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Milagros: ¿qué son?

Redacción (Jueves, 27-04-2014, Gaudium Press) «Habiendo Jesús descendido de la montaña, una gran multitud lo siguió. Es que un leproso se aproximó y se postró delante de Él, diciendo: ‘Señor, si quieres, puedes curarme’. Jesús extendió la mano, lo tocó y dijo: ‘Yo quiero, sé curado’. En el mismo instante, la lepra desapareció» (Mt 8, 1-3).

1.jpg¿Quién, al hojear las sagradas páginas de la Biblia, deparándose con la realidad sublime de los milagros efectuados por el Divino Salvador, no querría haber estado allá para, influenciado por aquella atmósfera cargada de bendiciones, ser también objeto de la bondad del Hombre-Dios?

¿Pero qué son los milagros?

«El orden admirable del cielo estrellado pregona y canta la gloria de Dios y nos manifiesta la inteligencia infinita del Creador. ¡Felices los que saben escucharlo!». 1 Así como el hombre utiliza la palabra para comunicarse con los demás, Dios utiliza las criaturas para hablar a los hombres, haciendo de éstas un subsidio eficaz para atender a la sed de infinito que Él mismo imprimió en las almas, a manera de un instinto sobrenatural. Entretanto, es preciso estar atentos y saber escuchar la voz de Dios que nos llama a su conocimiento.

Y como el hombre, guiado por la razón natural, puede llegar a algún conocimiento de Dios por medio de signos y efectos sensibles, también «por medio de ciertos efectos sobrenaturales, llamados milagros, él será llevado a un cierto conocimiento sobrenatural de las cosas de la Fe». 2

Así, hay una economía de signos que nos revelan la presencia de Dios entre nosotros. Y en esta inmensa constelación de manifestaciones divinas, el milagro no es una manifestación de algo sin sentido o que contraríe la naturaleza, sino que desvela una acción divina. 3 En verdad, son «señales del poder y de la libertad de Dios. Ellos representan una perfección deseada y, en muchos casos (notablemente las curas), una conclusión de la naturaleza». 4 No que Dios resolviese cambiar el recto orden de la naturaleza que Él propio creó, una vez que cada criatura es lo que es y como debería ser. Con todo, «el fin último y remoto del milagro no puede ser otro sino Dios mismo. En todas las obras exteriores que Dios realiza, es imposible -porque sería contrario al orden- que Él se proponga otro fin que no sea su gloria, naturalmente accidental y extrínseca». 5

Ahora, no podemos imaginar que, al realizar un milagro, Dios tuviese apenas por principio corregir una laguna en el orden de los seres creados. Sería equipararlo a un inhábil artista, que, habiendo pintado de modo imperfecto un cuadro, quisiese perfeccionarlo para no caer en descrédito la obra de sus manos. O, todavía, como un buen compositor que quisiese constantemente mudar las melodías de acuerdo con el bello placer de su voluntad. Evidentemente tales actitudes no tienen cabida en Dios. 6

El milagro es el punto donde la naturaleza -a veces imperfecta y necesitada- se encuentra con la grandeza de una orden superior: la acción de Dios, que la completa y embellece. Por este motivo, los milagros también encierran en sí un fin altísimo: la salvación eterna de los hombres, por el hecho de elevarlos a la consideración de su fin sobrenatural. La Divina Providencia, no contenta en dar a conocer las enseñanzas de su amor, nos concede además señales, para que en ellas creamos y la amemos aún más.

El pensamiento antiguo acerca del milagro se fundamentaba en San Agustín, que lo definía como «todo acontecimiento insólito que manifiestamente sobrepasa la espera o las capacidades de aquel que lo admira». 7 Y Santo Tomás llama milagro «a lo que es lleno de admiración, en el sentido de que la causa queda absolutamente oculta para todos. Esta causa es Dios. Por tanto, las cosas hechas por Dios fuera de las causas por nosotros conocidas, son llamadas de milagros». 8

Por la Hna. Maria Cecília Lins Brandão Veas, EP

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1 GARRIGOU-LAGRANGE, Réginald. La Providencia y La confianza en Dios: fidelidad y abandono. 2.ed. Buenos Aires: Desclée de Brouwer, 1942. p. 32. (Tradução da autora)
2 SÃO TOMÁS DE AQUINO.Suma Teológica II-II, q.178, a.1.
3 Cf. LATOURELLE, René; FISICHELLA, Rino (Dir.). Diccionario de Teología Fundamental. 2.ed. Madrid: San Pablo, 1992, p. 939.
4 POULIOT, François. La doctrine du miracle chez Thomas d’Aquin. Deus in omnibus intime operatur. Paris: J. Vrin, 2005, p. 49. (Tradução da autora)
5 ODDONE, Andrea. Il sigilio divino. Milano: Vitta e pensiero, 1939, p. 13-14. (Tradução da autora)
6 Cf. Ibid. p. 14; 24.
7 SANTO AGOSTINHO. De utilitate credendi. L.I, c.16, n.34: ML 42, 90. (Tradução da autora)
8 SÃO TOMÁS DE AQUINO. Op. cit. I, q.105, a.7.

 

 

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