Ciudad del Vaticano (Miércoles, 08-06-2016, Gaudium Press) Como ya había sido anunciado, la Beata María Elisabet Hesselblad y el Beato Estanislao de Jesús y María fueron canonizados el 5 de junio. La ceremonia fue realizada en la Plaza San Pedro delante de una multitud de fieles y devotos siendo presidida por el Papa Francisco.
En la homilía que el Santo Padre pronunció en la ocasión, trató de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y aplicó sus palabras a los dos Beatos que eran canonizados:
«Esta fue la experiencia de Estanislao de Jesús María y de María Elisabet Hesselblad, que ahora son proclamados santos: permanecieron íntimamente unidos a la pasión de Jesús y en ellos fue manifestado el poder de la resurrección».
Ternura de Dios encarnada
El Papa explicó que Dios no permanece impasible delante de la muerte de las personas porque Él mismo experimentó lo que es morir: También Él se compadece con quien llora la muerte de un ser querido, como la viuda de Naín que perdió su hijo:
«Jesús pide para sí nuestra muerte, para librarnos de ella y darnos la vida, dijo Francisco, y ese joven de hecho se despertó, como de un sueño profundo, y comenzó a hablar. Y Jesús ‘lo devuelve a su madre’.
No es un mago. Es la ternura de Dios encarnada, en Él obra la inmensa compasión del Padre».
San Estanislao
San Estanislao de Jesús y María fundó la Congregación de los Clérigos Marianos de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, la primera orden religiosa fundada en Polonia y la primera Orden masculina dedicada a la Inmaculada Concepción.
Hoy en día la Orden fundada por él cuenta con cerca de 60 casas en 10 países y 500 miembros, de los cuales, 345 son sacerdotes.
Él siempre tuvo gran fama de confesor y predicador. Fue además capellán de las tropas polacas durante la guerra contra Turquía, en Ucrania, en 1674.
María Elisabet Hesselblad
Santa María Elisabet Hesselblad nació en Suecia en 1870 en una familia luterana. Ella se convirtió al catolicismo después de los 18 años y luego después pasó a dedicar su vida al trabajo de apostolado junto a los cristianos no católicos, especialmente en el norte de Europa.
Se tornó religiosa y refundó la orden brigidiana llamada Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida.
Elisabet pasó por las amarguras de la II Guerra Mundial mientras vivía en la Ciudad Eterna. En su convento dio refugio a decenas de personas perseguidas y ocultó muchos judíos. El trabajo de su obra en esta ocasión le valió el reconocimiento de los que ella ayudó y el título de «Justa entre las Naciones», ofrecido por la comunidad judaica en reconocimiento por la protección a sus miembros durante la persecución nazifascista. (JSG)
Deje su Comentario