproximarán a la Confesión».

«Es necesario, después, ‘habitar el confesionario’, o sea, estar allí en horarios que van de encuentro a los fieles y con un corazón incandescente de paternidad. La ayuda, durante la confesión, tiende al verdadero conocimiento de sí mismo, a la luz de la Fe, en vista de una actitud de contrición y de propósito de conversión permanente, íntima, para superar la insuficiente respuesta al infinito amor misericordioso de Dios», señaló.

Sobre cuál debe ser la formación de un confesor para atender a los fieles, Mons. Piacenza instruyó:

«Se pide una cuidadosa formación para ejercitar proficuamente el ministerio de confesor. Es necesaria una delicada sensibilidad espiritual y pastoral, una preparación teológica, moral y pedagógica de modo a permitir una verdadera comprensión de lo que es vivido por el penitente. Por tanto, es necesario saber ver dónde vive el penitente, la sociedad donde está insertado, el contexto familiar».

El sacramento de la penitencia, un grandísimo don

Según el cardenal, «el Sacramento de la Reconciliación es un grandísimo don, un don también para nosotros sacerdotes que, incluso llamados a ejercitar este ministerio, tenemos nuestras faltas a ser perdonadas; por tanto, somos penitentes y confesores al mismo tiempo».

Mons. Piacenza cree que la alegría de perdonar y la alegría de ser perdonados caminan siempre juntas. «Por tanto, en esta sede auguro a todos: confesores y penitentes de poder experimentar esta alegría cristalina. ¡Es mi más cordial augurio pascual!». (LMI)

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