Redacción (Martes, 05-07-2016, Gaudium Press) «Vengo a vuestro noble país, amado pueblo de Colombia, como Mensajero de Evangelización que enarbola la cruz de Cristo, deseando que su silueta salvadora se proyecte sobre todas las latitudes de esta tierra bendita (…) He acariciado desde hace tiempo el deseo de visitaros y me siento feliz al ver que finalmente mi esperanza se hace hoy realidad: estoy en medio de vosotros para orar en común, para celebrar comunitariamente nuestra fe y meditar juntos la palabra de Dios. Quiero ser sembrador de las enseñanzas de Jesús, de la doctrina perenne de la Iglesia, en esta ciudad capital y en las otras ciudades y lugares que, con la ayuda de Dios, me propongo visitar», con estas palabras San Juan Pablo II saludaba al Pueblo Colombiano, durante la visita al país suramericano que realizó del 1º al 7 de julio de 1986.
A estos siete días, en los que el Santo Pontífice visitó varios de los rincones de Colombia, se le conocen como los «Siete días blancos» por el mensaje de cercanía, amor y de paz que trajo al país el «Mensajero de esperanza» (Ver nota anterior: Documental muestra los «siete días blancos» de Juan Pablo II en Colombia).
San Juan Pablo II ora conmovido y en silencio en la Cruz, símbolo de la tragedia de Armero. |
Varios son los momentos que quedaron inmortalizados en el corazón de los colombianos, pero uno de ellos fue el más significativo para muchos: la oración profunda y en silencio del santo frente a la cruz en el municipio de Armero, que en noviembre del año 1985 quedó sepultado por lodo tras la erupción del Volcán Nevado del Ruiz.
Tras ponerse de rodillas en la Cruz, símbolo de la tragedia, Juan Pablo II oró conmovido: «Padre celestial, de quien procede todo bien, recibe compasivo en tu seno misericordioso a tantos hermanos nuestros aquí sepultados por las fuerzas desatadas de la naturaleza. Condúcelos a la morada eterna que Jesús, tu Hijo, ha preparado a los que lo reconocen como tu enviado y lo sirven con amor, descubriendo su presencia en los hermanos más pequeños (…) Estos hijos tuyos, Padre de bondad, cayeron como trigo en las entrañas de la tierra para germinar en la resurrección de los muertos. Ellos creyeron y esperaron en Ti; recibieron el bautismo de regeneración, se nutrieron con la Eucaristía, que es germen de inmortalidad, vivieron en el amor con que tu premias eternamente (…)».
Como peregrino en Colombia, San Juan Pablo II realizó un sinnúmero de actividades: se encontró con sacerdotes, seminaristas y religiosos en la Catedral Primada; visitó al entonces presidente del país, Belisario Betancur; compartió con los Obispos Colombianos, visitó el CELAM; se encontró con los presos; presidió una Eucaristía para los jóvenes en el Estadio el Campin en Bogotá; visitó a la Patrona de Colombia, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, donde celebró una Misa; presidió la celebración de la Palabra en Tumaco, se encontró con los indígenas en Popayán. En Cali celebró la Eucaristía con las familias y también se encontró con los niños; oró por las víctimas del volcán Nevado del Ruiz en Chinchiná; saludó a la población de Pereira. En Medellín presidió la Misa y las ordenaciones sacerdotales en el Aeropuerto Olaya Herrera (Ver nota anterior: «Hace 25 años fui ordenado sacerdotes por Juan Pablo II»); también se encontró con los habitantes de los barrios populares; con las religiosas y miembros de Institutos seculares femeninos y con los intelectuales y universitarios. Tras pasar por Armero, dirigió un mensaje a las autoridades en Lérida; coronó a Nuestra Señora de la Candelaria en Cartagena, hizo un llamado desde la tumba de San Pedro Claver, también en esta ciudad; y desde Barranquilla se despidió del país tras encontrase con fieles en la Plaza de la Paz.
Fueron mucho los puntos de Colombia que visió San Juan Pablo II del 1o al 7 de julio de 1986. |
«Han sido jornadas de gracia que a todos nos han enriquecido. Me acompañarán siempre en el recuerdo y en la plegaria inolvidables momentos, lugares y personas que me han hecho apreciar los valores más genuinos, humanos y cristianos del alma noble de Colombia (…) Sois una nación católica. No dejéis debilitar el orgullo legítimo ni mermar la responsabilidad que ello entraña. Los insoslayables problemas que tanto os preocupan, afrontadlos con clarividencia, con espíritu de fraternidad, con plena colaboración por parte de todos y principalmente con la mirada puesta en Dios, cuya ayuda no os ha de faltar (…) ¡Adelante! El Papa se va, pero queda con vosotros. El Papa os conforta, os anima, quiere estar a vuestro lado, quiere acompañaros por los difíciles caminos que tendréis que recorrer: ¡Animo!, pueblo colombiano», animaba entonces San Juan Pablo II.
Gaudium Press / Sonia Trujillo
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