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Maná, símbolo de la Sagrada Eucaristía

Redacción (Miércoles, 29-04-2015, Gaudium Press) Por la intercesión de Moisés, el pueblo israelí en marcha por el desierto obtuvo de Dios una gran misericordia: el maná, con el cual fue alimentado durante 40 años.

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Después de la travesía milagrosa del Mar Rojo, los hebreos caminaron durante tres días por el desierto, sin encontrar agua.

Tener como dios el vientre

Llegaron, entonces, a un lugar donde había agua, pero no pudieron beberla porque eran amargas. Y el pueblo comenzó a murmurar contra Moisés, diciendo: «¿Qué iremos a beber?»

El profeta oró a Dios, que le recomendó lanzar un ramo de una determinada planta al agua; Moisés así lo hizo y el agua se tornó dulce.

Después de aliviar la sed, continuaron la caminata, llegaron a un oasis, donde había doce fuentes de agua y setenta palmeras, y allí acamparon.

Luego después, partieron en dirección al Monte Sinaí, pero los alimentos comenzaron a faltar. Hacía 45 días que el pueblo había salido de Egipto.

Entonces, todo el pueblo comenzó a murmurar contra Moisés y Aarón, diciendo: «¡Quién diera que hubiésemos muerto por la mano del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan con abundancia! ¿Por qué nos trajiste a este desierto? ¿Para matar de hambre a toda esta gente?» (Ex 16, 3).

Ellos solamente se acordaban de las comidas, pero no de la esclavitud y los peligros morales a los que estaban sometidos en Egipto. Se puede aplicarles las duras palabras de San Pablo: «El dios de ellos es el vientre» (Fl 3, 19).

Codornices y maná

Moisés y Aarón dijeron al pueblo que sus reclamaciones no eran contra ellos, sino contra el propio Dios.

El Altísimo, entonces, afirmó a Moisés que, para alimentar al pueblo, mandaría carne y también haría llover pan del cielo durante seis días de la semana; en el sexto día, enviaría el doble de la cantidad diaria, para que en el sábado las personas pudiesen descansar y aplicarse de modo especial en alabar a Dios.

De hecho, en la tarde de ese día vino sobre el campamento una banda de codornices, que les sirvió de alimento. Y en la mañana siguiente se formó en toda su extensión una camada de rocío que, al evaporarse, hizo surgir «pequeños copos como cristales de hielo» (Ex 16, 14). Al ver los copos, los israelíes preguntaron: «¿Man hu?» -¿qué es esto?- y de ahí provino la palabra maná.

Moisés dijo al pueblo que era el pan que el Señor les daba para comer, y les transmitió las reglas para cogerlo. Ordenó que cada uno atrapase la cantidad necesaria para una persona, y nada guardase para el día siguiente, con excepción de la víspera del sábado.

Algunas personas guardaron el maná para el día siguiente, y él se pudrió; otras lo buscaron el sábado y nada encontraron. Moisés los censuró por su desobediencia a las órdenes de Dios.

Masá y Meribá

El maná era blanco y tenía gusto de torta de miel; los israelíes fueron alimentados por el maná durante 40 años, hasta el día en que atravesaron milagrosamente el Río Jordán, para tomar posesión de la tierra de Canaán (cf. Ex 16, 31 e Js 5, 12).

«Moisés hizo llenar un vaso con este pan maravilloso, que fue guardado en el Arca de la Alianza, más tarde en el templo, entre las cosas santas de Israel.»

A pesar de ese estupendo milagro, los hebreos nuevamente se rebelaron contra Moisés cuando llegaron a un lugar donde no había agua. Decían ellos: «¿Por qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Fue para matarnos de sed junto con nuestros hijos y nuestros rebaños?»

Moisés clamó al Señor: «¿Qué voy a hacer con este pueblo? Por poco no me apedrean» (Ex 17, 3-4).

Dios ordenó al profeta que golpease con su vara en una roca; él así lo hizo y chorreó agua en abundancia. Y el varón de Dios dio el nombre a aquel lugar de Masá y Meribá.

Milagro de los milagros

Explica San Juan Bosco: «El maná es figura de la Eucaristía, que conforta al hombre a caminar en el desierto de este mundo, en dirección a la verdadera tierra prometida, que es el Cielo».

Nuestro Señor, discutiendo con los judíos que contra Él murmuraban, afirmó: «Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y, entretanto, murieron. Aquí está el pan que desciende del Cielo, para que no muera quien de él coma. Yo soy el pan vivo que descendió del Cielo. Quien coma de este pan vivirá eternamente. Y el pan que Yo daré es mi carne, entregada por la vida del mundo» (Jo 6, 48-51).

El maná era tan solamente un alimento, aunque milagroso. Pero la Eucaristía «encierra el beneficio de la Creación, la Redención, la justificación, la glorificación y de todos los bienes… La Eucaristía es el milagro de los milagros, la obra-prima de las obras de Dios».

Pidamos a Nuestra Señora que nos obtenga la gracia de comulgar con frecuencia; y, cuando no podemos recibir la Eucaristía, hacer la comunión espiritual.

Por Paulo Francisco Martos
(in Noções de História Sagrada (25))

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1 – CAULY, Eugène Ernest. Cours d’instruction religieuse – Histoire de la Religion e de l’Église.4. ed. Paris: Poussielgue. 1894, p. 49.
2 – História Sagrada. 10 ed. São Paulo: Salesiana, 1949, p.73.
3 – CORNÉLIO A LÁPIDE. Apud BARBIER, SJ, Jean-André. Tesoros de Cornelio a Lapide. Madri: Librerias de Miguel Olamendi e outros. 1866, v. 2, p. 199.

 

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