viernes, 22 de noviembre de 2024
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La Madre Laura: Contemplativa de la naturaleza; celosamente activa, adoradora mística de Jesús Eucarístía

Medellín (Viernes, 07-06-2018, Gaudium Press) La Hna. Blanca Pérez Ortíz es desde hace 57 años religiosa de las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, más conocidas como las ‘lauritas’. Ellas fueron fundadas por Santa Laura Montoya, la única santa colombiana, quien vivió entre finales del S. XIX e inicios del XX. La Hna. Blanca, que desde los 16 años está con las lauritas -de cultura y agilidad mental notables- vibra en amor por su fundadora; cuando habla de ella sus ojos se iluminan. Gaudium Press conversó con la religiosa sobre su fundadora y también sobre algunas de sus experiencias misioneras en Perú y África, donde fue superiora. La Hermana Blanca fundó la primera casa de las lauritas en el Congo Belga.

«La Madre Laura tenía muy claras estas dos dimensiones, ‘el todo’ y ‘la nada’, inició la Hna. Blanca. O sea Dios para ella constituía todo, y ella sabía que todo lo que hacía en todas sus actuaciones era Dios quien la guiaba. Fue una mujer pendiente de hacer lo que Dios quería en ella y siempre se consideró la nada», resalta la religiosa.

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Madre Laura, poco antes de empezar a usar hábito religioso

Desde pequeña Laura reveló las numerosas cualidades naturales con que Dios la dotó. ¿Pero no serían estas obstáculo para que su confianza fuera directamente y totalmente al auxilio divino? «Ella quería hacer todo desde Dios -dice la Hna. Blanca. Fue una mujer que reconoció desde el principio la obra de Dios en ella. Cuando empieza su autobiografía, [la Madre Laura] tiene ese bonito versículo del profeta Jeremías: ‘Con caridad perpetua te amé y por eso te atraje a mí’ (Jer 31, 3), texto que vivió profundamente. Ella sintió que realmente era Dios quien guiaba su vida; y además es que se le manifiesta desde pequeñita, cuando una niña está contemplando unas hormigas…»

La gracia de las hormigas

Se trata de la gracia de las hormigas, o en el lenguaje de la Madre Laura, el primer ‘gran golpe’ místico del hormiguero, que jalonó y direccionó su vida espiritual. La Madre Laura «tenía solo 7 añitos. Ella iba mucho al campo a una finca, porque el abuelo no la quería. Él prefería a su hermana Carmelita. (…) Como que allí ella se desahoga del desprecio de su abuelo. Entonces sale a jugar con las hormigas y entabla un ‘diálogo’ con ellas, les ayuda a llevar su carga, se va con ellas hasta el hormiguero y es ahí donde de pronto siente que Dios como que la cobija con la paternidad divina, o sea, se le manifiesta como Padre».

«Desde el principio fue una admiradora de la obra de Dios en la naturaleza. Y de hecho ella escribe las Voces Místicas de la Naturaleza, un libro fantástico que puede servirle a cualquier persona de cualquier espiritualidad, pero que desee encontrar la grandeza de Dios en cada elemento de la naturaleza», expresa la Hna. Blanca. La Madre Laura decía a sus religiosas que el sagrario era la misma selva, donde encontrarían también al gran objeto de apostolado de su vida, los indígenas.

Contemplativa de la naturaleza, y devotísima de la Eucaristía, por gracias místicas

«Ella fue una contemplativa de la naturaleza, y Dios se le revela en eso que llamamos el golpe del hormiguero, porque siendo tan niña, en medio de la naturaleza, Dios le hace sentir que es Padre». «Ella encontraba a Dios en todo -continúa la Hermana; en las flores, en los árboles. Ella veía un cielo nublado y ahí tenía algo para decir; descubría la acción de Dios en el cielo nublado. Veía un árbol seco, árido y pensaba en la aridez del corazón humano cuando no estaba con Dios. Todo, cada elemento la llevaba a Dios y eso nos lo dejó ella como herencia. Normalmente las misioneras pasamos mucho tiempo en la naturaleza…».

Entretanto, ese conocimiento de Dios «que tú tienes en la naturaleza, no te quita la grandeza de encontrarlo en la Escritura. Es como encontrar a Dios en todo; la naturaleza no nos aparta de Él, nos lleva a Él».

Dios también quiso mostrarle sensiblemente a la Madre Laura el don infinito que nos legó en Jesús Eucaristía, con el ‘golpe del banco’. «Se llama así, porque ella estaba subida en un banquito tendiendo una ropa y ahí descubre la grandeza de la eucaristía, como que Dios le revela de qué manera Él está en la eucaristía». La Madre Laura ya había hecho la primera comunión, y cuando recordaba esa primera visita se llenaba de pena, pues decía que no había rendido entonces el culto de adoración que es debido al Creador. Ese día de su primera comunión -con sus pensamientos y sentimientos de pequeña niña- se había sentido molesta porque la hostia no le supo a los manjares que le habían pronosticado, y también porque le había causado fastidio el largo ayuno de alimento que había tenido que soportar previo a la Primera Comunión.

Con el tiempo su piedad eucarística fue aumentando, «pero ella siempre decía que le faltaba más». Esa sensación de carencia fue aliviada completamente con el «golpe del banco». Las lauritas también heredaron esa acendrado amor por la Hostia.

¿Qué cualidades especialmente Dios quiso evidenciar en la Madre Laura?

«Primero, esa pertenencia a Dios. Descubrir a Dios en todo. ‘En todas partes descubría tus huellas’, decía la Madre Laura, ‘en donde viera de tu amor el germen’. De hecho, la riqueza natural de Colombia es como un lanzarnos hacia Dios. Contemplando los ríos, los océanos que nos rodean, este país, esta vegetación tan maravillosa, las flores… tendríamos que ser mujeres y hombres contemplativos. Es lo que la Madre Laura quería, que todo fuese un trampolín hacia Dios, que las cosas humanas no nos separasen de Dios, sino que nos lanzasen hacia Él». Es una trascendencia, explica la Hna. Blanca.

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La Madre Laura, escultura que la representa en su

Santuario en Medellín, Colombia

«Ella era contemplativa y al mismo tiempo activa. Ella se lanzó a hacer que todos los hombres conocieran a Dios. Es la frase famosa que tenemos a la entrada del Santuario [de la Madre Laura, en Medellín]: ‘Mi único anhelo era ver a Dios conocido y amado de todos los hombres’. Es lo que ella llamó celo apostólico. (…) Nosotros tenemos ese monograma de María con la expresión latina ‘Sitio’, ‘tengo sed’, la quinta palabra de Jesús en la Cruz, pero que para ella se convierte en lema de la congregación. ¿Sed de qué? De ver a Dios conocido y amado».

Finalmente, la gran vida de piedad de la Madre Laura: «A ella la encontraban en la capilla hasta las dos de la mañana en oración, desde las nueve de la noche. Cuando todo el mundo se retiraba ella se quedaba ahí. En esas noches Dios le revela todo lo que ella escribe. Ella tiene textos sobre la Trinidad, la Eucaristía, la Creación, que son textos muy teológicos».

«Ella llegará a ser la doctora de la Iglesia de América Latina», puntualizó la Hermana Blanca con alegría. (SCM)

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