miércoles, 09 de abril de 2025
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"Siguiendo las huellas y las enseñanzas de Jesús podemos gozar de la libertad y ayudar a liberar", afirma el obispo de Osorio, Brasil

Osorio (Jueves, 10-04-2014, Gaudium Press) Mons. Jaime Pedro Kohl, obispo de la diócesis de Osorio, en el estado de Río Grande del Sur, Brasil, escribió un artículo titulado «Yo soy la resurrección y la vida», en el que hace una reflexión sobre los textos del Evangelio del tiempo de la Cuaresma. Para él, son pasajes muy significativos y todos revelan algún aspecto de la persona de Jesús, de su misterio y de su misión en el mundo.

Recordando el camino recorrido hasta el momento, el prelado afirma que en el primer domingo Jesús vence la tentación en el desierto sobre el tipo de mesianismo que deberá asumir; en el segundo es el Padre que desde la nube revela a los discípulos, en el monte de la Transfiguración, que «este es mi Hijo amado»; después vimos a la samaritana asegurando que Jesús tiene agua viva; enseguida, el ciego de nacimiento encuentra a Jesús en el templo y profesa «Creo Señor que tú eres el Cristo».

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Resurrección de Lázaro

Vitral en Curitiba, Brasil

De acuerdo con el obispo, son todos encuentros emocionantes que produjeron cambios fundamentales en las personas que encontraron a Jesús. Él explica que no todos buscaban una cura física, pero todos experimentaron un beneficio personal, una liberación que da nuevo sentido a su vida, un horizonte nuevo, renace la esperanza.

La resurrección de Lázaro la mayor de las señales de liberación realizada por Jesús

Ya el domingo pasado, recordamos la resurrección de Lázaro, que según Mons. Jaime, es la última de las siete señales de liberación realizadas por Jesús, en la catequesis del evangelista San Juan. El prelado resalta que aunque todos ellos dejen entrever que Jesús vino a rescatar la vida, este pasaje deja más evidente esa plenitud y novedad pidiendo al amigo, muerto hace cuatro días, que salga del túmulo.

«Si observamos atentamente las señales realizadas por Jesús, queda clara la finalidad principal del evangelista: llevar a los discípulos a la fe autentica. Juan mismo va a decirlo al final del evangelio: ‘Jesús hizo muchas otras señales, que no se encuentran escritas en este libro. Estos sin embargo fueron escritos para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan la vida en su nombre’ «, completa.

El obispo cita además a Marta, que delante de la promesa de resurrección, confesó con convicción: «Si, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios que viene al mundo». Y después, con corazón aliviado y lleno de esperanza, incluso antes del milagro de la resurrección del hermano, pero presintiéndola, va a decir a su hermana María: «El Maestro está aquí y te llama». Y después corre a su encuentro.

«Jesús, después de rezar al Padre, ordena: ‘¡Lázaro ven afuera!’ y después: ‘desatadlo y dejadlo caminar’. Delante de señales tan evidentes de su poder, muchos judíos creyeron en él. Es bonito ver a Jesús que se conmueve delante del dolor provocado por la pérdida del amigo querido. Muchas de las acciones de Jesús revelan su compasión por el sufrimiento humano y llevan a las personas a creer en él y consecuentemente a gozar de la vida plena», avala.

Además, Mons. Jaime destaca que, como Lázaro, todas las comunidades cristianas son llamadas a salir de las tumbas de miedo, de la acomodación, del egoísmo y de la tristeza; a desatarse de las amarras de los sistemas que oprimen y matan. Conforme él, las personas de fe auténtica, seguidoras de Jesús, no pueden permanecer esclavas, amarradas, presas, sino gozar de la libertad de los hijos de Dios, pues es para la libertad que Cristo nos liberó.

Otro aspecto abordado por el obispo es que si fuésemos sinceros con nosotros mismos, debemos reconocer que todavía no somos plenamente libres, luchamos contra alguna amarra que nos prende e impide un mayor vigor espiritual, un testimonio más radical, un anuncio más osado, un compromiso mayor con la transformación de nuestra realidad social marcada por la injusticia y la desigualdad.
Para ello, precisamos salir de nuestros túmulos inertes de miedo, apatía e indiferencia para solidarizarnos con los que padecen por la falta de condiciones dignas de trabajo, de vivienda, de educación, de manifestación de su fe y del calor de un lugar.

Sobre la ignominiosa realidad del tráfico humano

Con relación a la Campaña de la Fraternidad de este año en Brasil, el prelado refuerza que ella trae la temática del tráfico humano, realidad de muerte, porque cercena la libertad de las personas, explota su fuerza de trabajo y agrede su dignidad forzándolas a prostituirse, dejando a las personas de alguna forma atadas, sepultadas vivas por deudas financieras que nunca terminan de pagar, por maquinaciones y presiones psicológicas a través de la retención de documentos y amenazas a familiares.

«Precisamos, sí, hacer todo lo que está a nuestro alcance, tanto para prevenir -de modo que las personas no caigan en esa desgracia provocada por promesas salvajes- como para remediar, denunciando toda señal sospechosa sobre posibles situaciones de tráfico humano.»

Por último, Mons. Jaime resalta que Dios no quiere ningún esclavo de sí mismo, sepultado en alcohol, droga, cigarrillo, ganancia, promiscuidad, pornografía; y ni de otros por las marras de la opresión de trabajo de esclavo, de la explotación de cualquier tipo, por la violación de los derechos y de la libertad entendida en su verdadero sentido.

«Todo cristiano es llamado por vocación a ayudar a los hermanos a salir de las tumbas en que yacen y a liberarse de las ataduras que los sujetan por hilos aunque sean de oro y que los impide vivir en alegría en libertad de los hijos e hijas de Dios. ¡Sí! Él, Jesús, es nuestra resurrección y vida. Siguiendo sus huellas y sus enseñanzas podemos gozar de libertad y ayudar a libertar», concluyó. (FB)

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