París (Lunes, 14-04-2014, Gaudium Press) En las semanas que anteceden la canonización del Beato Juan Pablo II – que se realizará de modo simultáneo con la del Beato Juan XXIII – numerosos testigos cercanos de su vida y su pontificado han postrado las muchas facetas de su santidad. La plataforma Aleteia dialogó con una pareja de esposos miembros del Pontificio Consejo para la Familia que relataron su propia experiencia del compromiso y afecto del Pontífice polaco hacia las familias, que para ellos se resume en considerarlo «no sólo un santo, sino un mártir, que derramó su sangre por la familia».
La familia, base de la sociedad y fuente de vida, fue un tema de gran interés para el Beato Juan Pablo II. |
Esta expresión da cuenta de un hecho poco conocido: «Él selló con su sangre la creación del Consejo Pontificio para la Familia, instituido el día de su intento de asesinato en la Plaza de San Pedro (13 mayo 1981)», relataron los esposos. Si bien el hecho no tiene una relación material con el atentado, expresa el ofrecimiento que el Beato hizo a Dios en beneficio de la institución base de la sociedad. «En 1994, año de la familia, después de una estancia de varias semanas en el hospital, él mismo dijo que el Papa tuvo que sufrir porque la familia era amenazada y atacada».
La familia, fundamental en el pontificado
El Beato Juan Pablo II manifestó de manera constante una especial dedicación a este tema. «¡Durante 25 años, hablaba incesantemente de la familia!», recordaron los Meyer. «También escribió mucho: la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, la encíclica Evangelium Vitae, varias cartas, como su «Carta a las familias» de 1994″. Los esposos destacaron también su gran aporte sobre la teología del cuerpo y la sexualidad humana, que para ellos no tiene precedentes, así como la misma creación del Consejo Pontificio para la Familia, el Instituto Juan Pablo II para la Familia, el primer Sínodo sobre la familia y los Encuentros Mundiales de las Familias. «Su contribución es inmensa», afirmaron.
«Le encantaba rodearse de familias, recrear un ambiente familiar que le rodeara», recordaron los miembros del Pontificio Consejo. «Cada verano, recibía a algunas familias en Castel Gandolfo. Tuvimos la gracia de ser parte de ello: hacíamos vigilias, cantábamos, hablamos de todo… Él planteaba preguntas, se preocupaba por los niños, por cada uno. A él le gustaba esta intimidad natural y alegre». Precisamente fue el primer Pontífice en convocar a parejas casadas como apoyo para los temas pastorales analizados en el Sínodo de la Familia en 1980. También nombró 20 matrimonios miembros del Consejo Pontificio para la Familia provenientes de todo el mundo y, según los Meyer, este ejemplo fue seguido posteriormente por numerosas Iglesias locales.
El Beato animó el llamado a la santidad de las familias a pesar de las condiciones cada vez más exigentes en un entorno muchas veces contrario. «¡El Evangelio en sí, por otra parte, no sólo el de la familia, es exigente!», comentaron los esposos. Para el Papa, «es en la familia donde cada persona se realiza y santifica por medio del don y de la comunión». El Beato recordó el carácter de «Iglesia doméstica» de las familias, término que usó ampliamente. «Esto demuestra la importancia del sacramento del matrimonio, que identifica la unión de la pareja con la de Cristo con la Iglesia; y la grandeza de la familia, que se deriva de este sacramento».
Finalmente, los esposos Meyer expresaron que podría no ser una coincidencia que la canonización del Beato Juan Pablo II tenga lugar el mismo año en que se convoca un Sínodo extraordinario sobre la Familia. «Este Sínodo podrá profundizar la inmensa contribución de este Papa que Dios ha elegido – ¡es nuestra convicción! – porque él era un enamorado de la familia», concluyeron.
Con información de Aleteia.
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