Ciudad del Vaticano (Martes, 21-06-2016, Gaudium Press) El pasado domingo el Papa Francisco condujo la oración mariana del Ángelus ante de una multitud de fieles y peregrinos venidos de todas las partes del mundo cristiano y reunidos en la Plaza de San Pedro.
El Papa inició su catequesis recordando que el «Evangelio de este domingo nos invita una vez más a colocarnos cara a cara con Jesús. Uno de los raros momentos tranquilos, en que se encuentra solo con sus discípulos, Él les pregunta: ‘¿Quién soy yo, en el decir de las multitudes?’ Y ellos responden: ‘Juan Bautista; otros dicen Elías; otros, sin embargo, uno de los antiguos profetas que resucitó’.»
Francisco acentuó que «las personas estimaban a Jesús y lo consideraban un gran profeta, pero todavía no estaban conscientes de su identidad verdadera, o sea, que Él fuese el Mesías, el Hijo de Dios enviado por el Padre para la salvación de todos».
Y, entonces, «Jesús habla directamente a los Apóstoles, porque es eso lo que le interesa más, y pregunta: ‘¿Y ustedes, quién dicen que yo soy?’ Inmediatamente, en nombre de todos, Pedro respondió: ‘El Cristo de Dios’, o sea, el Mesías, el Consagrado de Dios, enviado por Él para salvar a su pueblo, según la Alianza y la promesa.»
Según el Pontífice, «Jesús percibe que los Doce, en particular Pedro, recibieron del Padre el don de la fe; y por eso comienza a hablar con ellos abiertamente, así dice el Evangelio, sobre lo que ocurrirá en Jerusalén: ‘El Hijo del Hombre, dijo Jesús, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y escribas, ser muerto y resucitar en el tercer día'».
Preguntas de ayer y de hoy
Para el Papa, «Aquellas preguntas son re-propuestas hoy a cada uno de nosotros»:
«¿Quién es Jesús para las personas de nuestro tiempo? Pero la otra es más importante: ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros? Somos llamados a hacer de la respuesta de Pedro nuestra respuesta, profesando con alegría que Jesús es el Hijo de Dios, la Palabra eterna del Padre que se hizo hombre para redimir a la humanidad, derramando sobre ella la misericordia divina en abundancia.
El mundo precisa mucho de Cristo, de su salvación, de su amor misericordioso.
Muchas personas sienten un vacío en torno de sí y dentro de sí; tal vez, algunas veces, nosotros también; otras viven inquietas y en la inseguridad por causa de la precariedad y los conflictos. Todos precisamos de respuestas adecuadas a nuestras profundas preguntas concretas.»
En Cristo, la paz verdadera
«En Cristo, solamente en Él, es posible encontrar la paz verdadera y el cumplimiento de toda aspiración humana. Jesús conoce muy bien el corazón del ser humano. Por eso, Él puede curarlo, darle vida y consuelo».
Si alguien quiere venir en pos de mí…
Francisco continuó recordando el Evangelio cuando Jesús, después de concluir el diálogo con los Apóstoles, se dirige a todos diciendo: ‘Si alguien quiere venir en pos de mí, renuncie a sí mismo, tome su cruz de cada día y sígame’.
«No se trata de una cruz ornamental, o una cruz ideológica, sino es la cruz de la vida, es la cruz del propio deber, la cruz del sacrificarse por los otros con amor, por los padres, los hijos, la familia, los amigos, y también por los enemigos, la cruz de la disponibilidad de ser solidarios con los pobres, de comprometerse con la justicia y la paz. Al asumir estos comportamientos, estas cruces, siempre se pierde alguna cosa. Nunca debemos olvidarnos que ‘quien perdiera su vida por Cristo, la salvará’. Es un perder, para ganar.»
Conclusión
El Papa Francisco concluyó su catequesis con las siguientes palabras:
«Jesús, mediante su Santo Espíritu, nos da la fuerza a ir adelante en el camino de la fe y el testimonio: realizar aquello en que creemos; no decir una cosa y hacer otra. En este camino siempre está con nosotros y nos precede Nuestra Señora. Dejemos que ella tome nuestra mano, cuando atravesamos los momentos más sombríos y difíciles». (JSG)
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