eijing (Miércoles, 17-10-2018, Gaudium Press) Como parte del Simposio de la agencia católica de prensa AsiaNews, el P. Ruohan Shen Fu, sacerdote del centro de China hizo un análisis de los graves desafíos de los jóvenes católicos chinos. La migración a las ciudades, una enorme carga educativa, restricciones al culto religioso y una cultura atea hacen que la transmisión de la fe a las nuevas generaciones sea una tarea de gran dificultad.
Una grave carga académica, unida a la restricción a las prácticas religiosas y pocas oportunidades para compartir la fe en familia, marca la difícil transmisión de la fe a las nuevas generaciones en el gigante asiático. Foto: Karla Candelario. |
» En los últimos años, la instrucción se ha transformado en una verdadera carga para los jóvenes chinos», comentó. » Ellos estudian en la escuela, después de la escuela, tienen docentes en casa, que los ayudan con las tareas y les dictan lecciones particulares… En los días libres o en vacaciones, asisten a lecciones sobre los temas más variados, como danza, piano, arte y otros cursos». En la teoría los estudiantes cuentan con dos meses de vacaciones pero en la práctica pueden tener tan sólo una semana de descanso. La intensidad aumenta con el avance hacia la educación vocacional y superior. «Comienzan muy temprano por la mañana y no dejan la escuela hasta las 10 de la noche (…). Con semejante trasfondo educativo, cultivar la fe es realmente difícil. Y por un solo motivo: la enseñanza es muy exigente y no queda tiempo para ir a la Iglesia».
A los obstáculos prácticos se suma la reciente prohibición de asistir a los templos a los menores de 18 años. «El hecho preocupante es que ésta es una edad muy importante para cultivar la fe, pero los jóvenes católicos se están perdiendo esta etapa», lamentó el presbítero. Pero la educación no es el único problema. La migración de los jóvenes rurales a las ciudades para trabajar presenta nuevos impedimentos. «Por motivos económicos, para estos jóvenes resulta casi heroico poder participar en la misa dominical (…). Todos sabemos que China es un país ateo y que la educación en la fe equivale prácticamente a cero. Los jóvenes que trabajan ven que sus jefes no tienen ningún tipo de consideración por su fe».
Las obligaciones laborales impiden a la mayoría de jóvenes, incluso a los que ya estaban involucrados en la Iglesia en ministerios juveniles, continuar su formación y práctica religiosas. La sobrecarga laboral también afecta a los padres de familia, que cada vez tiene menos tiempo para compartir con sus hijos y transmitirles la fe, lo que aleja a los jóvenes de la Iglesia. «Así es como un puñado de jóvenes creyentes se hacen fieles durante las vacaciones: cuando están de vacaciones o descansan, tienen la posibilidad de ir a la iglesia», explicó. «Muchos templos rurales están repletos, pero sólo durante las Fiestas por el Año Nuevo chino. Pasadas las Fiestas, apenas puede verse a algún que otro anciano o niño».
Para adaptarse a este entorno adverso, los sacerdotes programan actividades en los pocos tiempos disponibles por los jóvenes. Clases de catequesis los domingos, actividades vacacionales y un llamado a la intensa colaboración de los padres de familia para suplir la escasez de contacto con el sacerdote son parte de su estrategia. «China crece de manera cada vez más veloz, y la Iglesia china crece en numerosos aspectos. De todas maneras, los sacerdotes que viven en contacto con los sectores más bajos de la Iglesia china, comprenden en profundidad que la fe de los jóvenes no sólo debe padecer desafíos, sino que incluso corre el peligro de ser eliminada», advirtió.
Con información de AsiaNews.
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