Roma (Lunes, 10-04-2017, Gaudium Press) Situada en la Ciudad Eterna, a un kilómetro de la Basílica de San Juan de Letrán, se encuentra la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén, muy visitada en Semana Santa porque resguarda importantes reliquias de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo: Tres fragmentos de la Santa Cruz, dos espinas de la Corona de Jesús, uno de los clavos y el letrero de la Crucifixión INRI, que significa «Jesús Nazareno, Rey de los Judíos»
La historia de las reliquias se remonta a la Emperatriz Santa Helena, madre de Constantino, llamado «El Grande», quien en el año 326 viajó a Tierra Santa con el anhelo de redescubrir los lugares de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.
Fue gracias al paso de la Emperatriz por la tierra de Jesús que allí se construyeron las primitivas basílicas de la Natividad en Belén y de la Ascensión en el Monte de los Olivos. Estando en el Gólgota, cuando ya habían sido demolidos los templos paganos que allí se encontraban, Santa Elena pudo cumplir su sueño de arrodillarse en la tierra donde Jesús había sido elevado en la Cruz, pero notó que faltaba lo más importante: hallar la reliquia del santo madero.
Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén, Roma / Foto: Gaudium Press. |
Así la Emperatriz manda a realizar unas excavaciones en un terreno cercano al Gólgota, donde se encontraron tres cruces, y la tabla donde se había escrito en hebrero, griego y latín «Jesús Nazareno, Rey de los Judíos». Cuenta la tradición popular que para determinar cuál era la Cruz de Jesús, se les pidió a personas enfermas que tocasen los tres maderos, notando que uno en particular les concedía salud.
Santa Elena deja la mayor parte de las reliquias en Jerusalén, pero lleva consigo a Roma tres fragmentos de la Vera Cruz, el INRI, uno de los clavos, y algunas espinas de la Corona que los verdugos impusieron a Jesús; además de tierra del Gólgota y las escaleras que Jesús pisó cuando se presentó ante Pilatos, que ahora se hallan en el Santuario de la ‘Scala Sancata’ en la Ciudad Eterna.
Los fragmentos de la Cruz, el título de la condena, los clavos y las espinas, fueron por algunos años custodiados piadosamente en el Palacio Sessoriano, residencia imperial de la Emperatriz. Se cree que luego de su muerte, su hijo, Constantino pidió que se construyera en el lugar la Basílica Sessoriana, conocida también como la ‘Sancta Hierusalem’, colocándose como cimiento de la edificación la tierra del Gólgota que Santa Elena había traído de su viaje a Tierra Santa.
Laa reliquias de los tres fragmentos de la Santa Cruz, dos espinas de la Corona de Jesús, uno de los clavos y el letrero de la Crucifixión INRI / Foto: Gaudium Press. |
Al interior del templo se colocaron los tres fragmentos de la cruz en un hermoso relicario de oro, adornado con finas piedras preciosas, lo mismo se hizo con las otras reliquias que hoy se custodian en una capilla especial. Acompañan a estos relicarios otros con fragmentos de la gruta de la Natividad, y del Santo Sepulcro, además del dedo de Santo Tomás, y el patíbulo del buen ladrón.
En el siglo XII, a partir del Pontificado de Lucio II, el templo romano de la Santa Cruz en Jerusalén recibe una serie de modificaciones, anexándose la torre, y más adelante la fachada y el atrio de forma ovalada.
Y de manera natural, la Basílica se convirtió en epicentro de peregrinación, siendo una de las siete iglesias de Roma que los peregrinos recorrían a pie durante un día, y uno de los lugares más visitados para la Semana Santa gracias a las reliquias de la Pasión. Es sitio privilegiado para la celebración de la liturgia del Viernes Santo.
Con información de santacroceroma.it y «La Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén» – San Josemaría Escrivá.
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