viernes, 19 de abril de 2024
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¿Aflicciones, crisis, catástrofes? He aquí la solución

1.jpgRedacción (Lunes, 14-04-2014, Gaudium Press) Corría el siglo XII. Se encontraba la Cristiandad amenazada por una terrible herejía que rápidamente se infiltró en toda Europa. Denominados como cátaros, albigenses, o puros, estos herejes encontraron un terreno bien preparado para sembrar su doctrina, que más que herética era terriblemente anticristiana.

Uno de los principales focos de esta herejía estaba en Francia, especialmente en la región del mediodía, del Languedoc, de Toulouse y sus límites hasta los Pirineos.

Grandes aflicciones pasaban los misioneros del Languedoc, especialmente Santo Domingo de Guzmán. Tomado por una moción interior, se dirigió a un bosque próximo a Toulouse con el fin de hacer penitencia e implorar que Dios «tuviese pena de su propia gloria pisoteada por la herejía». 1 Fueron tres días y tres noches de austeros sacrificios, gemidos, lágrimas y, sobre todo, de oración. Cuando su cuerpo estaba a punto de desfallecer, María Santísima, resplandeciente, se le apareció:

La Santísima Virgen -que estaba acompañada de tres princesas del Cielo- le dijo: «¿Sabes tú, mi estimado Domingo, de qué arma la Santísima Trinidad se valió para reformar el mundo?» – «¡Oh Señora!» respondió el, «Tú lo sabéis mejor que yo porque después que Vuestro Hijo Jesucristo fuiste el principal instrumento de nuestra salvación». Ella continuó: «El instrumento principal de esa obra fue el salterio angélico que es el fundamento del Nuevo Testamento. Por lo tanto, si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, reza mi salterio.» 2

2.jpgNo se sabe si en esta ocasión María Santísima le enseñó a rezar el Rosario, o si esta devoción ya existía, o todavía si, por una acción de la gracia, él intuyó cómo recitarlo. Lo cierto es que el santo predicador comprendió perfectamente lo que debería hacer y, después de la celeste aparición, con el ánimo reconstituido e inflamado de celo por la salvación de las almas, se levantó inmediatamente y se dirigió a la Catedral de Toulouse. Su llegada fue precedida por el toque grave de las campanas que, milagrosamente, llamaban a las personas para la Catedral. El santo entró y, al posicionarse en el púlpito e iniciar la predicación, la propia naturaleza se puso a enfatizar sus palabras:

«Apenas inició su sermón, se desencadenó una tempestad terrible, la tierra estremeció, el sol se oscureció, hubo tantos truenos y rayos que todos quedaron muy temerosos. Todavía mayor fue su miedo cuando miraron la imagen de Nuestra Señora, exhibida en lugar privilegiado, y la vieron levantar los brazos en dirección al Cielo, tres veces, para calmar la venganza de Dios sobre ellos, caso ellos fallasen en convertirse, arreglar sus vidas y buscar la protección de la Santa Madre de Dios.» 3

Dios permitió tales fenómenos y milagros para que aquellos corazones endurecidos se impresionasen, y se moviesen a la conversión.
Santo Domingo rezó a Dios, y la tempestad se calmó. Él continuó su predicación mostrando la importancia del Rosario. Los presentes quedaron tan impresionados con lo ocurrido y con las palabras impregnadas de fuego de Santo Domingo que en aquel mismo día prácticamente toda la ciudad se convirtió. 4

A partir del momento en que Santo Domingo dio inicio a la difusión de la devoción al Santo Rosario, María Santísima comenzó a derramar abundantes gracias a los que lo recitaban.

3.jpgDespués de la muerte de Santo Domingo, sus hijos espirituales continuaron la predicación del Rosario. Entretanto, transcurrido un siglo, el fervor en relación a esta devoción se fue apagando hasta casi el olvido.

De esa forma, el Rosario, precioso canal utilizado por Dios para derramar gracias a la humanidad, fue bloqueado y un gran castigo se infligió sobre Europa: la terrible peste negra asoló el continente por tres años, dejándolo casi desierto. Tal catástrofe fue sucedida por otros dos flagelos: la herejía de los flagelantes y el cisma de 1376. 5

Entretanto, Nuestra Señora no permitió que esta situación se prolongase y, después de haber cesado tales calamidades, escogió un hijo de Santo Domingo para que reavivase la devoción a su Rosario.

El Beato Alano de la Roche

Alano de la Roche nació en 1428, en Bretaña. Ingresó a la Orden de los Predicadores cuando todavía era muy joven. De inteligencia privilegiada y dotado de gran elocuencia, rápidamente se tornó un perfecto orador.

Con todo, dicen las Sagradas Escrituras: «Mi hijo, si entrares al servicio de Dios, permanece firme en la justicia y el temor, y prepara tu alma para la prueba» (Ecl 2,1). Durante siete años el Beato Alano fue acometido por arideces e infestaciones del demonio. En una ocasión, cuando más especialmente atravesaba un período de tremenda aridez, María Santísima se le apareció en el interior de su celda para consolarlo, y le entregó una cadena hecha con sus propios cabellos, en la cual estaban entrelazadas ciento cincuenta piedras preciosas, de acuerdo con el número de cuentas del Rosario. La Reina del Cielo le explicó en esta ocasión que este instrumento le serviría como una poderosa arma contra el enemigo infernal. 6

Terminada la aparición, Alano comprendió la necesidad del Rosario para su vida espiritual. Entretanto, la Providencia quería de él algo más allá de un puro aumento de su piedad.

Un día en que celebraba la Santa Misa, después de la Consagración, la Hostia que sostenía en sus manos asumió la figura de Nuestro Señor, que severamente lo reprendió, diciendo:

«¿Alano, tornas a crucificarme una segunda vez?» El Dominico asustado le respondió: «Oh Señor Jesús, ¿cómo puedo ser capaz de tamaña crueldad?» Nuestro Señor le responde: «Prefería ser nuevamente crucificado, a ver a Mi Padre ofendido con los pecados por ti cometidos. ¡Tú pecas de omisión! Posees la ciencia, la facultad y el deber de predicar el Santo Rosario y no lo haces. El mundo está lleno de lobos y tú te transformaste en un can mudo, incapaz de ladrar. Si no te corriges, Yo juro por Mi Padre, que serás pasto de los míseros mortales». 7

Después de esas palabras el Divino Salvador le mostró el infierno y el lugar para donde iría si no tomase la seria resolución de predicar el Rosario. Alano, impresionado con la divina reprobación, se tornó un incansable predicador del Rosario. Por medio de predicaciones consiguió reavivar las Cofradías del Rosario y cuando llegó el día de entregar su alma a Dios ya había congregado más de cien mil hijos y miembros de las cofradías.

Vemos así que por medio del Rosario, la Divina Providencia quiso renovar la faz de la Tierra. El Rosario es una de las devociones más dilectas de la Santísima Virgen: «Después del Santo Sacrificio de la Misa, no hay nada en la Iglesia que ame más que el Rosario». 8

Y todavía en el Mensaje de Fátima se encuentran las maternales palabras de esperanza de la Madre de Dios y el medio que Ella pone a nuestro alcance para solucionar la crisis contemporánea: «Rezad el Rosario todos los días, para alcanzar la paz».

Por la Hna. Elen Coelho, EP

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1 CLÁ DIAS, João Scognamiglio. Fátima, Aurora do Terceiro Milênio. 2.ed. São Paulo: Takano, 1998. p.83.
2 Ibid. p. 83-84.
3 SÃO LUÍS MARIA GRIGNION DE MONTFORT. O Segredo do Rosário. Trad. Geraldo Pinto Faria. Belo Horizonte: Divina Misericórdia, 1997.p. 13.
4 Loc. cit.
5 SÃO LUÍS MARIA GRIGNION DE MONTFORT. O Segredo do Rosário. Op. cit. p.19.
6 PAOLA, Roberto (Org.). Il Salterio di Gesù e di Maria:Storia e rivelazioni del Santissimo Rosario. Conegliano: Ancilla, 2006, p. 56.
7 SPIAZZI, Raimundo. Cronaque e fioretti del monastério di San Sisto all»Appia. Roma: Raccolta di storici,tradizioni e testi d’archivio, 1994, p.359-360.
8 SÃO LUÍS MARIA GRIGNION DE MONTFORT. O Segredo do Rosário. Op. cit. p.150.

 

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