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"La gracia es mayor que el pecado", afirma el Arzobispo de Londrina, Brasil

Londrina – Paraná (Viernes, 27-06-2014, Gaudium Press) «San Pedro y San Pablo: Santidad de la Iglesia» es el título del reciente artículo de Mons. Orlando Brandes, Arzobispo de Londrina, en el Estado de Paraná. En su reflexión, el Prelado afirma que la Iglesia es obra de la Santísima Trinidad; Jesús amó la Iglesia y por ella se entregó. «Vos sois nación santa, pueblo de Dios» (Cf I Pd 2, 9).

Según el Arzobispo, el Espíritu Santo es Alma y Guía de la Iglesia, que es templo del Espíritu. Él destaca que por más fuerte que sea el mal, no podría destruir la Iglesia, pero puede sí infligirle graves daños. «Creo en la Iglesia santa y en su indestructibilidad. Sí, por gracia de Dios, la Iglesia es indestructible. ‘Estaré con vosotros todos los días’ (Mt 28,20). Jesús es la luz de la Iglesia. Él es el sol, la Iglesia refleja su luz como hace la luna», refuerza.

Mons. Orlando resalta que Cristo continúa viviendo por el Espíritu Santo en la Iglesia, pues ella jamás podrá dejar de ser la Iglesia de Jesucristo. Para él, hay una indisolubilidad entre Jesús y la Iglesia y su esencia fundamental es irrevocable. Conforme el Prelado, eso no permite ninguna actitud de triunfalismo y ni de infalibilidad porque somos pecadores y precisamos siempre de purificación, conversión y penitencia, porque nuestra vocación es la santidad.

«Nos cabe vivir en el Espíritu y no en la carne. En la actual crisis de la Iglesia, o mejor, de algunos miembros y sectores de la Iglesia, precisamos de mucha humildad y esperanza. Nada de pesimismo. Pertenecen a la Iglesia, todos los bautizados, los ángeles, los santos, los apóstoles y mártires, las almas del purgatorio. ¡Cómo es bella la Iglesia!», evalúa.

De acuerdo con Mons. Orlando, la santidad de la Iglesia es mucho mayor que el pecado de sus hijos. Él cree que no debemos esconder nuestros pecados sino exorcizarlos, pues nuestros verdugos pueden tornarse nuestros artistas: sin querer ellos colaboran con nuestra santificación y purificación. «Todo concurre para el bien de los que aman a Dios» (Rm 8, 28).

El Arzobispo paranaense además enfatiza que la santidad de la Iglesia es imperecedera y ella no se autodestruirá, sino que precisa golpear en el pecho y reconocer el mal que en ella está. Para explicar la santidad esencial de la Iglesia y el pecado de sus miembros, los Santos Padres usan una expresión singular «casta meretriz».

«San Pablo habla del ‘tesoro que cargamos en vasos de barro’ (Cf II Cor. 4, 7). Lo cierto es que Dios conduce la Iglesia por diversos y admirables caminos y le concede lo que mejor conviene. Los místicos no se cansan de afirmar que nuestros pecados crucifican de nuevo al Salvador. ‘No podemos concordar con la mundanización de la Iglesia’ (Benedicto XVI).»

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